sábado, 30 de abril de 2011

BREVERISMOS I, Joaquín Collantes


SUEÑOS TRANQUILOS
Al demostrar que la realidad no existía el poeta pudo dormir tranquilo.
LA CRUDA REALIDAD
Después de tanto tiempo esperando a la Musa, la que llegó a casa del poeta mediocre fue la Cruda Realidad que, inmisericorde, le espetó:—Dedícate a otra cosa, hombre.
IMAGINACIÓN
El escritor tenía tan poca imaginación que era incapaz de imaginar la poca imaginación que tenía.
CHIANG LI
El poeta chino Chiang Li soñó que era una mariposa. Pero el sueño desapareció al entrar en escena Vladimir Nabocov ya que aparte de imaginar Lolitas era, como todos sabemos, entomólogo.
SUEÑO IMBÉCIL
El escritor mediocre soñó que era un genio con tanta intensidad que al despertar no sabía si era un escritor mediocre que había soñado que era un genio, o viceversa. Sus amigos le ayudaron a eliminar el viceversa.
LOLITA
Lolita, luz de mi vida,fuego de mis entrañas —escribió Nabocov...— pero lo borró deprisa al oir los pasos de su mujer, que se aproximaba.
GLORIA INSTANTÁNEA
El escritor tardó cuarenta años en encontrar el éxito instantáneo buscado.
QUERER ES PODER
Convencido de que querer es poder, el analfabeto aprendió a escribir urgentemente para ver si llegaba a tiempo al siguiente Premio Nobel de Literatura.
SOLEDAD ABSOLUTA
Lo condenaron a cien años de soledad por no haber leído el libro.
TÁCTICAS
No pudo sobrevivir al esfuerzo que le supuso escribir su libro Tácticas para sobrevivir.

JOAQUÍN COLLANTES, Breverismos, Clarín, Oviedo, may-jun 2010, pp. 38-40.

viernes, 29 de abril de 2011

LA METAMORFOSIS CONTADA EN EL SOFÁ DEL PSICOANLISTA, José de la Colina

LA METAMORFOSIS, CONTADA EN EL SOFÁ DEL PSICOANALISTA

Gracias, doctor por ofrecerme el diván, que es bien acogedor y además con su exquisita blandura incita a que uno afloje al subconsciente, tiene usted razón, para un psicótico como yo no hay nada como regalarse con una buena sesión de psicoanálisis, ah, perdone usted la excesiva agitación de mis muchas patas, es que estoy nervioso, y bueno, creo que lo mejor es que ya de una vez le diga cuál es problema, resulta doctor que yo que soy un escarabajo muy racional y decente a cada rato tengo la pesadilla de que, horror, me he convertido en un monstruoso señor que es viajante de comercio y dice llamarse Gregorio Samsa, y ¡ay doctor!, ¿no será que sufro de complejo de inferioridad?

 
JOSÉ DE LA COLINA, Portarrelatos, Ficticia, México, 2007, página 78.

jueves, 28 de abril de 2011

PARA HACER EL RETRATO DE UN PÁJARO, Jacques Prèvert & Mordicai Gerstein


PARA HACER EL RETRATO A UN PÁJARO

Pintar primero una jaula
con la puerta abierta
pintar después algo bonito
algo simple, algo bello,
algo útil para el pájaro.
Apoyar después la tela contra un árbol
En un jardín en un soto
o en un bosque esconderse tras el árbol
Sin decir nada, sin moverse
A veces el pájaro llega enseguida
Pero puede tardar años
antes de decidirse.
No hay que desanimarse
Hay que esperar
Esperar si es necesario durante años
La celeridad o la tardanza
En la llegada del pájaro
No tiene nada que ver
Con la calidad del cuadro.
Cuando el pájaro llega, si llega
observar el más profundo silencio
esperar que el pájaro entre en la jaula
y una vez que haya entrado
cerrar suavemente la puerta con el pincel.
Después borrar uno a uno todos los barrotes
cuidando de no tocar ninguna pluma del pájaro.
Hacer acto seguido, el retrato del árbol,
escogiendo la rama más bella para el pájaro,
Pintar también el verde follaje
Y la frescura del viento,
El polvillo del sol
y el ruido de los bichos de la hierva en el calor estival
y después esperar
que el pájaro se decida a cantar.
Si el pájaro no canta, mala señal,
Señal de que el cuadro es malo,
Pero si canta es buena señal,
Señal de que podéis firmar.
Entonces arrancadle delicadamente
una pluma al pájaro
Y escribid vuestro nombre
En un ángulo del cuadro.

