miércoles, 31 de octubre de 2012

GRACIAS A LA VIDA, Giovanni Mirabassi



GIOVANNI MIRABASSI, Adelante, Discografh, 2012.

EUCLIDEANA, René Avilés Fabila



EUCLIDEANA

   En una ciudad actual la distancia más corta entre dos puntos no es la recta: es el zigzag que nos evita los semáforos.

René Avilés Fabila

martes, 30 de octubre de 2012

ANGUIANO ARTICULOS RELIGIOSOS ROSARIOS ESTATUAS MEDALLAS INCIENSO VELAS TALISMANES PERFUMES ACEITES HIERBAS, Sandra Cisneros


ANGUIANO ARTICULOS RELIGIOSOS ROSARIOS ESTATUAS MEDALLAS INCIENSO VELAS TALISMANES PERFUMES ACEITES HIERBAS
         
         
   ¿Conoces esa tienda de artículos religiosos de Soledad, enfrente del Sanitary Tortillas? Al lado del Salón El Divorcio. No vayas. El dueño es un incordiante. Y no soy la única que lo dice. Es famoso por ser un incordiante.
   Lo sé todo sobre él, pero aún así entré. Porque necesitaba una Virgen de Guadalupe y las hermanas Preciado, de South Laredo, no tenían ninguna que no pareciera hecha con los pies.
   Yo pensaba en una estatua, o quizás en uno de esos lindos dibujos en tres dimensiones, esos hechos de tiras de cartón, que si miras de lado ves al Santo Niño de Atocha y si miras de frente es la Virgen y si miras del otro lado es Santa Lucía con los ojos en una bandeja, o a veces San Martín Caballero cortando en dos su capa romana con una espada para dársela a un mendigo, aunque me gustaría saber por qué no le dio al mendigo la capa entera si tan santo era, ¿no?
   Bueno, eso buscaba. Una de esas estampas enmarcadas con una tira plateada de papel de aluminio arriba y abajo y el marco de madera pintado de una rosa alegre o un turquesa. Son más baratos en el otro lado, pero no tenía tiempo de ir a Nuevo Laredo porque de lo de Tencha me enteré sólo el jueves. La llevaron directamente al hospital de Santa Rosa. Tuve, que tomarme media jornada de trabajo y coger el autobús, bueno, ¿qué iba a hacer? O en Anguiano Artículos Religiosos, o en Hermanas Preciado Botánica.
   Y entonces, después de caminar con aquel calor desde Santa Rosa, a que no adivinas que ocurre. Anguiano ha cerrado, y eso que se le ve sentado dentro, a oscuras. Y yo venga llamar y llamar, llamar y llamar picando el vidrio con una moneda. ¿Y sabes qué hace antes de abrir? Me mira de arriba a abajo como si fuera una de esas señoras del hotel Cactus, o de la casa de empeños El Tribunal o de la Western Wear y fuera a robarle.
   Yo pensaba en una de aquellas estampas brillantes enmarcadas que había en el escaparate. Pero entonces vi unas estatuillas de la Virgen de Guadalupe con pestañas de verdad. Bueno, no con pelo de verdad, pero con una cosa negra tiesa como si fueran cepillitos, aunque no me gustaba el aspecto de la Virgen con las pestañas de pelo, bien maliciosa, como los amores de la calle. Eso no está bien. Miré todas las Vírgenes de Guadalupe que él tenía. Las imágenes, los dibujos enmarcados, las estampillas y las candelas. Porque sólo tenía diez pesos. Y mientras tanto había entrado más gente. Pero ¿sabes lo que me dijo? No te lo vas a creer. Me dijo Ya veo que no vas a comprar nada. Bien claro y en castellano. Ya veo que no vas a comprar nada.
   Oh, por supuesto que sí, pero necesito más tiempo para pensar.
   Bueno, si lo que quieres es pensar, vete a pensar ahí delante, a la iglesia; mientras te dedicas a pensar aquí estás malgastando tu tiempo y el mío.
   Te lo juro por Dios. La forma en que me habló era fea en serio. Bueno, si quieres pensar cruza la calle hasta San Fernando, aquí estás perdiendo tu tiempo y el mío.
   Tenía que habérselo dicho. Váyase al infierno. Pero ¿para qué? Irá igualmente.
         
      SANDRA CISNEROS, Érase un hombre, érase una mujer, Ediciones B, Barcelona, 1992, pp. 187—189.

Fotografía: Won-Tolla

lunes, 29 de octubre de 2012



EL GRAN CAMPEADOR

Ese Cid
leal a él.
Dícese.



ÓSCAR RENÉ CRUZ, Minificciones palindromáticas, Publicaciones Cruz, México D.F., 2006, 222 páginas.

domingo, 28 de octubre de 2012

CUESTIONES DE TRÁMITE, Pere Calders



CUESTIONES DE TRÁMITE

   Le dijeron al reo que tenía el derecho de una última voluntad, pero él contestó que pasaba, porque no se pondrían de acuerdo.


