domingo, 16 de junio de 2013

MI FAMILIA, Herta Müller


MI FAMILIA

   Mi madre es una mujer que va siempre embozada.
   Mi abuela ha perdido la visión. En un ojo tiene cataratas, y en el otro, glaucoma.
   Mi abuelo tiene una hernia escrotal.
   Mi padre tiene otro hijo de otra mujer. No conozco a la otra mujer ni al otro hijo. El otro hijo es mayor que yo, y la gente dice que por eso yo soy de otro hombre.
   Mi padre le hace regalos de Navidad al otro hijo y le dice a mi madre que el otro hijo es de otro hombre.
   El cartero siempre me trae cien leis en un sobre por Año Nuevo y dice que me los manda Papá Noel. Pero mi madre dice que yo no soy de otro hombre.
   La gente dice que mi abuela se casó con mi abuelo por sus tierras y que estaba enamorada de otro hombre con el que hubiera sido mejor que se casara porque su parentesco con mi abuelo es tan cercano que aquello fue un cruzamiento consanguíneo.
   La otra gente dice que mi madre es hija de otro hombre y mi tío es hijo de otro hombre, pero no del mismo otro hombre, sino de otro.
   Por eso el abuelo de otro niño es abuelo mío, y la gente dice que mi abuelo es el abuelo de otro niño, pero no del mismo otro niño, sino de otro, y que mi bisabuela murió muy joven, aparentemente a consecuencia de un catarro, pero que aquello fue algo muy distinto de una muerte natural, que realmente fue un suicidio.
   Y la otra gente dice que fue algo muy distinto de una enfermedad y de un suicidio, que fue un asesinato.
   Al morir ella, mi bisabuelo se casó en seguida con otra mujer que ya tenía un hijo de otro hombre con el que no estaba casada, pero que a la vez también era casada y que después de ese otro matrimonio con mi bisabuelo tuvo otro hijo del que también dice la gente que es de otro hombre, no de mi bisabuelo.
   Mi bisabuelo viajaba cada sábado, año tras año, a una pequeña ciudad que era un balneario.
   La gente dice que en esa ciudad se juntaba con otra mujer.
   Hasta se le veía en público llevando de la mano a otro niño con el que incluso hablaba otro idioma.
   Nunca se le veía con la otra mujer, pero, según la gente, ésta sólo podía ser una prostituta del balneario, ya que mi bisabuelo nunca se dejaba ver con ella en público.
   La gente dice que hay que despreciar a un hombre que tenga otra mujer y otro hijo fuera del pueblo, que aquello no es mejor que el incesto puro y simple, que aquello es aún peor que el cruzamiento consanguíneo, que aquello es pura y simple ignominia.


HERTA MÜLLER, En tierras bajas, Siruela, Madrid, 1990, pp. 9-10.