domingo, 23 de agosto de 2009

CAZANDO GRILLOS, Juan Salmerón



CAZANDO GRILLOS



Ustedes ya lo habrán oído y leído una y mil veces: hay poetas que esperan la llegada de la inspiración trabajando, y otros que esperan que la inspiración los aleje de su trabajo. De mi compañero Emilio, se podría decir que pertenecería al segundo grupo, si cumpliese la condición de ser poeta.

Es innegable que él lo intenta. Incluso con cierta insolencia. Esta mañana mismo, abandonó el listado de beneficiarios del paro de Jardinería Orto, reiterando una salmodia:

-¡Cazando grillos en la moqueta, cazando grillos en la moqueta...!

-¡Buena paradoja, Milito!-le dije, fingiendo un entusiasmo contenido.

Lo que vino después todavía no sé de qué es ejemplo.

Prolongó, hasta el peligro del despido, su tiempo de café, visitando una rotonda en la que el Ayuntamiento sustituyó el césped, por esa hierba sintética que sirve para recortar gastos de mantenimiento, a tan largo plazo.

-¡Para inspirarme, Carmen!: un verso no hace un poema. ¡Para inspirarme!

Echado en el césped artificial, a modo de oráculo, con la pretensión de derivar la paradoja por algún lado, lo vio: pequeño, negro, igual de perdido.

-Un grillo grillo. ¡Total, que como él no me ayudó a mí, decidí ayudarle yo! Con el bolígrafo que llevaba perforé el tapiz y esperé. Por el hueco que había abierto en la superficie plástica se introdujo lentamente hasta ser un punto sobre el linóleo verde.

Un punto final para un poema nonato, cuyo verso más rotundo sería “cazando grillos en el tapiz” (o en la moqueta o en la hierba artificial); o tal vez, el punto final de un relato de esa escritora que hay en mí, a la que yo sí persigo denodadamente.




ILUSTRACIÓN: Cazando grillos, de ALEJANDRO TINOCO