PERE CALDERS, Ruleta rusa y otros cuentos, Anagrama, Barcelona, 1984, página 288.

sábado, 27 de octubre de 2012

EL COLUMPIO, Patricia Esteban Erlés


EL COLUMPIO

   Me acuerdo de cuando confundimos la muerte con un columpio.

PATRICIA ESTEBAN ERLÉS, Casa de muñecas, Páginas de Espuma, Madrid, 2012, páginas 166-167.

viernes, 26 de octubre de 2012

PAN, Sandra Cisneros







PAN
        
   Teníamos hambre. Fuimos a una panadería de Grand Avenue y compramos pan. Llenamos todo el asiento de atrás. Todo el coche olía a pan. Grandes hogazas con forma de culo gordo. Pan de culo gordo. Lo dije en castellano. Pan de nalgona. Y él dijo culo gordo en italiano, pero ya no me acuerdo de como lo dijo.
   Arrancábamos pedazos grandes con las manos y nos lo comíamos. El coche era azul nacarado como mi corazón aquella tarde. Olía a pan caliente, pan a manos llenas, un tango en el casete con el volumen alto, alto, alto porque él y yo éramos los únicos que podíamos aguantarlo así, como si el bandoneón, el violín, el piano, la guitarra, el bajo estuvieran dentro de nosotros, como cuando él no se había casado, como antes de que tuviera hijos, como si todo aquel dolor no hubiera pasado entre los dos.
   Recorrimos calles cuyos edificios le recuerdan, dice, lo encantadora que es esta ciudad. Y yo me acuerdo de cuando era pequeña y una primita mía murió porque había tragado matarratas en un edificio como aquéllos.
   Así son las cosas. Y así circulábamos. Con todos los recuerdos de su nueva ciudad, de mi vieja ciudad, besándome entre grandes bocados de pan.
        
         SANDRA CISNEROS, Érase un hombre, érase una mujer, Ediciones B, Barcelona, 1992, pp. 131-132.

jueves, 25 de octubre de 2012

[POR MÁS QUE LO PIENSO...], Antonio Martínez Sarrión



   Por más que lo pienso, no hallo mejor oficio que el de critico de haikus, puesto que tuvo un poeta «zen» japonés llamado Senroy. Evaluaba cuantos poemas se le sometían y los que juzgaba mejores se publicaban. Se calcula que hizo la crítica de dos millones y medio de piezas. También cómo no los escribio con mucho acierto. Murió en 1790, a la venerable edad de setenta y tres años. ¡Qué destino admirable! A este maestro le heredó y sustituyó en el sutil oficio su hijo mayor, y muerto éste, otro hijo. De este tercer Senroy es esta composición difícilmente mejorable por sus antecesores, hermano y padre respectivamente:

         Como gota de rocío
         sobre una hoja de loto,
         desaparezco.

ANTONIO MARTÍNEZ SARRIÓN, Escaramuzas, Alfaguara, Madrid, 2011.

miércoles, 24 de octubre de 2012

SEGURO VENDEDOR, Flavia Company



SEGURO VENDEDOR
        
   Yo no quiero insistir, pero a ver, usted lo que tiene que hacer es mirar la piel, ¿qué le parece?, ¿se da cuenta de lo que tiene en las manos?, napa de la mejor, la de mayor calidad del mercado de todos los tiempos, lo más bueno y suave que puede encontrar en todo el país, se lo digo con el corazón en la mano, pruébeselos, ya verá, le quedarán como un guante, se adaptan al pie como una tela mágica, si es que es la mejor napa del mercado, ya le digo, son unos fabricantes exclusivos, en lo suyo no tienen competencia, fabrican para gente especial, eso se ve en el precio, desde luego, pero después se agradece, verá cómo vuelve, si es que son unos zapatos impresionantes, una inversión, por lo bien que quedan y por lo que duran, no hay más que verlos puestos, ¡pero si le quedan de fábula, mujer!, vamos, si se los deja puestos un ratito se los compra, seguro, a lo bueno se acostumbra uno enseguida, no hay prisa, pruébeselos, verá, napa como esta no la encontrará en ningún otro sitio, eso se lo digo desde ya, y yo no miento, que esta napa es la mejor es un hecho, ahora bien, si le gustan o no ya es otra cosa, porque sobre gustos no hay nada escrito, pero como diseño y calidad, no hay más que mirar cómo y con qué están hechos, trabajos tan bien acabados se ven pocos, en eso estará de acuerdo conmigo, que le gusten o no, no digo nada porque cada quien es cada cual, pero que son unos buenos zapatos, no hay quien lo discuta, lo mejor del mercado, ya le digo, pero no quiero insistir, se ve de sobra que son los mejores zapatos del mundo, no necesitan propaganda, no se arrepentirá.
        
