sábado, 20 de septiembre de 2008

[PASAN LAS NUBES...], Mario Benedetti

pasan las nubes
y el cielo queda limpio
de toda culpa
MARIO BENEDETTI, Rincón de haikus, Visor, Madrid, 1999, p. 60.

jueves, 18 de septiembre de 2008

ESCARCHA, Juan Salmerón


ESCARCHA

Te pongas como te pongas, tú eso no puedes recordarlo.
Abríamos la puerta del frigorífico y nos quedábamos, embobadas, mirando su interior, como quien se asoma a una ventana que muestra un precipicio o un valle alumbrado por cerezos en flor. Esa era nuestra rutina. Todo para acabar eligiendo, sin más, una tarrina de yogur o, en muy pocas ocasiones, para servirse un tazón de leche fría.
El hielo agradecía nuestras demoradas visitas: trepaba desde la bandeja de las verduras al estante en que mamá acomodaba los huevos, hasta que, papá, enojado, tras afear con varias voces mal dadas nuestra conducta, procedía a retirar las piedras de hielo que atenazaban los conductos.
Eras demasiado pequeña: esas imágenes las has tomado prestadas de las fotografías o de nuestros relatos. Ni yo misma sé quién dejó completamente abierta la puerta. No te mortifiques. Tampoco puedes asegurar que ese fuera el comienzo. Con el mismo esmero y paciencia con que, por la mañana, había retirado un hilo de seda de mi corrector dental, desmontó las bandejas de cristal, también el embellecedor que ocultaba la parrilla trasera. Envases, bolsas, verduras… todo ocupaba la encimera. Digo esmero y paciencia donde mamá diría simplemente obstinación. Llamó a mamá y le enseño el papelillo. Tú llorabas en el baño: no querías lavarte el pelo. Yo limpiaba de arena los cubos de la playa. Allí, en el suelo encharcado de la cocina mamá señaló el absurdo:
—¡Tu madre no sabía escribir!
Es normal que no recuerdes a la abuela. Tenías tres años. Puedes intentarlo tú. A mí ni entonces ni después mamá quiso decirme qué ponía esa nota que papá consideró escrita por un fantasma. No puedes asegurar que ahí empezara todo. No sabemos cuándo comenzó ni cuándo podrá acabar. Sí conocemos el intermedio: perderse, huir de espejos, confundirse, confundirnos, desleírse como un azucarillo en el agua.
No te mortifiques. No es eso, Elena. Vivir no es esto. Acéptalo. Sencillamente, no puede ser. Mamá, sola, ya no es capaz. Un cuerpo sin voluntad, no vive: solo existe. Aquí lo cuidarán muy bien.

Juan Salmerón

MIJHAIL [EL LANZACUCHILLOS] Y RASPUTÍN [EL RECIBECUCHILLOS], Riki Blanco



MIJHAIL [EL LANZACUCHILLOS] Y RASPUTÍN [EL RECIBECUCHILLOS]


Mijhail lanzaba sus cuchillos y uno a uno se iban clavando alrededor de Rasputín, su pareja artística.
Eran ya veintiséis años de espectáculo y jamás le causó ni el más mínimo rasguño.











Un mediodía mientras comían Rasputín le pidió el pan a Mijhail, éste se lo lanzó y fue a parar doce metros más allá de donde estaba él.





Ése fue, durante los 26 años de carrera, el único momento en el que Rasputín desconfió de la puntería de su compañero y no dudó en preguntar:

—¿Mijhail?

—Dime, Rasputín, amigo mío.

—¿Alguna vez has tenido buena puntería?

—Mmm... no.

—¿Y cómo es posible que nunca hayas fallado?

—En realidad, sí que fallo. Apunto hacia ti.

RIKI BLANCO, Cuentos pulga, Thule Ediciones, Barcelona, 2006, pp. 4-5.

