martes, 30 de octubre de 2012

ANGUIANO ARTICULOS RELIGIOSOS ROSARIOS ESTATUAS MEDALLAS INCIENSO VELAS TALISMANES PERFUMES ACEITES HIERBAS, Sandra Cisneros


ANGUIANO ARTICULOS RELIGIOSOS ROSARIOS ESTATUAS MEDALLAS INCIENSO VELAS TALISMANES PERFUMES ACEITES HIERBAS
         
         
   ¿Conoces esa tienda de artículos religiosos de Soledad, enfrente del Sanitary Tortillas? Al lado del Salón El Divorcio. No vayas. El dueño es un incordiante. Y no soy la única que lo dice. Es famoso por ser un incordiante.
   Lo sé todo sobre él, pero aún así entré. Porque necesitaba una Virgen de Guadalupe y las hermanas Preciado, de South Laredo, no tenían ninguna que no pareciera hecha con los pies.
   Yo pensaba en una estatua, o quizás en uno de esos lindos dibujos en tres dimensiones, esos hechos de tiras de cartón, que si miras de lado ves al Santo Niño de Atocha y si miras de frente es la Virgen y si miras del otro lado es Santa Lucía con los ojos en una bandeja, o a veces San Martín Caballero cortando en dos su capa romana con una espada para dársela a un mendigo, aunque me gustaría saber por qué no le dio al mendigo la capa entera si tan santo era, ¿no?
   Bueno, eso buscaba. Una de esas estampas enmarcadas con una tira plateada de papel de aluminio arriba y abajo y el marco de madera pintado de una rosa alegre o un turquesa. Son más baratos en el otro lado, pero no tenía tiempo de ir a Nuevo Laredo porque de lo de Tencha me enteré sólo el jueves. La llevaron directamente al hospital de Santa Rosa. Tuve, que tomarme media jornada de trabajo y coger el autobús, bueno, ¿qué iba a hacer? O en Anguiano Artículos Religiosos, o en Hermanas Preciado Botánica.
   Y entonces, después de caminar con aquel calor desde Santa Rosa, a que no adivinas que ocurre. Anguiano ha cerrado, y eso que se le ve sentado dentro, a oscuras. Y yo venga llamar y llamar, llamar y llamar picando el vidrio con una moneda. ¿Y sabes qué hace antes de abrir? Me mira de arriba a abajo como si fuera una de esas señoras del hotel Cactus, o de la casa de empeños El Tribunal o de la Western Wear y fuera a robarle.
   Yo pensaba en una de aquellas estampas brillantes enmarcadas que había en el escaparate. Pero entonces vi unas estatuillas de la Virgen de Guadalupe con pestañas de verdad. Bueno, no con pelo de verdad, pero con una cosa negra tiesa como si fueran cepillitos, aunque no me gustaba el aspecto de la Virgen con las pestañas de pelo, bien maliciosa, como los amores de la calle. Eso no está bien. Miré todas las Vírgenes de Guadalupe que él tenía. Las imágenes, los dibujos enmarcados, las estampillas y las candelas. Porque sólo tenía diez pesos. Y mientras tanto había entrado más gente. Pero ¿sabes lo que me dijo? No te lo vas a creer. Me dijo Ya veo que no vas a comprar nada. Bien claro y en castellano. Ya veo que no vas a comprar nada.
   Oh, por supuesto que sí, pero necesito más tiempo para pensar.
   Bueno, si lo que quieres es pensar, vete a pensar ahí delante, a la iglesia; mientras te dedicas a pensar aquí estás malgastando tu tiempo y el mío.
   Te lo juro por Dios. La forma en que me habló era fea en serio. Bueno, si quieres pensar cruza la calle hasta San Fernando, aquí estás perdiendo tu tiempo y el mío.
   Tenía que habérselo dicho. Váyase al infierno. Pero ¿para qué? Irá igualmente.
         
      SANDRA CISNEROS, Érase un hombre, érase una mujer, Ediciones B, Barcelona, 1992, pp. 187—189.

Fotografía: Won-Tolla