        
DIAGNÓSTICO: Tautología (Repetición de un mismo pensamiento expresado de diversas maneras).

martes, 23 de octubre de 2012

UNA PÁGINA MUY ROJA, Eugenio Mandrini


UNA PÁGINA MUY ROJA
  
   Abrió grande la boca, se introdujo una rosa roja y, pacientemente, para no dañar su belleza eterna, la fue tragando entera. Después, volvió a sus ocupaciones y preocupaciones diarias, a la espera de que algo grandioso sucediera dentro suyo: que brotaran de su boca, por ejemplo, jardines del paraíso y le colmaran los ojos. Sin embargo, durante días nada de este mundo ni del más allá sucedió en su vida. Insatisfecho entonces fue en busca de una nueva rosa roja y al querer tomarla  —cosa insólita — la vio temblar, temblar como de miedo, y enseguida, entre agitaciones, comenzar a deshojarse como una garúa trágica. Esa misma noche, abrumado, tomó un lápiz y un papel y trazó el dibujo de una rosa. Con el color que fluía del
sendero abierto en una de sus venas, la pintó de rojo, y con las últimas gotas, escribió una sola palabra: Perdón.
   Nunca sabremos si aquella rosa roja lo acosará en los sueños.

Por favor, sea breve 2: Antología de microrrelatos, Clara Obligado (Ed.), Páginas de
Espuma, Madrid, 2009. p. 75.

lunes, 22 de octubre de 2012

HUELLAS


HUELLAS
        
   El hombre estaba muerto, rígido, envuelto en blancas vendas. Su espíritu flotaba en el extraño intermedio que sigue a la negra zambullida. Acababa de dejar una vida, una historia, un mundo. Mientras se adentraba en la espiral luminosa que se materializaba poco a poco ante él, le vino a la mente su aventura humana. La vio como unos pasos que dejan huellas en la arena, ligeros cuando la vida es simple o rutilante de alegría; pesados y profundos en los días de angustia.
   Su adhesión a Dios no había flaqueado nunca, había vivido en estado permanente de recuerdo, no había olvidado nunca al Ser. El Señor, además, le había acompañado a todas partes. Vio su rastro al lado del suyo propio y sonrió. Después, al contemplar otra vez el camino, se dio cuenta de que el doble rastro de huellas no era constante. Dios había atravesado con él las alegrías pero, en los días de desgracia, él, el humano, el pobre hombre, había tenido que caminar sin compañía alguna.
   Su alma en agonía interpeló a Dios:
   —Señor, ¿por qué me abandonaste? ¡Mira lo mal que me iba y lo solo que estaba!
   Dios, a su lado, contestó:
   —Fíjate mejor en la forma de los pasos: cuando estabas alegre, yo estaba junto a ti, pero cuando sufrías, cuando estabas tan cansado de afrontar las dificultades del mundo que ya no podías mantenerte en pie tú solo, ¡yo te llevaba en brazos!
        
MARTINE QUENTRIC-SÈGUY, Cuentos de los sabios de la India, Sígueme, Salamanca, 2002, p.17.

domingo, 21 de octubre de 2012

SUSPIRO POR EL CABELLO CANO, Wang Wei


SUSPIRO POR EL CABELLO CANO


Las mejillas rosadas de antaño se han tornado dentadura senil.
Cabello cano al instante se ha vuelto el pelo infantil.
¡Tantas cosas en una vida desgarran el corazón!
¿Cómo disiparlas, sino por la vía de la vacuidad?


WANG WEI, 99 cuartetos de Wang Wei y su círculo, Pre-Textos, Valencia, 2000, p. 203.

sábado, 20 de octubre de 2012

DAY IS DONE, Jason Parker


JASON PARKER, Five Leaves Left: A Tribute To Nick Drake, Broken Time Records, 2012.

***
DAY IS DONE

When the day is done
Down to earth then sinks the sun
Along with everything that was lost and won
When the day is done.

When the day is done
Hope so much your race will be all run
Then you find you jumped the gun
Have to go back where you begun
When the day is done.

When the night is cold
Some get by but some get old
Just to show life’s not made of gold
When the night is cold.

When the bird has flown
Got no one to call your own
Got no place to call your home
When the bird has flown.

When the game’s been fought
You sped the ball across the court
Lost much sooner than you would have thought
When the game’s been fought.

When the party’s through
Seems so very sad for you
Didn’t do the things you meant to
Now there’s no time to start anew
When the party’s through .

When the day is done
Down to earth then sinks the sun
Along with everything that was lost and won
When the day is done.




Josh Rawlings - piano
Evan Flory-Barnes - bass
D'Vonne Lewis - drums
With special guests:
Michele Khazak - vocals
Cynthia Mullis - tenor sax & flute


   
Cuando el día termina
El sol se hunde en la tierra
Junto con todo lo que se perdió y se ganó
Cuando el día termina.

Cuando el día termina
Esperas haber corrido entera tu carrera
Entonces descubres que te precipitaste
Y tienes que volver a donde empezaste
Cuando el día termina.

Cuando la noche es fría
Algunos se las arreglan pero otros envejecen
Demostrando que la vida no está hecha de oro
Cuando la noche es fría.

Cuando el pájaro ha echado a volar
No tienes a nadie que te llame
No tienes ningún lugar al que llamar tu casa
Cuando el pájaro ha echado a volar.