DESVÍO POR OBRAS: http://www.thuleediciones.com/catalogo/detalle/43/



AQUELLO EN LO QUE TE FIJAS
CUANDO SALIMOS POR LAS NOCHES


Mi madre me enseñó que la mejor forma de pasar por la vida era renunciando a la propiedad particular.
Ella me convenció de que podría transformar los balbuceos en música de cámara, con mis zapatos.
Tus zapatos son mágicos, me dijo. Pierde uno y ganarás un marido. Vende dos y ante ti se revolverán las semillas de tu reino.
Y yo susurraba: mi reino eterno. Junto a Él.
Decidí que los compraría de colores para camuflar mi identidad, sobrios si aspiro a desvelar mis secretos.
No tacones ni zapatos planos ni aerodinamismo; le quiero suciamente. He descubierto que pasos-pequeños conducen a una-mujer-seria-con-dos-rayas-absortas.

Descalza, de puntillas, vuelvo a tener diez años y a morirme por dentro de tanta soledad.


Elena Medel, Tara, DVD Ediciones, Barcelona, 2006, p.37.


DESVÍO POR OBRAS: http://www.elenamedel.com/

DESVÍO POR OBRAS: http://latormentaenunvaso.blogspot.com/2006/10/tara-elena-medel.html

miércoles, 17 de septiembre de 2008

domingo, 14 de septiembre de 2008

MAÑANA, Jorge Burgos




Mañana


Cantan los pájaros.
No les han dicho nada
de tu partida.








Jorge Burgos

viernes, 12 de septiembre de 2008

EN EL BATIMÓVIL CON MISS GRACIELA, Fernando Iwasaki

EN EL BATIMÓVIL CON MISS GRACIELA


...La Mary me besó el estómago, el ombligo muy suavecito, sin apretar, y me desató el cordón del pantalón del pijama, y me pidió que me acostara bien, que me estirase, que ya era hora de dormir, y me metió la mano por el pijama como si tuviera miedo, y yo de pronto me di cuenta de que tenía empinado el alfajor...
 
