viernes, 24 de junio de 2011

UNA VOZ EN EL UMBRAL, Matías Candeira


UNA VOZ EN EL UMBRAL

Llevo imitando, desde hace algún tiempo, la voz de mi padre. Ahora llego a pronunciarlo todo con ese arrastre metálico de sus eses; como un fantasma, o un espía al otro lado de un teléfono sospechosamente intervenido. Sus eses, bajo mi paladar, moviéndose despacio en mi boca. Dios mío, a veces me cuesta diferenciarlas de mi propia voz. Si me lo pide el cuerpo, en mitad de la noche llamo con su acento del sur a los teléfonos eróticos. Les digo a esas mujeres que se quiten la ropa. Les ordeno que se toquen todo el cuerpo para mí; que me describan, lentamente, su forma de hacerlo. O puedo llegar —y nadie sabe lo terrible que es, nadie lo sabe— a emular su tono de tenor en la ducha. Canto sus óperas, sus malditas óperas, hasta la última nota que me queda en el cuerpo. Pero lo peor es que a veces no puedo remediarlo, y marco el número de sus antiguos amigos. Algunos llegan a balbucear, como si tuvieran vidrios dentro de la piel, y la mayoría de las veces no tardan en colgar el teléfono.
Madre es la única que siempre se queda respirando un buen rato al otro lado de la línea.
—¿Cómo has podido? -dice.
Y sé que nunca llegará a perdonarme.

MATÍAS CANDEIRA, Antes de las jirafas, Páginas de Espuma, Madrid, pp. 61-62.