Cuando acaba el partido
Lanzaste la pelota a través del campo
Perdiste mucho antes de lo que había pensado
Cuando acaba el partido.

Cuando acaba la fiesta
Pareces muy triste
¿No hiciste las cosas que pensabas?
Ahora no hay tiempo para empezar de nuevo
Cuando acaba la fiesta.

Cuando el día termina
El sol se hunde en la tierra
Junto con todo lo que se perdió y se ganó
Cuando el día termina.




viernes, 19 de octubre de 2012

NUNCA SE SABE, Pere Calders


NUNCA SE SABE
        
   De las cuatro ruedas del coche, había una que giraba al revés. Pero era la buena, porque intentaba alejarnos de una curva que nos destrozó a todos.
       


PERE CALDERS, Ruleta rusa y otros cuentos, Anagrama, Barcelona, 1984, página 290.

jueves, 18 de octubre de 2012

PRIMER PLATO, Patricia Esteban Erlés & Chema Madoz

PRIMER PLATO

   Poco después llegó la muerte. Todos la vimos trepar por tu pelo, pero bajamos los ojos y seguimos comiendo. Rezando en voz baja para que se conformara contigo.



miércoles, 17 de octubre de 2012

[LOS DÍAS PUEDEN ANOCHECER...], Catulo & Chema Madoz




Los días pueden anochecer y volver a amanecer.
Pero a nosotros, cuando se nos apaga,
sólo una vez, nuestra breve luz,
una única noche, eterna, tenemos que dormir.

Catulo

martes, 16 de octubre de 2012

NADA ES REGALO, Wislawa Szymborska

NADA ES REGALO

Nada es regalo, todo es préstamo.
Estoy de deudas hasta el cuello.
Con mí misma deberé pagar
por mí misma,
dar la vida por mi vida.

Es lo establecido:
el corazón se devuelve,
el hígado se devuelve,
y los dedos, uno a uno.

Demasiado tarde para rescindir el contrato.
Ejecutarán mis deudas
y mi cuerpo.

Camino por el mundo
entre una multitud de deudores.
Unos están obligados
a pagar por sus alas.
Otros, quieran o no,
saldarán sus hojas.

En la página «Debe»
figuran nuestros tejidos.
Ni una pestaña, ni un tallo
se conservan para siempre.

El registro es exacto
y todo parece indicar
que nos quedaremos sin nada.

No consigo recordar dónde,
cómo ni por qué
me dejé abrir esta cuenta.

La protesta
se llama alma.
Y es lo único
que no consta en el registro.

WISLAWA SZYMBORSKA, Paisaje con grano de arena, Círculo de Lectores, Barcelona, 1997, pp. 109-210.

lunes, 15 de octubre de 2012

FANTASMA (HOMENAJE A J.J. ARREOLA), Patricia Esteban Erlés



FANTASMA (HOMENAJE A J.J. ARREOLA)

   El hombre que amé se ha convertido en fantasma. Me gusta ponerle mucho suavizante, plancharlo al vapor y usarlo como sábana bajera las noches que tengo una cita prometedora.


**********

La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones.

JUAN JOSÉ ARREOLA

domingo, 14 de octubre de 2012

SIETE DE SIRENAS, Alberto Chimal


SIETE DE SIRENAS

A Javier Perucho y Sergio Gaut vel Hartman

Las sirenas no existen o se extinguieron hace muchos años.
MENCIO FERDINÁNDEZ



PARASITISMO

   En los sueños, las sirenas nadan como en el agua primordial, antes del surgimiento de la vida, cuando efectivamente no había nada más que los sueños: los peces abisales no las amenazan desde abajo, las gaviotas no defecan en ellas cuando salen a la superficie, los barcos no les huyen (ni tampoco, de estar gobernados por marinos jariosos, van a su encuentro a toda máquina) y los simples delfines –que en esto son como los tiburones– no cuentan maledicencias sobre sus cabellos verdes ni sus colas brillantes.
   Esta situación, tan placentera para las sirenas, es lo que las vuelve tan difíciles de extraer de la mente del soñador que las acoge. En 2004, la psique de la ingeniera Alejandra B., de la ciudad de Morosa, resultó contener 4,703 sirenas distintas; tenían sus nidos en miedos y aspiraciones, salían a jugar en los recuerdos de la infancia y se alimentaban, voraces, de los conocimientos profesionales que la ingeniera se había metido en la cabeza, a muy alto precio, a lo largo de cinco años en el Tecnológico Integrado de su ciudad. Fue imposible persuadir a las sirenas de cambiar su dieta: la ingeniera debió dejar su empleo y buscar un trabajo no calificado (terminó ateniendo una tortería, donde se le reportó dichosa y serena por varios años). Luego las sirenas empezaron a comerse otros de sus recuerdos. Actualmente, recluida en un hospital, la pobre mujer cree ser una niña y está perpetuamente fascinada por las sirenitas, de cabellitos verdes y colitas brillantes, que ya se le aparecen incluso cuando está despierta, flotando ante sus ojos.
REALISMO

