sábado, 9 de febrero de 2013

SOBRE EL AMOR, Woody Allen



SOBRE EL AMOR

   ¿Es mejor ser el amante que el amado? Ninguna de las dos cosas, si tu índice de colesterol sobrepasa de 6(K). Por amor, naturalmente, entiendo el amor romántico… el amor entre el hombre y la mujer, antes que el que existe entre madre e hijo, o entre un niño y su perro, o entre dos jefes de personal.
   Lo asombroso es que cuando uno está enamorado experimente un impulso de cantar. Hay que resistirlo a toda costa, y debe procurarse también que el macho ardiente no «recite» las letras de las canciones. Ser amado, ciertamente, es distinto de ser admirado, como se puede admirar a uno de lejos, pero para amar realmente a alguien resulta esencial estar en la misma habitación con la persona, abrazándose debajo de las sábanas.
   Para ser un amante realmente bueno, por lo tanto, uno tiene que ser fuerte y, sin embargo, suave. ¿Fuerte hasta qué punto? Supongo que con ser capaz de levantar veinte kilos basta. Téngase presente también que para el amante la amada es siempre el más bello objeto imaginable, si bien para un extraño resultará indistinguible de cualquier variedad de salmónidos. La belleza está en el ojo del observador. En el caso de que el observador sea corto de vista, deberá preguntar a la persona más cercana qué chicas son bien parecidas. (De hecho, las más lindas resultan casi siempre las más aburridas, y ese es el porqué de que ciertas personas no crean en Kos.)
   «Las alegrías del amor sólo un instante duran». Cantó el trovador, «pero las penas del amor siempre perduran». Esta fue casi una canción del verano, pero la melodía se parece demasiado a la de «Yankee Doodle Dandy».

WOODY ALLEN, Sin plumas, Tusquets, Barcelona, 1979 (1976), p.104.