Eduardo Mendicutti

Las clases que más me gustan son Inglés y Caligrafía. Después de Inglés tenemos recreo y la sister Thomas nos deja golpear la carpeta de contentos, pero en Caligrafía viene la miss Graciela y a mí me pasa como que pongo la cara de Popeye cada vez que Olivia le da un beso, porque a mí me gusta mucho la miss Graciela. Y además es más bonita que Olivia porque tiene tetas y sus piernas parecen de propaganda de Beautyform.
Mi mamá y mi tía Lucy, y mi tía Merce y mi tía Carmen, siempre dicen que «qué chico tan buenmozo», pero después yo las he escuchado decir que los señores buenmozos tienen ojos azules y el pelo rubio. Yo tengo el pelo negro como Tony, el de El túnel del tiempo, y a mí él sí que me parece muy buenmozo. A veces me miro en el espejo y pongo la cara de Tony para que la miss Graciela se dé cuenta, pero ella como si nada. El otro día me regañó porque le llevé a sacar punta a mi lápiz tres veces y me dijo que a mi mamá no le iba a hacer gracia que no me duraran los lápices. Yo sólo la quería ver de cerquita porque ella sí es rubia y tiene los ojos azules. Como Judy, la de Perdidos en el espacio.
Mi primo Rodrigo ha visto Perdidos en el espacio en Estados Unidos y dice que Judy es más bonita en colores, pero que Penny sigue siendo feísima. Judy tiene una boca bien grande que parece que si te da un beso te marca la cara como mi tía Nati. Pero Judy nunca ha besado a nadie y su enamorado siempre está peleando con los monstruos del espacio y no tiene tiempo para besar a Judy. A mí me gustaría casarme con Judy cuando sea grande, pero ella vive en Estados Unidos y mejor por eso prefiero casarme con la miss Graciela. Ella sí a besos en la boca porque el otro día la vi.
Una vez le mandé una carta a Judy a canal 5, pero nunca me contestó. Yo le pregunté a mi mamá que por qué si le podías mandar una carta al Tío Johnny o a Kiko Ledgard, no le podías escribir a Judy. Mi mamá me dijo que primero tenía que aprender inglés y después mandársela a Estados Unidos, pero mi hermano me enseñó que su nombre no era Judy sino Martha Christie. A lo mejor la carta no le llegó por eso.
Verdad, pues. Cuando empezaba Perdidos en el espacio salían los nombres por orden de tamaño: «Guy Williams (“ese es el papá”), June Lockhart (“esa también es la de Lassie, ¿no?), y con ellos Mark Godard (“¡ese es el enamorado de Judy!, ¡qué suertudo!), Martha Christie (“¡Judy!”), Billy Mummie (“¡el enano Will!”) y Angela Cartwright como Penny (“¡fea!”). Invitado especial, Jonathan Harris como el doctor Smith (“¡No temáis, Smith está aquí!”).» A mí Judy me gustaba mucho, pero la miss Graciela me hacía sentir como cosquillas en el pipilín.
A mí me gustaba más decir pipilín que peepee, como nos enseñaba sister Thomas. Mi mamá siempre me decía que se me iba a caer cada vez que me veía con la mano en la bragueta. A mí me daba miedo que se me cayera porque era bien rico tenerlo entre los dedos, aparte de que si se me caía tendría que hacer pichi por el poto como las mujeres. Un día la miss Graciela me cogió el pipilín.
Fue cuando mi tío Daniel me puso el yeso en el brazo. Mi mamá se molestó conmigo porque me lo rompí tirándome por el tubo del tobogán. Malázquez tuvo la culpa. Me preguntó: «Mendoza, ¿tú sabes por qué Batman se baja a la Baticueva por un tubo?». Yo le dije que no sabía y entonces me llevó al tobogán. Es bien rico. Te hace cosquillas en el pipilín. «Con razón Batman se tira», le dije a Malázquez.
A Batman en los chistes no se le ve la raya de los dientes, pero en la televisión sí se le ven los dientes. Yo prefiero que los dientes no se vean y me lavo, me lavo bastante, bastante, pero siempre se me ven. Entonces me miro en el espejo y pongo la cara de Tony y otra vez la del teniente de Viaje al fondo del mar, que también es otro teniente en Combate. Esas series también las veo, pero no salen mujeres. A mí me gustan las mujeres. No las chicas, sino las mujeres. La miss Graciela es una mujer.
Briceño me contó cómo saber cuál es una chica y cuál es una mujer. «¿Mendoza, ves La isla de Gilligan?», me preguntó. Yo le dije que sí y entonces me explicó que la de las trenzas era una chica y la del vestido blanco una mujer. No la esposa del millonario, sino la que tenía un lunar en el cachete y siempre quería besar a todos en la boca. Y era verdad. Cuando vi La isla de Gilligan me di cuenta que la Ginger también me hacía cosquillas en el pipilín. O sea que Penny también era una chica y entonces Judy es una mujer. Qué capo es Briceño.
Otro que también sabía un montón de cosas era Hernández. El no era hincha de la «U», sino del Alianza, pero era buena gente. Parecía de la «U». Hernández decía que la de Mi bella genio también era una chica, pero que la 99 era una mujer. A mí me gustaba más la de Mi bella genio porque se parecía a la miss Graciela. pero en verdad la 99 tenía una boca como la de La isla de Gilligan. Hernández decía que esas bocas servían para chupar el pipilín. Bien trome era Hernández. Parecía de la «U».
