martes, 10 de abril de 2012

SUEÑO INFANTIL, Cástor Santana


SUEÑO INFANTIL

   Me llamo Marta y tengo 9 años —bueno, casi 10—. Acabo de llegar a casa después del colegio y estamos comiendo, como siempre, en la cocina. Mi madre levantándose y sentándose continuamente, atendiéndonos como si estuviéramos en una cafetería: por turnos. Masticando entre risas, empujones y gritos. De repente, levanto la cabeza y veo a mis hermanos y a mi madre dormidos, con la cabeza encima de la mesa; a mí no me extraña, yo también tengo mucho sueño. Así que retiro el plato de comida hacia un lado —qué raro, ya no me acuerdo de lo que estaba comiendo— y pongo mi frente encima de mis brazos flexionados, como cuando echamos la siesta en el colegio después del recreo. Mientras me quedó dormida, sin oler en ningún momento el gas que emana del fogón apagado, oigo las motocicletas de los chicos del barrio, y pienso: ya está aquí el verano.

CÁSTOR SANTANA, BABELIA, 25 de mayo de 2002, página 15.