   La obra de teatro (didáctica) es Las sirenas no existen, de la maestra Pedroza; su mensaje es «hay que aceptar la realidad tal como es». Al final de la función, hartas de las pelucas y las falsas colas y los sostenes que parecen conchitas y todos los otros accesorios horribles, las actrices se desnudan. La lamia es siempre la primera en terminar, impetuosa que es; el hada, la ondina, la salamandra y la esfinge pueden tardar más o menos según su humor y sus urgencias; al final, invariablemente, siempre es la quimera quien se queda sola en el camerino, y no se lo dice a nadie pero es que desearía no salir jamás: su propia existencia es miserable, y cuando al fin sale a la calle nadie la mira «y el mundo es durísimo», dice.
DE LA MALA GENTE

   Las sirenas del Mar Jónico no eran tales, sino títeres de guante del Rey del Océano, quien hace muchos siglos usaba de teatrino (esta palabra, más bien de origen italiano, significa «teatro de marionetas») las rocas de los arrecifes de Paraxiphos. Ferdinández, quien reporta todas estas cosas en su Esplendor del Espantoso Mar, las reporta así:
   "Fascinados los marinos por la belleza ilusoria de las mujeres-pez, van con sus barcos y dan en las rocas con enorme violencia. Todos mueren ahogados o hechos pedazos. Cuando los restos van a dar, revolcados y cubiertos de algas, a las playas cercanas, el Rey se quita de las manos –que son cien– los guantes enormes de piel y pelo que manejó con tanta maña para atraer a sus víctimas. Luego se levanta del fondo marino, enorme, y desde muy lejos se puede ver cómo va surgiendo: primero salen los cien brazos, y luego su cabeza de coral y su torso lustroso y azul. Si es de día se puede ver su sonrisa ciclópea, hecha de dientes de roca verdinegra."
CIENCIA FICCIÓN

   El doctor Kreseepurson, desde luego científico loco, inventó un «Rayo Sirenizador» y quiso probarlo. Pero le fue peor que al famoso Krackelgruber y su aparato para transformar a las personas en ángeles: algo no salió bien y las ciudades se llenaron de pobres diablos con colas de pez en lugar de manos, colas de pez en lugar de ojos, colas de pez en lugar de narices, espaldas, dientes, cerebros, cabellos, órganos de la generación pero nunca en lugar de las dos piernas, de tal suerte que ninguno parecía realmente una sirena y nadie creyó que el tiempo de la razón hubiera pasado y estuviera cerca, destrucción, cataclismo, una nueva edad de mitos eternos.
   (Y tal era el objetivo último de Kreseepurson, a quien su padre había forzado a dedicarse a la ciencia en vez de a la tarjetería española, con el rencor y odio consiguientes).

CIENCIA FICCIÓN 2

   Homuncular, sicalíptica, estúpidamente, las sirenititas comenzaron a pelear dentro de la retorta: todas querían llegar al cuello del recipiente e hicieron muy feliz a su creador, el doctor Yakitito, quien no sólo vio que podría controlarlas con facilidad (el cuello estaba tapado con un corcho enorme), también advirtió que, liberadas en el agua corriente –o infiltradas en las botellas y los garrafones de agua purificada– sus criaturas llegarían a todas las casas de clase media baja en adelante y espantarían a los niños con sus palabras atroces; a las señoras con su actitud obscena; a los señores y curas con su belleza física perpetuamente inasible, y a los críticos literarios con su belleza perpetuamente inasible, no sólo física, sino artística, miniaturizada, de cosa levemente nueva y a la vez muy antigua, del todo imprevista por la mediocridad y abulia de la época.

CUENTO DE NAZISMO MÁGICO

   Torturadas, vejadas, adoctrinadas a la vez en el nacionalsocialismo y el nado sincronizado, las últimas sirenas decoraban las mejores fuentes y albercas berlinesas. Nadaban en línea rectísima, acompañadas por rudas marchas reproducidas en gramófono. El efecto era curioso, además, porque decían imitar a Esther Williams en Escuela de sirenas (Hitler y Goebbels eran fans secretos) pero vestían como Charlotte Rampling en Portero de noche.
   No eran más de diez o doce al final y se suicidaron cuando ya se acercaba el Ejército Rojo: se echaron en un tanque de agua sucia, se tomaron de las manos para hacer una florecita, una humilde y breve figura, e hicieron estallar muchas granadas de mano.
   Su esclavitud (decía la nota suicida) las había expulsado del territorio de la leyenda y amenazaba con encerrarlas en el de una mera historia, o peor, una historia morbosa, pisoteada, que se volvería materia de libros ridículos y chistes infectos.
MIGRANTES