A mí me da miedo que me chupen el pipilín porque duele. Mi papá tiene una revista en inglés donde salen un montón de mujeres sin ropa que le chupan el pipilín a otros señores. Seguro que duele mucho porque ponen cara de que les están pegando: con los ojos cerrados y la boca abierta. Yo prefiero poner la cara de Napoleón Solo, la de Yllia Kuryiakin o la de Bud Masterson, que siempre están enseñando los dientes aunque se les vean las rayas. ¿Cuándo saldrá la miss Graciela en la revista de mi papá? Ya salió la miss Spring, la miss Winter y la miss Summer, pero la miss Graciela todavía. Yo ya la he visto sin ropa, pero quiero verla de nuevo en la revista. Ojalá que cuando le toque a mi colegio nunca salga la miss Rosaura porque no me gusta. Un día le llevé la revista a la sister Thomas para que nos la leyera en la clase de Inglés.
A mí me gusta más Caligrafía porque la miss Graciela me coge la mano y me enseña a hacer las letras bonitas. Cuando me agarra la mano me siento como cuando me tiro por el tubo del tobogán, y entonces volteo y la miro con la cara de Tony, la cara del almirante Nelson, la cara de Simón Templar y la cara de Batman, todos juntos. «¿A quién de la tele me parezco, miss Graciela?», le pregunté con los dientes como los chistes. Yo no sé por qué me dijo que al cabo Rosty.
Ya sé, la cara que le tengo que poner a la miss Graciela es la del Capitán Kirk, porque el Capitán Kirk siempre las besa a todas aunque sean marcianas. ¡Yo soy el Capitán Kirk, y mi cuaderno de Caligrafía es el Cuaderno de Bitácora del Enterprise!, pero la miss Graciela está como si nada. Es más fuerte que Batman. Una vez Batman se peleó contra una mujer-pillo que se llamaba Marcia, que te tiraba una flechita al poto y te enamorabas de ella. Se la tiró al Comisionado Fierro y se enamoró, se la tiró a Robin y se enamoró, pero se la tiró a Batman y Batman no se enamoró. Más bien Batman se la tiró. Sí, porque para capturarla le tiró una de las flechitas y Marcia se enamoró de Batman. Pero Batman no se enamora. La Gatúbela y la Batichica tampoco pudieron enamorar a Batman.
Otro que no se enamora es el doctor Smith. Una vez se le apareció una marciana bien bonita que no era chica sino mujer, y entonces lo llamaba por la ventana de la nave diciendo: «Doctor Smíííiiith». Pero el otro se iba corriendo. Bien maricón era el doctor Smith. A Pedro Picapiedra también se le apareció otra que era más bonita que Vilma, pero siempre se escapaba por una puerta secreta diciendo: «Soy demasiado importante para que me capturen». ¡Qué bruto el Picapiedra! Yo me hubiera quedado con la otra, además a esa no se le veía la raya de los dientes. Yo no soy Batman, pero tampoco soy como el doctor Smith. Yo quiero que la miss Graciela se enamore de mí porque yo me quiero casar con ella. La próxima vez que me coja el pipilín se lo digo.
Cuando estoy haciendo pichi hago como que tiro rayos, y las moscas son las naves enemigas. ¡Chuis, chuis!, les disparo. Pero cuando me rompí el brazo le pedí a la miss Graciela que me llevara a hacer pichi. En el baño le conté lo de los rayos y ella me dijo: «Mejor vamos a jugar a que es una metralleta», y entonces agarró y me cogió el pipilín y me hizo ratatatatatatatá-ratatatatatatatá-ratatatatatatatá. Yo sentí como si el señor Spok me hubiera hecho su cosa rara ésa en el hombro, porque casi me desmayo en el wáter. Qué linda es la miss Graciela, cuando me agarra el lápiz me gusta y cuando me agarra el pipilín también me gusta. Todo lo que me agarra me gusta. Por eso me quiero casar con ella cuando sea grande, pero primero tengo que hacer que pelee con Kowalsky.
El enamorado de la miss Graciela no es arquitecto como mi papá ni doctor como mi tío Daniel, es como Kowalsky de Viaje al fondo del mar—que siempre está arreglando el cuarto de máquinas, el Seaview, el Aerosub y la Batiesfera (ahí no sale Batman pero se llama así)—porque tiene un mameluco igualito y arregla todos los carros, todas las motos y todas las lanchas que se llevan a Ancón en vacaciones. Mi papá dice que es corredor, pero el enamorado de miss Graciela no se viste como Flash y siempre anda bien cochino. A lo mejor a ella le gustan las cochinadas.
Cochinadas resultaron ser las revistas de mi papá. Eso fue lo que me dijo la sister Thomas cuando se las llevé a la clase de Inglés, y eso fue lo que le repitió mi mamá a mi papá cuando la sister Thomas me acusó. Mi papá estaba caliente y le dijo a mi mamá que por qué la monja de mierda ésa no se lo decía a él en su cara. ¿La monja?, ¿o sea que sister Thomas también era una monja? Mi mamá decía que las monjas trabajaban en colegios rascuaches y que por eso nosotros estábamos en colegio de sisters, porque una sister era como más que una monja y un colegio de sisters era más que un colegio de monjas. Pero ahora resulta que sister Thomas también era monja y además «chancha», «cojuda» y algo así como «comprimida». Bien caliente estaba mi papá; pero la que más se molestó conmigo fue mi mamá.