JACQUES PRÈVERT & MORDICAI GERSTEIN, Para hacer un retrato a un pájaro, Factoría K de Libros, Pontevedra, 2011.

miércoles, 27 de abril de 2011

LA METAMORFOSIS, SEGÚN LAUTRÉAMONT, José de la Colina

LA METAMORFOSIS, SEGÚN LAUTRÉAMONT

No es un hombre, ni una piedra, ni una planta, sino un insecto coleóptero, quien inicia este canto. Lector de ojos puros y de frente aún no surcada por las uñas de la crueldad, esto te digo: no será sin peligro de tu alma, que supones inmortal (yo reiría si no tuviera los labios partidos), que te adentrarás en estas líneas impregnadas de execración, escritas sobre la piel tierna de un incauto infante por el joven de mirada azufrosa y frente estrecha, proscrito de todas las familias por él envenenadas con la literatura, pero puesto que osas avanzar en estas páginas pantanosas, no abandones a la almohada tu cabeza inflada por los vapores del tedio, no sea que despiertes, como yo, transformado en rampante escarabajo cuyas patas, difíciles de contar como los granos de sal del insomne océano, se agitan inconsistentemente, como las yerbas malignas en las noches de viento ululante. ¿No has oído la atroz carcajada del viajante de infame comercio al recorrerte la columna vertebral hueso a hueso?
Y así finalizó Gregorio Samsa su enésimo canto.


JOSÉ DE LA COLINA, Portarrelatos, Ficticia, México, 2007, página 62.


IMAGEN: REEZ

martes, 26 de abril de 2011

SUPERVIVENCIA, Sergi Pàmies


SUPERVIVENCIA
 

Le han recomendado tantas veces que busque las respuestas dentro de sí mismo que, un día, organiza una expedición. Equipado con un casco de espeleólogo, un machete, un piolet y cuerdas de alpinista, inicia la travesía. El primer paso es el más difícil. Tiene que concentrarse mucho para encontrar la rendija adecuada y, a presión, meterse dentro de su propia piel. El tránsito del exterior al interior le hace sudar y maldecir pero, con la ayuda de una maniobra de contorsionista y el ímpetu artificial que le proporcionan los antidepresivos, lo consigue (admirado por la eficacia del machete a la hora de abrirse paso y eliminar resistencias). El espacio que lo acoge no tiene nada que ver con el que había imaginado. Le habían hablado de un territorio casi ilimitado y, por si acaso, llevaba consigo un kit de supervivencia. Ahora, en cambio, mueve la cabeza para iluminar un espacio cerrado, oscuro, en forma de armario. Gracias a la disciplina aprendida en multitud de terapias, evita sacar conclusiones. Sabe que no le conviene precipitarse y se agarra a la posibilidad de encontrar, más allá de esta claustrofobia inicial, otros espacios. Para poder moverse con más facilidad, descarga la mochila y las cuerdas. Comprueba la consistencia de los límites que le rodean con la punta del piolet: toc, toc. Lo que ve —capas superpuestas de penumbra rodeando siluetas de estantes vacíos y de perchas sin ropa— no lo tranquiliza. Si éste es el armario en el que debía encontrar respuestas, piensa, mal asunto. Como siempre que se angustia, le entra hambre. Saca de la mochila dos barras proteínicas y las devora con la avidez de un náufrago. Lo que le pasa por la cabeza le satisface tan poco como lo que ve. No sabe qué esperaba encontrar pero la expectativa que le ha traído hasta aquí no incluía un mueble vacío. No necesita esforzarse para reconocer los síntomas de la decepción. Siente la tentación de disparar una bengala, a ver si, más allá del techo, hay algo aparte de este espacio, que, además, le parece que se está estrechando. Sólo es una impresión pero le basta para entender que, pese a que recuerda haber venido a buscar respuestas, ya no sabe a qué preguntas correspondían. Cuando, con asepsia o paternalismo, le hablaban del concepto «dentro de ti», nunca imaginó un espacio como éste. Ahora se da cuenta del error de haber creído que todo sería amplio, extenso, inabarcable. Que todo haya resultado tan oscuro e irrelevante quizá sea, especula, una respuesta. Si cuando inició este viaje no estaba dispuesto a admitir según qué cosas, ahora tampoco. Por eso, impulsado por el efecto proteínico de las barritas, se levanta y empieza a golpear violentamente el fondo del armario. Además de rabia, el impacto del piolet le transmite motivaciones más íntimas. Lentamente, consigue abrir un boquete y, al otro lado, entrevé el mundo de siempre. Animado, sigue golpeando. El furor recaudatorio de los policías poniendo multas le produce cierta ternura y el mar, colapsado por surfistas y motos acuáticas, le transmite una vitalidad tan reconfortante como el olor mezcla de sal, sardinas carbonizadas y crema de protección solar. Cuando consigue que el boquete sea lo bastante grande para salir de sí mismo, sin preocuparse de la mochila, las cuerdas, el machete, el piolet y las preguntas sin respuestas que deja atrás.