   Tatuada en el pecho de un marinero yucateco, Fidelina -sirena de largos cabellos y pechos desnudos– fue la primera. Un día el marinero se descamisó y ella no estaba más. Pero ese mismo día empezaron a llegar los reportes: a Fidelina se unían miles más, todas sirenas, todas creadas en negro o en colores, todas escapando de la piel de alguien y del sueño de tinta. Por fin se supo que todas iban a dar al vientre enorme de un ingeniero en Mallorca, quien se descamisó ante las cámaras y mostró, a más de sus carnes temblorosas y bastas, la fiesta tremenda de las sirenas, que hablaban, bailaban, reían sin que se oyera nada, planas bajo la piel más movediza, haciéndose pequeñas para indicar que estaban lejos o empujándose para lograr close-ups sobre la piel floja que les daba cobijo. Entonces, de pronto, un día (no se sabe por qué en ese momento y no en otro), Fidelina hizo un gesto con la mano. Todas las otras voltearon a mirarla; luego miraron a quienes las miraban; luego el ingeniero pidió una explicación; luego Fidelina sacó un pincel, tan hecho de tinta como ella, que usó para dibujar una tosca puerta justo sobre el ombligo de su anfitrión, y la puerta se abrió y todos gritaron de asombro y todas pasaron por la puerta hacia no se sabe dónde mientras el mundo observaba y el ingeniero se sentía, de pronto, observado, ansiado en su fealdad, porque ya no había nada sino su panzota ante los ojos del mundo.

ALBERTO CHIMAL, Siete, Salto de Página, Madrid, 2012, pp. 145-149.

sábado, 13 de octubre de 2012

LOS CALZONCILLOS, Sandra Cisneros



LOS CALZONCILLOS
        
        
   ¡Gluuups! Ahí va tu gaseosa. ¿Ves? Mira. Mamá, ven y coge a tu pequeñita. Vigílala, va descalza y podría cortarse. Supongo que hay que fregarlo, ¿no? Yo hace mucho tiempo que no tiro nada. Desde que era un crío, supongo. No recuerdo la última vez que tiré un vaso de gaseosa. Y mira que la Big Red es pegajosa, ¿eh? Se pega a la ropa y no se va, y a los niños les deja la boca pintada como los payasos, ¿verdad? Mira qué guapa es. Lo que yo te diga.
   Ah, los niños son muy guapos cuando son pequeñitos, y cuando empiezan a volverse feos ya es demasiado tarde, entonces ya los quieres.
   He de vigilar y no comprarles gaseosa en botellas de cristal la próxima vez. Sobre todo Big Red. Pero es la que más piden, ¿no? Claro que puedes coger mi cesta. Lo mío aún no está listo.
   Cuando murió mi mujer, solía ir a un sitio en Calaveras mucho más grande que éste. Este no es nada. En aquel sitio había el doble de máquinas. Y tenían secadoras en las que pagabas un cuarto por quince minutos, y así te ahorrabas otro cuarto extra con el poliéster, por ejemplo, que se seca muy rápido. Pero sólo había dos, tenías que ser un galgo y pillarlas en cuanto quedaban libres.
   Aquí todo va a cincuenta céntimos los treinta minutos. Resulta caro cuando tienes que estar echando cuartos y cuartos y cuartos. A veces, si hay suerte, se puede conseguir una máquina en la que quede tiempo pagado, fíjate. Le metes cosas ligeras que se secan como si nada. Calcetines, trapos, las camisas de mezcla, quizá para que no se arruguen, ¿no?
   En cambio, mis jeans podrían estar más de treinta minutos. Con treinta minutos no basta, pero prefiero llevármelos a casa húmedos y colgarlos en el alféizar antes que echar otros cincuenta céntimos, Es porque los seco a baja temperatura, fíjate. Antes los secaba con aire muy caliente y luego siempre me iban estrechos. La señora del K mart me dijo: Tienes que lavarlos en frío porque si no se te encogen puestos. Tiene razón. Mira, ahora siempre los seco en frío, aunque se tarda más y quedan húmedos después de los treinta minutos, Por lo menos luego me caben. Todo eso he aprendido.
   ¿Y sabes otra cosa? Cuando lavas, no basta con separar la ropa según la temperatura. También hay que separarla según el peso. Las toallas con las toallas. Los jeans con los jeans. Las sábanas con las sábanas. Y asegúrate siempre de que usas mucha agua. Ahí esta el secreto. Aunque sólo metas unas cuantas cosas en la máquina. Mucha agua, ¿lo entiendes? Así toda la ropa se lava mejor y no se raja ni se desgasta luego al llevarla, mira, y dura más. Ese es otro truco que he aprendido.
   Ahora asegúrate de que no se te quede la ropa en la secadora... De nada. Tienes que vigilarla, ¿entiendes? En cuanto para de girar, la sacas. Si no, luego te da aún más trabajo.
   Las camisetas se me arrugan aunque las seque durante quince minutos, tanto en frío como en caliente. Siempre pasa con las camisetas. Hagas lo que hagas, siempre se arrugan un poco. Son curiosas, las camisetas.
   ¿Sabes cómo hacer para que se te vayan las manchas? Adivínalo. Cubitos de hielo. Que sí. Eso me lo enseñó mi mujer. Yo pensaba que estaba loca. Cada vez que derramaba algo en el mantel, salía corriendo a por la cubitera. Si manchaba de sangre una toalla, cubitos de hielo. Si se derramaba cerveza en la alfombra de la salita, eso es, cubitos de hielo.
   Ah, mujer, qué limpia era. En casa todo parecía nuevo, por viejo que fuera. Toallas, sábanas, almohadones bordados y aquellos tapetes, los que llaman caminos de mesa, y esos que se ponen en las. butacas para la cabeza, ésos, siempre los tenía blancos y almidonados como cuello de monja. Lo que yo te diga. Todo lo almidonaba y planchaba. Mis calcetines, mis camisetas. Incluso planchaba los calzoncillos. Que sí, me volvía loco con sus cubitos. Pero ahora que está muerta..., bueno, así es la vida.
        