Antes sólo me fastidiaba cuando me veía con la cara de Tony, la del sargento Sunders la del capitán Kirk, diciéndome «te va a dar un aire y se te va a quedar la cara así» y entonces yo corría rápido, rápido a la ventana para quedarme con la cara que estaba poniendo, pero nunca me daba un aire de ésos que decía mi mamá. Otras veces me decía que se me iba a caer el pipilín de tanto tocármelo, pero desde que le llevé las revistas a la sister Thomas me dijo: «¡La próxima vez que te vea con la mano ahí, te rajo!».
La miss Graciela, en cambio, nunca me decía nada. A mí me daba como cosquillas cada vez que la veía y siempre le pedía que me tajara el lápiz, que me hiciera hacer las letras con su mano, que me amarrara el zapato o que me llevara al baño a hacer pichi para que me hiciera la metralleta de nuevo. ¡Qué bonita era la miss Graciela! Yo le ponía la cara de Tony y le decía que era más linda que la 99, que Mi bella genio, que la de La isla de Gilligan y que Judy, todas juntas. Ahí fue cuando ella me dijo que si yo me quería casar con ella cuando sea grande y yo le dije que sí. El problema es que no peleaba con Kowalsky. Pero un día peleó. Mi papá siempre me llevaba cuando arreglaba los carros y me dejaba solo adentro y se iba a la calle. Después de un ratazo volvía y me decía: «te compro un helado en el Tip Top y le dices a tu mamá que nos fuimos a Chicolandia». Cada vez que íbamos al taller yo ya sabía que me iba a aburrir, pero que después podía pedirme un «Zambito». Ese día la miss Graciela también estaba en el taller. Seguro que fue para pelear con Kowalsky.
Él como que la quería morder en el cuello como los vampiros y ella lo empujaba. A mí me daba cólera y quería ser más fuerte que Súpermans más grande que Little John y más poderoso que Ultramán, para meterle un puñete en la barriga al enamorado de la miss Graciela. Además que la agarró de las tetas y la metió en la parte de atrás de una camionetaza que parecía el carro de Batman. A mí también me gustaba ir en la parte de atrás de las camionetas, pero no cuando estaban paradas. Bueno, en verdad esa camioneta se movía y se movía, pero no avanzaba ni un poquito.
Me asomé calladito por la ventana y la miss Graciela estaba como en las revistas de mi papá: calata y enroscada a Kowalsky. Apuesto a que se estaban peleando, porque ella le mordía el pipilín y el otro se quejaba y saltaba como si le doliera mucho. Si la miss Graciela le seguía pegando así, seguro que el enamorado iba a salir corriendo. De pronto ella se sentó encima de él y empezó a preguntarle: «¿Te vas, te vas?». «¡Todavía, todavía!», gritaba el otro. Se notaba que la miss Graciela estaba ganando porque lo tenía prisionero.
Yo estaba pensando a qué hora me tocaba entrar a ayudar a la miss Graciela y hasta cogí un fierro por si acaso, pero la miss seguía chancándolo y saltándole encima y Kowalsky se revolcaba del dolor. Se movía la camioneta y se movían las tetas de la miss Graciela. Me gustaban sus tetitas porque tenían pequitas como su cara. A lo mejor a ella también le estaba doliendo porque estaba haciendo muchas muecas. Si le daba un aire se podía quedar con la cara así.
Entonces la miss Graciela empezó a moverse más fuerte y otra vez comenzó a preguntarle a Kowalslky si se rendía. Le decía: «¿Te vas?, ¿ya te vas?, ¡apúrate!, ¡corre!». Y entonces el otro gritó: «¡Sí!, ¡sí!, ¡me voy!, ¡ya me voy!». Pero el conchudo en vez de irse se hizo el dormido y quiso ahorcar a la miss Graciela aprovechando que ella estaba cansada. Ahí fue cuando cogí el martillo de Thor y lo agarré a fierrazos gritando «¡D’Artagnan al ataque!», «¡Llamas a mí!» y «¡Cabazooooooooorrooooo!>,. La que se armó fue peor que lo de las revistas.
Mi mamá fue bien acusete y a la miss Graciela la botaron del colegio. Mi papá se peleó con mi mamá por dejarme solo en el taller de Kowalsky y encima no me compró helado en el Tip-Top. A mí también me sacaron del colegio de sisters y me pusieron en uno de monjas, donde al pipilín ya no le dicen peepee sino cuquita. Pero no me importa. Aquí en este colegio yo soy como Hernández, como Briceño y como Malázquez, todos juntos, y les enseño a los chicos las revistas de mi papá y ellos traen otras revistas de sus papás. Yo les he dicho que un día va a salir en una revista de ésas la miss Graciela, que es una que tiene pequitas en las tetas, que te muerde muy fuerte el pipilín y que sabe hacer una metralleta bien rica.
A veces me acuerdo de la cara que ponía Kowalsky cuando la miss Graciela le mordía el pipilín, y me pongo en el espejo para hacerla junto con la cara de Tony, la del capitán Kirk y la del Llanero Solitario. Pero cuando me sale igualitita es cuando me tiro por el tubo del tobogán y siento esa cosa rica en el pipilín. Seguro que por eso Batman usa capucha, para que no le dé un aire y se quede con la cara así cada vez que se tira por el tubo de la baticueva.