SERGI PÀMIES, La bicicleta estática, Anagrama, Barcelona, 2011, pp. 85-87.

lunes, 25 de abril de 2011

LA METAMORFOSIS, SEGÚN LEWIS CARROLL, José de la Colina


LA METAMORFOSIS, SEGÚN LEWIS CARROLL

Entonces Alicia llegó a una habitación donde el señor K, que había despertado convertido en escarabajo, movía incesante y alegremente las patas.
—Oh, es terrible dijo Alicia—. ¿No te sientes mal, acaso?
El insecto se atusó el bigote, que era lo único que le quedaba del señor K, y dijo:
—Me alegra que hayas venido, niña. Así podremos celebrar juntos mis 29 o 30 o 31 o quién sabe cuántos nocumpleaños de este mes.
—No es de personas bien educadas cambiar de Conversación replicó Alicia—. Eres un grosero.
—Niña tonta contrarreplicó el escarabajo—, lo importante no es cambiar de conversación sino cambiar de interlocutor.

JOSÉ DE LA COLINA, Portarrelatos, Ficticia, México, 2007, página 58.

domingo, 24 de abril de 2011

LLAMADA DE AUXILIO, Pedro Ugarte


LLAMADA DE AUXILIO

Yo estaba desolado. Necesitaba su ayuda. Le escribí una carta.

Estoy muy triste.

Pero sé que mi letra es nerviosa, atropellada, absolutamente ilegible, por eso ella sólo acertó a leer luego supe:

Estoy en Trieste.

Me quería y ni siquiera lo dudó. Hizo las maletas y, en su afán por ayudarme, partió hacia las perdidas costas del Adriático, es decir, muy lejos de mí.


PEDRO UGARTE, Materiales para una expedición, Lengua de Trapo, Madrid, 2002, p. 70.

sábado, 23 de abril de 2011

LA METAMORFOSIS, SEGÚN PASCAL, José de la Colina

LA METAMORFOSIS, SEGÚN PASCAL


El hombre es sólo un escarabajo, pero (aunque para su desgracia) un escarabajo pensante.

JOSÉ DE LA COLINA, Portarrelatos, Ficticia, México, 2007, página 55.

viernes, 22 de abril de 2011

LISTA DE ESPERA, Pedro Caridad Cauti

LISTA DE ESPERA


Compartieron el trayecto del taxi, como compartían los gastos del apartamento chic (vistas a la ría, próximo al hospital) que a él tanto le costaba pagar. Esta carrera nocturna, sin embargo, no sería ya otra más: ninguno de los dos había previsto encontrarse así, encontrase allí.
—Laura, ¿Eras la única que no sabía que Insua explica la luxación de cóxis a todas las residentes?
Unas horas antes, al ritmo del vino tinto y el jazz, los platos bromeaban en la mesa. El carpaccio del Doctor (llámame Carlos) le buscaba las cosquillas al solomillo rochefort de la MIR (claro que quiero consolidarme en cirugía). Tras los postres (tarta de castañas y un oporto, por favor), el desvío a la residencia de verano. El portalón, extrañamente abierto. Los mastines, confiados. Las luces, apagadas. La sorpresa.
—Cristóbal, ¡Eras tú el que estaba desnudo! ¿Te pregunto yo en qué técnicas de sedación te estaba iniciando? ¡Ni siquiera me habías dicho que te ponía la mujer de mi jefe de servicio!
A su pesar, no compartían más. Ese silencio espeso se lo recordaba.
—Mañana, en quirófano, nos tocará saber el final de qué acto hemos protagonizado hoy.
—¿De qué estás hablando?
—Cristóbal, ¡despierta! Le sobran tipos con los que aliviarse: Ella te ha elegido a ti, porque vivimos juntos... ¡Piensan que somos novios! Sabía perfectamente a quién estaba esperando, qué efecto iba a causar... Y usted, ¿no podría volver a encender la radio?
La penumbra, rota por los espasmos de las farolas, ocultaba los ojos de Laura. A él le bastaba cerrar los suyos para imaginarse braceando en su inmensidad azul. La locutora permitía que un muchacho confesara el desamparo de su soledad.
—Mañana es dentro de tres horas.
En el hospital, la rutina se dispone en cadena: varias artroscopias, un ligamento cruzado y dos prótesis de rodilla. De todos los pacientes que esperan, más de uno ha dormido bien.

