lunes, 5 de marzo de 2012

LA LEYENDA DEL CUCHILLO, Mumon & Hokusai


LA LEYENDA DEL CUCHILLO
        
   El gallo francés cacarea en francés: «¡Cocorico!», el gallo alemán, en alemán: «¡Kire-kiki!», y el gallo inglés, como es debido, en inglés: «¡Cook-e-doodle-do!». Los gallos hablan la lengua de sus países respectivos, ¿o quizá son los humanos quienes interpretan a su manera el grito inocente de las gallináceas? La cuestión hace sonreír, pero hay un canto que uno no puede, ciertamente, modular a su gusto: ¡el del cuclillo! En efecto, ¿cómo transformar esa música binaria, repetitiva, de una claridad tan evidente: «cucú... cucú...»? El que ha oído una vez la voz bien timbrada del volatinero de la primavera sabe muy bien que el cuclillo hace «cucú» y nada más. Sin embargo, en el país del Sol Naciente se afirma que el cuclillo no dice «cucú... cucú...», sino «kakkó...kakkó...» Añaden, incluso, que para ello tiene una razón excelente.

***
        
   Hace muchísimo tiempo, papá cuclillo pidió un día a su hija que le rascara la espalda, cosa que él no podía hacer a pesar de sus intentos vanos y desesperados de retorcer el pico. La señorita atravesaba las tormentas de la adolescencia. Se negó a hacerlo, con el pretexto de que a papá no le gustaba cierto cuclillo juvenil que exhibía una vestimenta pardo-rojiza de muy mal efecto y que le hacía parecer un cernícalo hembra.
   —¡Grotesco! fulminaba papá ¡Un cuclillo gris se viste de gris!
   —¡Tú no sabes nada, es la última moda! replicaba su hija.
   En una palabra, cualquiera que fuera el motivo, la señorita cuclillo se negó a hacer ese favor a su padre. Éste, al que la espalda le picaba furiosamente, fue a frotarse contra una piedra puntiaguda. Se hizo una herida. La herida se infectó. Y se murió. Una historia lamentable... La joven cuclillo sintió tal dolor que desde entonces repite «¡Kakkó...kakkó...!», que en japonés significa: «¡Rascaré..., rascaré...!» Sí, rascaré la espalda de mi papá.
   Por desgracia, es demasiado tarde.
***     
        
   El remordimiento es una herida abierta. Tiene efectos deletéreos sobre los demás y sobre uno mismo. Conviene dice el sabio asumir los propios errores, ofrecer reparación y olvidarse de ello.
        
                     Las flores en primavera, la luna en otoño,
                     la brisa fresca en verano, la nieve en invierno.
                     Libera a tu alma de todo pensamiento vano.
                     Cada estación será para ti un encanto.
        
        
                                                                       Mumon (1183-1260),
                                                                         maestro Zen y poeta chino


HENRI BRUNEL, Los más bellos cuentos zen, Olañeta, Palma de Mallorca, 2011(2006),  pp. 177-178.

Ilustración: HOKUSAI