    SANDRA CISNEROS, Érase un hombre, érase una mujer, Ediciones B, Barcelona, 1992, pp. 187—189.
        

viernes, 12 de octubre de 2012

EL SECRETO DEL ESCULTOR, Jean-Claude Carrière & Patricia Iglesias



EL SECRETO DEL ESCULTOR
        
   Una historia contemporánea, probablemente francesa, presenta a un escultor que ordena que se le lleve un gran bloque de piedra y se pone a trabajar en él.
   Unos meses más tarde, acaba de esculpir un caballo.
   Entonces un niño, que le había observado trabajar, le preguntó:
   —¿Cómo sabías que había un caballo dentro de la piedra?

JEAN-CLAUDE CARRIÈRE, El círculo de los mentirosos II, Lumen, Barcelona, 2008, p. 56.

Escultura: Patricia Iglesias

jueves, 11 de octubre de 2012

LA RISA, Marcial Fernández


LA RISA

   Se reía de todo. Cuando fue pobre, de su pobreza; cuando fue rica, de su riqueza; cuando estuvo en el manicomio, de su propia locura. Tal vez por ello, cuando sus familiares la veían, lloraban de pena.


MARCIAL FERNÁNDEZ, Andy Watson, contador de historias, Ficticia, México, 2005, p. 66.

miércoles, 10 de octubre de 2012

martes, 9 de octubre de 2012

DESCONSOLADAMENTE, Juan Gelman & Carlos Alonso

XIII

Desconsoladamente.
Des
con sol,
hada,
mente.

13-5-80




lunes, 8 de octubre de 2012

LA PARTIDA, Alberto Chimal




LA PARTIDA

   Una madre vio morir a su pequeño hijo en aquel temblor espantoso, el que destruyó la ciudad de Appa, pero no pudo resignarse a su muerte y rogó a los dioses que se lo devolvieran. Los dioses, compadecidos, no dejaron que el alma del pequeño entrase en el Otro Mundo y la devolvieron a su cuerpo. Pero ya saben cómo son los dioses: el cuerpo no dejó de estar muerto, no se aliviaron sus múltiples heridas, así que el corazón de la madre pasó de la dicha de tener a su hijo, de no haberlo perdido, al horror de ver sufrir a la pobre criatura, prisionera de su carne lastimada. Y luego vino el asco, sí, el asco, porque el niño comenzó a pudrirse, y los gusanos lo devoraban, y gritaba llamando a la muerte pero, como he dicho, ya estaba muerto. La madre, enloquecida, lo apuñaló una vez, dos, tres, muchas; luego lo apedreó, lo envenenó, lo estranguló... Pero el niño sólo gritaba, sólo sufría. Al fin ella lo tomó entre sus brazos, piel rasgada, huesos rotos, sangre negra, y lo arrojó a las llamas de una hoguera. Y el desdichado ardió, y fue humo y ceniza, y el viento lo dispersó y lo confundió con el aire, y entonces la madre se consoló bien o mal. Pero no debió hacerlo porque en esos restos impalpables estaba aún el alma doliente, y esa alma sigue hoy en el mundo, dispersa pero viva, como lo sabe todo aquel que respira, que abre la boca y siente de pronto la tristeza....

ALBERTO CHIMAL, Siete, Salto de Página, Madrid, 2012, p. 293.

domingo, 7 de octubre de 2012

VOLAR, Raúl Brasca


VOLAR

   La mariposa enamorada del fuego se consumió entre llamas. El fuego remontó vuelo.

sábado, 6 de octubre de 2012

OJOS AZULES, Marcial Fernández


OJOS AZULES

   Me miro al espejo y no me reconozco. Sé entonces que ya soy el reflejo de otro.

MARCIAL FERNÁNDEZ, Andy Watson, contador de historias, Ficticia, México, 2005, p.115.

viernes, 5 de octubre de 2012

[LO PEOR DE LOS OFICIOS...], José Luis Moreno Ruiz



   Lo peor de los oficios, como lo peor de las ideologías políticas, es que siempre aparece alguien que te llama compañero.