Pedro Caridad Cauti


jueves, 21 de abril de 2011

LA METAMORFOSIS, SEGÚN SAMUEL BUTLER, José de la Colina


LA METAMORFOSIS, SEGÚN SAMUEL BUTLER

Nunca Gregorio Samsa se sintió con mejor salud y más entonado como la mañana en que despertó convertido en un monstruoso escarabajo. Se dice que la señora Samsa, la madre, comentó la circunstancia con una señora vecina: Gregorio se había acostado tranquilo, con muy buen ánimo, etcétera. Cuando le conté esto a Borges, lamentó que ese rasgo no figurase en Kafka. Lo miré y le dije: “Yo también soy Kafka”.


JOSÉ DE LA COLINA, Portarrelatos, Ficticia, México, 2007, página 51.

martes, 19 de abril de 2011

LA METAMORFOSIS, SEGÚN CERVANTES, José de la Colina

LA METAMORFOSIS, SEGÚN MIGUEL DE CERVANTES

En un barrio de Praga de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho que vivía un joven viajante de comercio de los de camisa semanaria, corbata manchada de sopa y zapatos polvorientos. Es pues de saberse que este sobredicho viajante, en los ratos en que no andaba vendiendo, que eran los más del año, se daba a leer libros de entomologia, ciencia que trata de los insectos, con tanta afición y gusto que olvido de todo punto su trabajo y leyendo se le pasaban las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio. Y, rematado ya su juicio con tales lecturas, vino a dar en el más extraño pensamiento en que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, para escapar al fisco y a los acreedores, convertirse en un escarabajo...


JOSÉ DE LA COLINA, Portarrelatos, Ficticia, México, 2007, página 43.

domingo, 17 de abril de 2011

LA METAMORFOSIS, SEGÚN HAMLET, José de la Colina

LA METAMORFOSIS, SEGÚN HAMLET

Ser o no ser. Ser escarabajo feliz o ser Gregorio Samsa infeliz: he ahí el dilema.


JOSÉ DE LA COLINA, Portarrelatos, Ficticia, México, 2007, página 31.

sábado, 16 de abril de 2011

SACRAMENTO, Henri Cole

SACRAMENTO

De camino a misa, por casualidad,
te vi en un café del bulevar
con tu mujer y su madre.
Llevabas la preciosa cruz de oro
que mi padre me dio cuando era niño.
Después de cada sorbo de su vaso,
tu mujer se recogía el flequillo tras las orejas
y volvía a cruzar sus blancas piernas de porcelana.
Yo dejé que volvieras con ella,
guardé las cartas en una caja.
Riendo por algo que se dijo,
alzaste el brazo con el mismo gesto
que la noche en que nos conocimos en el parque,
cuando nos escupió la mujer del terrier.
¿Recuerdas que la hierba húmeda, sin olor
en la que nos sentamos, brillaba
como el lomo de un animal?
En cierto momento la madre de tu mujer
extendió su mano de forma apasionada
y te limpió algo del suéter,
como si el pelo de aquel animal
fuera lo que hubiese visto
y con su mano quisiera decirnos
que no te dejarían escapar nuevamente.
       

HENRI COLE, La apariencia de las cosas. Antología poética, Quálea, Torrelavega, 2008, página 23.

viernes, 15 de abril de 2011

LA METAMORFOSIS, SEGÚN CHUANG ZU, José de la Colina

LA METAMORFOSIS, SEGÚN CHUANG ZU
       
Gregorio Samsa soñó que era un escarabajo y no sabía al despertar si era Gregorio Samsa que había soñado ser un escarabajo o un escarabajo que había soñado ser Gregorio Samsa.

JOSÉ DE LA COLINA, Portarrelatos, Ficticia, México, 2007, página 24.


FOTOGRAFÍA: Pedro J. Moyano

jueves, 14 de abril de 2011

UN NIÑO DORMIDO EN SU PROPIA VIDA, Wallace Stevens


UN NIÑO DORMIDO EN SU PROPIA VIDA

Entre los hombres ancianos que tú conoces
hay uno, anónimo que rumia
sobre todo el resto, meditabundo.