(Sevilla, 1991)


FERNANDO IWASAKI CAUTI, “En el batimóvil, con Miss Graciela”, Sin embargo, Revista de Creación, nº 6-7, feb. 1997, Huelva, páginas 38-41.

jueves, 11 de septiembre de 2008

IMAGINA UN DÍA, Rob Gonsalves & Sarah L. Thompson





imagina que un día...
...un soplo de viento
lleva tus deseos
para que el cielo
vuelva a pintarse de azul


SARAH L. THOMPSON & ROB GONSALVES, Imagina un día, Editorial Juventud, Barcelona, 2009.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

BUNBURY: INTERTEXTUALIDAD?, Pedro Casariego Córdoba



Esta vida demasiado plácida me extingue. Estas horas solemnes sofocan los incendios imprudentes y los papeles en llamas. Ansío el terremoto particular ­que alguien me ha prometido.

Soy el hombre delgado que no flaqueará jamás.


PEDRO CASARIEGO CÓRDOBA, La vida puede ser una lata, Árdora, Madrid, 1994, pp. 36-37.


lunes, 8 de septiembre de 2008

LA PUREZA HABLA DE SÍ MISMA, Manuel Villena



LA PUREZA HABLA DE SÍ MISMA



Ocurre que el corsario acerca su pobreza

al ojo de la cerradura para ver.

Mucho antes de que la melancolía titubee,

un remolino de cerezas coronará la testa regia de la dama

que está al otro lado de la puerta,

y ya de nada servirá buscar el mapa del tesoro

entre los faldones del pantalón,

ahora que esa tempestad rubita nos hace zozobrar ante

los cabellos de la niñez.