JOSÉ LUIZ MORENO RUIZ, Ángeles en mis cojones, Moreno Ávila, Madrid, 1989, p. 54.

jueves, 4 de octubre de 2012

ISPAHAN, JOSÉ EMILIO PACHECO


ISPAHAN

   En Ispahan hay tres jardines. Uno dedicado a los jóvenes, otro a los viejos y el tercero a los que aún no nacen. Los jóvenes juegan al amor, los viejos los observan a distancia. Éstos son torturados por la memoria de su propia juventud; aquéllos por la certeza de lo que les espera. El significado del tercer jardín es un enigma. Resolverlo es tarea del viajero: el lector.

José Emilio Pacheco

Grandes minicuentos fantásticos, Alfaguara, Madrid, 2004, página 188.

miércoles, 3 de octubre de 2012

ÉRASE UN HOMBRE, ERASE UNA MUJER, Sandra Cisneros




ÉRASE UN HOMBRE, ERASE UNA MUJER
       
   Érase un hombre y érase una mujer. Cada día de pago, un viernes de cada dos, el hombre iba al Friendly Spot Bar a beber y a gastarse el dinero. Cada día de pago, un viernes de cada dos, la mujer iba al Friendly Spot Bar a beber y a gastar su dinero. El hombre cobraba el primer y el cuarto viernes de cada mes. La mujer cobraba el primer y el tercer viernes de cada mes. Por esa razón, el hombre y la mujer no se conocían.
   El hombre bebía y bebía con sus amigos y creía que seguía bebiendo le saldrían con más facilidad las palabras para expresar lo que sentía, pero normalmente bebía y no decía nada. La mujer bebía y bebía con sus amigas y creía que si seguía bebiendo le saldrían con más facilidad las palabras para expresar lo que sentía, pero normalmente bebía y no decía nada. Un viernes de cada dos, el hombre bebía su cerveza y reía a carcajadas. Un viernes cada dos, la mujer bebía su cerveza y reía a carcajadas.  
   En casa, cuando caía la noche y salía la luna, la mujer alzaba sus ojos claros a la luna y lloraba. El hombre, en su cama, contemplaba la misma luna y pensaba en los millones que habrían mirado la luna antes que él, los que habrían adorado o amado o muerto ante aquella misma luna, muda y amorosa. Entonces la luz azul fluía por su ventana y se entrelazaba con la claridad de las sábanas. La luna, la misma O redonda. El hombre miraba y tragaba.
         

SANDRA CISNEROS, Érase un hombre, érase una mujer, Ediciones B, Barcelona, 1992, pp. 193-194.

martes, 2 de octubre de 2012

LA LECTURA, Enrique Baltanás




LA LECTURA

Quien crea que al leerme está leyéndome,
se equivoca.
Sólo oye al lector que lee en el libro
de una vida
con ronca voz y mala entonación,
que confunde
palabras, giros, frases, argumentos,
y se inventa,
con su torpe lectura de incierto
deletreo,
la misma historia que contamos todos.
 
ENRIQUE BALTANÁS, El argumento inacabado, Esquío, Ferrol, 2005, p. 46.

lunes, 1 de octubre de 2012

EL ARPA SIN CUERDAS, Jean-Claude Carrière


EL ARPA SIN CUERDAS
         
   En la tradición sufí, a menudo sutil e incluso secreta, se cuenta la historia de un ermitaño de gran reputación e incomparables poderes que vivía retirado en el desierto.
   Un día, mientras permanecía inmóvil como siempre en el mismo sitio, vio aparecer en el horizonte una especie de bola de polvo. Aquella bola se hizo más y más grande y el ermitaño pronto reconoció a un hombre que se le acercaba corriendo y levantando aquella polvareda.
   El hombre, que era joven, llegó hasta el ermitaño y se postró  ante él. Jadeaba. El ermitaño lo dejó que se recuperara y luego le  preguntó:
  —¿Qué quieres?
  —Maestro—le contestó el joven—, he venido a oírte tocar el arpa sin cuerdas.
  —Como quieras—le dijo el ermitaño.
  El santo hombre no varió su postura lo más mínimo. No cogió ningún instrumento, no hizo nada. El ermitaño y el ferviente discípulo permanecieron inmóviles el uno frente al otro durante «un  cierto tiempo» y, ese cierto tiempo, dependiendo del humor o de la formación de los narradores, duró algunas horas, algunos días o algunos años. De hecho, tiene poca importancia.
  Tras ese «cierto tiempo», el joven dejó percibir, quizá por un gesto, una inclinación, por un carraspeo, un incipiente cansancio.
  —¿Qué te pasa?—le preguntó el ermitaño.
  El joven dudó un poco. Farfulló. No se entendía demasiado bien lo que quería decir. Para ayudarlo el ermitaño le preguntó, inclinándose hacia él:
  —¿No has oído nada?
  —No—contestó el joven con voz culpable.
  —Entonces—le preguntó el ermitaño—, ¿por qué no me has pedido que tocase más fuerte?
         
  JEAN-CLAUDE CARRIÈRE, El círculo de los mentirosos, Lumen, Barcelona, 2008, pp.63-64.