Ellos no son ninguna cosa, salvo en el Universo
de esa sola mente. Él los contempla
por fuera y los conoce por dentro,
       
único emperador de lo que son,
a la distancia y todavía cerca para despertar
los acordes encima de tu cama esta noche.

WALLACE STEVENS, Poemas tardíos, Lumen, Barcelona, 2010, p. 61.

DIBUJO: Mordica Gerstein, Para hacer un retrato de un pájaro, Faktoría de libros, Pontevedra, 2011. 

miércoles, 13 de abril de 2011

LA METAMORFOSIS, SEGÚN LA OTRA BIBLIA, José de la Colina


LA METAMORFOSIS, SEGÚN LA OTRA BIBLIA

En uno de los momentos del principio, Dios inventó al hombre. Y vio Dios que eso no era bueno. Y Dijo Dios: "Hágase la metamorfosis." Y despertó el hombre convertido en escarabajo. Y se dijo Dios: "Tal vez esto tampoco sea bueno, pero es más divertido."


JOSÉ DE LA COLINA, Portarrelatos, Ficticia, México, 2007, página 8.

ILUSTRACIÓN: Damián Felitte

martes, 12 de abril de 2011

CADÁVER, Raúl Brasca



CADÁVER

Me senté en el umbral de mi puerta a esperar que pasara el cadáver de mi enemigo. Pasó y me dijo “hasta mañana”. Con  tal de no dejarme en paz, sigue penando entre los vivos.


RAÚL BRASCA, Todo tiempo futuro fue peor, Thule, Barcelona, página 78.

lunes, 11 de abril de 2011

DESPUÉS DEL DILUVIO, Arthur Rimbaud

DESPUÉS DEL DILUVIO

En cuanto la idea del Diluvio se sosegó,
Una liebre se detuvo entre los pipirigallos y las campanillas móviles, y dijo su plegaria al arco iris, a través de la tela de araña.
¡Oh! Las piedras preciosa que se ocultaban, — las flores que miraban ya.
En la ancha calle sucia, se establecieron las carnicerías, y fueron haladas las barcas hacia el mar en alto, como en los grabados.
La sangre corrió, en casa de Barba Azul, — en los mataderos, — en los circos, donde el sello de Dios hizo palidecer las ventanas. La sangre y la leche corrieron.
Los castores edificaron. Los "mazagrans" humearon en los mostradores.
En la gran casa de vidrios, todavia chorreantes, los niños de luto miraron las maravillosas imágenes.
Una puerta crujió, y, en la plaza de la aldea, el niño hizo girar sus brazos, comprendido por todas las veletas y gallos de campanario, bajo el deslumbrante aguacero.
Madame*** instaló un piano en los Alpes. La misa y las primeras comuniones se celebraron en los cien mil altares de la catedral.
Las caravanas partieron. Y el Splendide—Hotel fue construido en el caos de hielos y noche del polo.
Desde entonces, la Luna oyó a los chacales gimoteando en los desiertos de tomillo —y a las églogas en zuecos gruñendo en el vergel. Después, en la arboleda violeta, llena de retoños, Eucaris me dijo que era la primavera.
Salta, estanque; — Espuma, rueda sobre el puente y pasa por encima de los bosques; —paños negros y órganos, relámpagos y truenos, subid y rodad; — Agua y tristezas, ascended y reanimad los Diluvios.
Pues desde que se disiparon, — Oh ¡las piedras preciosas hundiéndose, y las flores abiertas! — ¡es un tedio! Y la Reina, la maga que alumbra su brasa en la vasija de barro, no querrá jamás contarnos lo que ella sabe, y nosotros ignoramos.


ARTHUR RIMBAUD, Iluminaciones, Visor, Madrid, 1974, pp. 37-38.

VERSIÓN: Cintio Vitier

domingo, 10 de abril de 2011

COMIENDO UN MELOCOTÓN, Henri Cole

COMIENDO EL MELOCOTÓN
       
       
Comiendo el melocotón me siento como un asesino.
El tiempo y la oscuridad no significan nada para mí,
moviéndose de un lado a otro con mis blancos dientes
y mi lengua hinchada, saciándose en la pulpa
jugosa. Cuando chupo el hueso que se parece al cráneo
de un pequeño mamífero, se borra toda memoria
de penas y disputas, de soledad y ansias
de amor erótico, y del proyecto de un mundo,
donde el hombre, harto de la razón, no logra devolverle
un orden a las cosas. Comiendo el melocotón, siento el largo
vagar, mi mano humana —ayer aleta y garra—
se extiende a través de una alegoría del Edén,
del barro, del tedio y del pesar, hacia las abejas, la soledad
y el montón de briznas de hierba que arrastra el agua fría.