Pues, en vano,

los pedazos de vidrio expandido en el suelo recuerdan

que alguien acercó a sus labios

un vaso de agua.

domingo, 7 de septiembre de 2008

[UN MATEMÁTICO...], José Luis Moreno Ruiz



   Un matemático, cansado de hacer operaciones complicadísimas, y a fin de lograr la evasión de su ardua tarea, se puso a repasar las alineaciones de un equipo de fútbol. Mas, como al decirse en voz alta el nombre de cada jugador apareciera en su mente, al tiempo, el número del dorsal que le correspondía, lanzó un cenicero contra la pantalla de su televisior. Nunca más —se dijo— volvería a contemplar la retransmisión de un partido de fútbol. Luego, nostálgico de aquel entretenimiento, cuando hacía operaciones usaba lápices de colores. Así, mirados a cierta distancia, tendrían los números la multicolor urdimbre de las camisetas de los equipos. Pero como acabase llamando a los números con el nombre de los porteros, de los defensas, de los medios y de los delanteros, como llamase al número cero —que dibujaba en negro— con el nombre de cualquier árbitro, se volvió loco y un día, en plena clase, recitó a sus alumnos varias alineaciones seguidas de equipos de fútbol. En el presente, entrena al equipo de fútbol de un asilo para dementes. Y cuando quiere explicar una táctica a seguir, por ejemplo para el lanzamiento de faltas a balón parado, designa a sus jugadores con un número... Un número que, para su asignación a los atletas dementes, decide luego de contar las pestañas que le faltan al loco... Tiene un problema, sin embargo, con las pestañas de los dementes albinos. Por eso los deja en el banquillo, de suplentes, aunque sean      chutadores formidables.

JOSÉ LUIZ MORENO RUIZ, Ángeles en mis cojones, Moreno Ávila, Madrid, 1989, pp. 147-148.

viernes, 5 de septiembre de 2008

[Potrillo...], Issa



Potrillo
Mete tu narizota
entre los lirios















Issa

jueves, 4 de septiembre de 2008

[Sé amable con las crías...], Issa




Issa








Sé amable con las crías
de gorriones:
¡te cagarán encima!





[El mar ya oscuro...], Basho




El mar ya oscuro.
Los gritos de los patos
apenas blancos.


Basho

[El ave en el agua...], Uejima Onitsura


El ave en el agua

parece pesada

y flota.

UEJIMA ONITSURA

DISCURSO DEL OSO, Julio Cortázar & Emilio Urberuaga





DISCURSO DEL OSO


   Soy el oso de las cañerías de la casa, subo por los caños en las horas de silencio, los tubos de agua caliente, de la calefacción, del aire fresco, voy por los tubos de departamento en departamento y soy el oso que va por las cañerías. Creo que me estiman porque mi pelo mantiene limpios los conductos, incesantemente corro por los tubos y nada me gusta más que pasar de piso en piso resbalando por los caños. A veces saco una pata por la canilla y la muchacha del tercero grita que se ha quemado, o gruño a la altura del horno del segundo y la cocinera Guillermina se queja de que el aire tira mal.
   De noche ando callado y es cuando más ligero ando, me asomo al techo por la chimenea para ver si la luna baila arriba, y me dejo resbalar como el viento hasta las calderas del sótano. Y en verano nado de noche en la cisterna picoteada de estrellas, me lavo la cara primero con una mano, después con la otra, después con las dos juntas, y eso me produce una grandísima alegría. Entonces resbalo por todos los caños de la casa, gruñendo contento, y los matrimonios se agitan en sus camas y deploran la instalación de las tuberías. Algunos encienden la luz y escriben un papelito para acordarse de protestar cuando vean al portero. Yo busco la canilla que siempre queda abierta en algún piso; por allí saco la nariz y miro la oscuridad de las habitaciones donde viven esos seres que no pueden andar por los caños, y les tengo algo de lástima al verlos tan torpes y grandes, al oír cómo roncan y sueñan en voz alta, y están tan solos. Cuando de mañana se lavan la cara, les acaricio las mejillas, les lamo la nariz y me voy, vagamente seguro de haber hecho bien. 



EMILIO URBERUAGA, Discurso del oso, Libros del zorro, Madrid, 2008.

JULIO CORTÁZAR, Historias de cronopios y de famas, Edhasa, Barcelona, 2007 (1962).

miércoles, 3 de septiembre de 2008

[En cable a tierra...], Andrés Neuman

En cable a tierra,
incendiada de luz,
la rosa urbana.


ANDRES NEUMAN, Gotas negras. Gotas de sal, Berenice, Córdoba, 2007, página 58.