EATING THE PEACH

Eating the peach, I feel like a murderer.
Time and darkness mean nothing to me,
moving forward and back with my white enameled teeth
and bloated tongue sating themselves on moist,
pulpy flesh. When I suck at the pit that resembles
a small mammal’s skull, it erases all memory
of trouble and strife, of loneliness and the blindings
of erotic love, and of the blueprint of a world
in which man, hater of reason, cannot make
things right again. Eating the peach, I feel the long
wandering, my human hand —once fin andpaw—
reaching through and across the allegory of Eden,
mud, boredom and disease, to bees, solitude,
and a thousand hairs of grass blowing by chill waters.






HENRI COLE, La apariencia de las cosas. Antología poética, Quálea, Torrelavega, 2008, páginas 102-103.

Traductor: Eduardo López Truco

sábado, 9 de abril de 2011

ANTEPASADOS, Martha Yera

ANTEPASADOS

¿Cómo no creer en la veracidad humana de las pinturas rupestres? ¿ ómo negar que esas negras huellas de manos son el primer esfuerzo del hombre por darse a conocer, por dejar testimonio absoluto de que fue... y seguirá siendo? Yo, que estudié esas huellas muy de cerca, con la sonrisa desdeñosa de los que asimismo desdeñan a Sócrates, y la cosquilla incrédula en medio de la garganta, aún siento el ardor de aquel súbito golpe seco; y, por si no me creen: Miren mi trasero. Ahí están marcados los cinco prehistóricos dedos.
¿Puedo volver a darle la espalda a esta realidad?

Martha Yera 

EDMUNDO VALADÉS, El libro de la imaginación, FCE, México, 1976.

viernes, 8 de abril de 2011

LA CRUZADA DE LOS NIÑOS, Bertolt Brecht & Carme Solé Vendrell

 

BERTOLT BRECHT & CARME SOLÉ VENDRELL, La cruzada de los niños, El Jinete Azul, Madrid, 2011.

LA CRUZADA DE LOS NIÑOS

Fue en Polonia, el treinta y nueve,
donde una invasión sangrienta
convirtió en agreste tierra
muchas de sus ciudades y aldeas.
       
El hermano perdió a la hermana,
la mujer al hombre, en el batallón;
entre tanto fuego y ruinas
el niño a los padres no encontró.
       
De Polonia no llegó más,
ni carta ni noticia impresa.
Pero una extraña historia, allá
en el Este, aún se cuenta.

Caía la nieve mientras se relataba,  
en una ciudad oriental,
la cruzada de unos niños
que, en Polonia, echó a andar.
       
Allí, multitud de niños hambrientos
inundaron los caminos,
arrastrando a su paso a otros
que huían de sus pueblos destruidos.
       
Trataban de escapar de la guerra,
nocturno infernal,
y así, quizá, algún día alcanzar,
en otro país, la ansiada paz.
         
Eligieron un jefe
por su animo y empuje.
Y aún tan niño, encontrar el camino
fue su única y gran certidumbre.
       
Once años tenía la niña que, en brazos,
llevaba al crío de cuatro.
Sin paz y sin hogar,
suplió toda carencia maternal.
       
Un niño judío iba entre ellos,
con cuello de terciopelo,
acostumbrado al blanco pan,
se abrió camino resuelto.
       
Guiados por dos hermanos
diestros en el arte de la guerra,
ocuparon una granja evacuada
que pronto inundó la tormenta.

Y, de lejos, camuflado en el paisaje,
un flaco uniforme gris les seguía.
Cargaba una terrible culpa:
de los nazis, una embajada traía.
       
Entre ellos surgió un músico
que encontró un tambor entre las ruinas.
Le quitaron los palillos:
tanto ardor delataba su presencia.
       
Y con ellos un perro que,
aun capturado como sustento,
fue aceptado como uno más;
no cabía más sufrimiento.

También tenían una escuela
y un pequeño maestro de caligrafía.
En la coraza ametrallada de un tanque,
inconclusa quedó la palabra «alegr.. .».
       
Hubo un concierto:
junto a un río rumoroso en pleno invierno,
redoble de tambor
sin miedo a ser descubiertos.
       
Y surgió un amor.
Ella tenía doce; él, quince.
Peinaba su cabello
en patios ametrallados.

El amor no duró mucho.
Llegó el invierno:
cómo podrían florecer dos arbolillos
bajo un frío tan intenso.
       
También tuvieron su guerra
con otra agrupación afín
que, porque era absurda,
jamás llegó a concluir.
       
Y, aún luchaban a brazo partido
por una garita venida abajo,
cuando al bando rival, por decir algo,
se le acabo el rancho.
       
Al enterarse, el enemigo
envió patatas en son de paz,
pues un soldado desfallecido
mucha guerra no puede dar.    

Tampoco un juicio faltó
a la leve luz de dos velas,
y el juez fue condenado
tras una penosa audiencia.
       
También se celebró el entierro
de un joven con cuello de terciopelo.
Dos polacos y dos alemanes
llevaron a la tumba sus restos.
       
Allí, protestante, católico y nazi
le dieron sepultura;
al terminar, un pequeño comunista
les recordó su labor futura.
       
Así pues, a falta de carne y pan,
tenían fe y esperanza.
¡Que no oiga yo reproche si robaron
a quien les negó amparo!
       
¡Ni tampoco contra el hombre
que no les convidó a su mesa!
Hace falta harina, no espíritu de sacrificio,
para alimentar a media centena.
       
Se dirigían hacia el Sur:
las sombras que proyecta el sol,
a las doce del mediodía,
les guiaban hacia su salvación.
       
Recostado contra un abeto
hallaron a un soldado herido.
Cuidaron de él siete días
para que les revelara el camino.
       
Él solo exclamó: —¡Hacia Bilgoraj!
Y por fuertes fiebres aquejado
al octavo día murió.
También su cuerpo fue enterrado.
       
Y aunque dieron con otras señales,
¿indicarían la dirección correcta?
volcadas, y por la nieve cubiertas,
chirriaban perdidas como veletas.
       
Quizá no había mala intención
sino motivos estratégicos:
pero ¿cómo encontrar Bilgoraj
en un desierto de hielo?
       
Iban apiñados en torno al guía,
que escrutaba en la ventisca:
hasta que un pequeño dedo se alzó
y alguien gritó: —¡Allí, en lontananza!


Una noche, divisaron un fuego
que siguieron desde lejos.
Un día, tres tanques pasaron de largo,
con gente dentro.
       
Al llegar a una ciudad,
dieron un gran rodeo;
hasta que no la dejaron atrás,
solo de noche anduvieron.
       
En el antiguo sudeste polaco,
envuelta en blancos remolinos,
desapareció sin dejar ni rastro
la cruzada de unos niños.
       
Siempre que cierro los ojos,
les veo caminar
de una ruina a otra,
sea granja, aldea o ciudad.

Sobre ellos, allá en las nubes,
otras cruzadas veo pasar.
Resisten el embate del frío viento,
sin rumbo y sin hogar,
       
en busca de otro país, de un hogar,
lejos del fuego y del tronar,
donde por fin vivir en paz:
¡su tamaño es colosal!
       
Y, a la luz del crepúsculo,
pronto ya no parece la misma,
otras caritas veo:
¡españolas, francesas, amarillas!
       
En Polonia, aquel enero,
se encontró un perro sin dueño,
 de cuyo flaco cuello
colgaba un mugriento letrero.
       
«¡Auxilio! Hace mucho frío
y no encontramos el camino.
Quedamos cincuenta y cinco.
El perro hará de lazarillo.
       
Si os fuera imposible venir,
ahuyentadle, no le disparéis.
Es nuestra última esperanza,
solo él conoce este sitio».
       
De puño y letra de un niño.
Lo leyó gente del campo.
Hace año y medio de esto.
El perro murió en sus brazos.

 
TRADUCCIÓN: Moka Seco Reeg
 

jueves, 7 de abril de 2011

CABELLERA, Guillermo de Torre

GUILLERMO DE TORRE, Hélices, Centro Cultural de la Generación del 27, Málaga, 2000, páginas 55.

miércoles, 6 de abril de 2011

[DESAPARECERÁS POCO A POCO.], Andrés Barba & Pablo Angulo

LIBRO 2 [ 23 ]

Desaparecerás poco a poco. De la barbilla a los ojos esa arruga que formaban tus labios al sonreír se desdibujará hasta tomar el aspecto de una máscara. Tus ojos se velarán con una pátina semitransparente, y aunque eran verdes, aunque fueron siempre verdes, al borde de tu salto un extraño juego de la luz sobre la enfermedad los volverá azuies. Dirán tu lado: “Tienes los ojos azules, pero no sabrás que hablan de ti. Tus piernas y tus brazos se volverán pesados y lentos, se conformarán a un nuevo movimiento, contenido en el de ahora, que aún no percibes. No sabrán qué hacer contigo aunque te quieran. Buscarán ocupaciones que te entretengan y, si te agradan, responderán con alivio: "qué contento está”, antes de dejarte solo, y la mentira de ese pensamiento les hará leves durante días enteros, el tiempo que tarden en volver a ti. La lentitud de tus manos te provocará irritación al principio, igual que tu torpeza, pero también a eso terminarás por acostumbrarte. Una noche tendrás tanto miedo que te orinarás en la cama y esperarás sentado el resto de la noche en la butaca a que alguien limpie las sábanas. Otra noche te caerás sin querer y desde entonces tendrás pánico a esos seres minúsculos; las escaleras. Y todo parecerá tan estúpido, tan obvio, tan innecesario.


ANDRÉS BARBA & PABLO ANGULO, Libro de las caídas, Sexto Piso, México, 2008.

martes, 5 de abril de 2011

EL PADRE Y EL HIJO, Lafcadio Hearn


EL PADRE Y EL HIJO

En un pueblo de la provincia de Izumo vivía un campesino tan pobre que cada vez que su mujer daba a luz a un hijo, lo arrojaba al río.
Seis veces renovó el sacrificio. Al séptimo alumbramiento, consideróse ya suficientemente rico como para conservar al niño y educarlo.
Poco a poco, con gran sorpresa suya, fue encariñándose con el pequeño.
Una noche de verano encaminóse a su jardín con el infante en brazos. Este tenía cinco meses.
La noche, iluminada por una luna inmensa, era tan resplandeciente que el campesino exclamó:
—¡Ah, qué noche tan maravillosamente hermosa! Entonces el niño, mirándolo fijamente y expresándose como persona mayor, dijo:
—¡Oh, padre, la última vez que me arrojaste al agua, la noche era tan hermosa como ésta, y la luna nos miraba como ahora ...!      


Lafcadio Hearn

EDMUNDO VALADÉS, El libro de la imaginación, FCE, México, 1976, 256 páginas.

FOTOGRAFÍA: ENZO DE BERNARDINI

lunes, 4 de abril de 2011

CARDS ONLY, Pedro Caridad Cauti


CARDS ONLY

Cuando le asalta la mano mugrienta de un mendigo, el cincel del asco labra una sonrisa artificial en su rostro.
Tan artificial como los árboles de plástico que flanquean las puertas del hotel, al que acude en busca del solaz de mujeres de plástico, a las que abona sus servicios con tarjeta.
Él, que no tiene hueco, en las elegantes entretelas de sus bolsillos, para unas míseras monedas. 
Pedro Caridad Cauti

ORIGEN DE LA FOTOGRAFÍA: WILFREDO MACHADO

domingo, 3 de abril de 2011

MAL HOMBRE, Ramón Gómez de la Serna & Laura González Flores

MAL HOMBRE

Sólo un mal hombre ha podido enseñar esas posturas a la contorsionista.

Ramón Gómez de la Serna

sábado, 2 de abril de 2011

[SI HOLDEN CAULFIED FUERA POETA...], Jean Murdock & José María Casanovas



Si Holden Caulfied
fuera poeta, escribiría esto

Si queréis saber la verdad, la familia no
existe o es un restaurante chino. No bromeo.
Pero no se lo digáis a nadie. Os explicaría por
qué, pero no me apetece.


JEAN MURDOCK & JOSÉ MARÍA CASANOVAS, Los poetas que no fueron, Thule, Barcelona, 2010, pp. 18-19.

DESVÍO POR OBRAS: Los poetas que no fueron

viernes, 1 de abril de 2011

TOMÁS O MARÍA, Pedro Caridad Cauti



TOMÁS O MARÍA

Aunque sé que entonces me dolerá verte ante mí, en el suelo, me alegra pensar que me acercaré y te levantaré.
Sacudiendo la tierra de tus lastimadas manos, encontrarás alivio, tal vez en alguno de mis besos de mamá boba, tal vez en la promesa de otro caramelo, que sustituya al caído de tu boca para festín de las hormigas.
Aunque sé que entonces me dolerá, qué júbilo ahora, vislumbrar en tus mofletes dos lagrimones de caballito de mar, cuando pronuncie tu nombre.

Pedro Caridad Cauti