martes, 31 de diciembre de 2013

[PARA LO BUENO...], Kobayashi Issa & Hirokazu Ishii



Para lo bueno
y lo malo digo adiós
al año que pasa


Kobayashi Issa
&
Hirokazu Ishii

lunes, 30 de diciembre de 2013

[NUNCA HA HABIDO UNA NOCHE...], Andrés Trapiello



Nunca ha habido una noche tan larga que haya dejado sin aurora al mundo.

Andrés Trapiello


Fotografía: Jonás Bel y Rafael Trapiello

domingo, 29 de diciembre de 2013

[LAS OLAS ENHIESTAN...], Manuel Villena



Las olas enhiestan
sus abetos de espuma
en la oscuridad.
 
Fotografía: Paco Rodríguez

sábado, 28 de diciembre de 2013

[LLEGÓ LA NUBE...], Omar Jayyam



Llegó la nube y volvió a llorar sobre la tierra.
¡No hay que vivir lejos del vino tinto!
Hoy esta hierba es nuestro paisaje. ¿De quién será paisaje
la que crezca cuando seamos tierra?

OMAR JAYYAM, Rubayat, Alianza Editorial, Madrid, 2013 (2006), p. 33.
&
Jorge Ricaud

viernes, 27 de diciembre de 2013

PALÍNDROMO O IMAGEN DEL ALMA, Zanasis Jatsópulos


PALÍNDROMO O IMAGEN DEL ALMA

Para traspasar un objeto con la vista hace falta ver más allá de la letra y a través de la cosa, hace falta, según la habitual expresión de la ciencia ficción, atravesarlo con un rayo. La misma visión hay que tener para percibir que el nombre A n n a, bastante común, pues se ha presentado con frecuencia ante tus ojos, se puede leer del derecho y del revés, como un palíndromo. Lo atraviesa un espejo invisible que brilla de repente, sólo un instante —definitivo—, en el centro del nombre. An... na... Semejante palíndromo es la vida. El poema surge justamente cuando el derecho y el revés se confunden y ofrecen la misma imagen; pues en su imagen reflejada las cosas, aunque falsas, siguen siendo iguales. Cambia solo la mirada y el sentido de la mirada que las ve. Su alma se refleja, igual e inmutable, en la prolongación imaginaria en el fondo del globo ocular, invertida trágicamente inútil, pero la misma en esencia. Si vas a tocarla con la mano, tropiezas en la lisa y engañosa superficie del espejo.

ZANASIS JATSÓPULOS, Verbos para la rosa, Cuadernos de Trinacria, Málaga, 2002, pp. 31-32.
&
AYMAN LOTFY

jueves, 26 de diciembre de 2013

MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA, Golpes Bajos


MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA

El azul del mar inunda mis ojos,
el aroma de las flores me envuelve,
contra las rocas se estrellan mis enojos
y así toda esperanza me devuelve.
Malos tiempos para la lírica.

Las ratas corren por la penumbra del callejón,
tu madre baja con el cesto y saluda,
seguro que ha acabado tu jersey de cotton
...puedes esbozar una sonrisa blanca y pura.

Malos tiempos para la lírica.

Seguro que algún día cansado y aburrido
encontrarás a alguien de buen parecer,
trabajo de banquero bien retribuído
y tu madre con anteojos volverá a tejer

GOLPES BAJOS, Golpes bajos, Nuevos Medios, Madrid, 1983.

Fotografía: Julián Jaén


miércoles, 25 de diciembre de 2013

[DIOS EXISTE...], Chumy Chúmez


Dios existe, pero no lo suficiente.

CHUMY CHÚMEZ, Dios nos coja confesados, Grupo Unido, Madrid, 1996.

martes, 24 de diciembre de 2013

ESPEJO, Antonio Rivero Taravillo


ESPEJO

¿Por qué el escaparate de una funeraria es siempre un espejo?


ANTONIO RIVERO TARAVILLO, La lluvia, Renacimiento, Sevilla, 2013, p. 46.
&
Conrad Meyer

lunes, 23 de diciembre de 2013

[FLOTAN RECUERDOS...], Kobayashi Issa


Flotan recuerdos
en el caudal del tiempo
y sedimentan

Kobayashi Issa
&
Roberto Kusterle


domingo, 22 de diciembre de 2013

ELLOS NO CREEN EN MÍ, Ricardo Álamo



ELLOS NO CREEN EN MÍ

   Los vi merodeando de noche alrededor de la playa. Pero otra vez estaban completamente borrachos y no se asustaron de mi enorme cola de pez ni de mis trenzas peinadas de escamas. Entonces me sumergí. No quería ver cómo otra vez se echaban a reír mientras me señalaban, gritando que yo no era nada, nada, nada.

&


sábado, 21 de diciembre de 2013

DÍA LABORABLE, Herta Müller



DÍA LABORABLE

   Las cinco y media de la mañana. Suena el despertador.
   Me levanto, me quito el vestido, lo pongo sobre la almohada, me pongo el pijama, voy a la cocina, me meto en la bañera, cojo la toalla, me lavo la cara con ella, cojo el peine, me seco con él, cojo el cepillo de dientes, me peino con él, cojo la esponja de baño, me cepillo los dientes con ella. Luego voy al cuarto de baño, me como una rebanada de té y me bebo una taza de pan.
   Me quito el reloj de pulsera y los anillos.
   Me quito los zapatos.
   Me dirijo a la escalera y abro la puerta del apartamento.
   Cojo el ascensor del quinto piso hasta el primero.
   Luego subo nueve peldaños y estoy en la calle.
   En la tienda de ultramarinos me compro un periódico, luego camino hasta la parada de tranvía y me compro unos bollos, y al llegar al quiosco de periódicos me subo al tranvía.
   Me bajo tres paradas antes de subir.
   Le devuelvo el saludo al portero, que me saluda luego y piensa que otra vez es lunes y otra vez se ha acabado la semana.
   Entro en la oficina, digo adiós, cuelgo mi chaqueta en el escritorio, me siento en el perchero y empiezo a trabajar. Trabajo ocho horas.

HERTA MÜLLER, En tierras bajas, Siruela, Madrid, 2009, pp. 181-182.
&
Gastão de Magalhães

viernes, 20 de diciembre de 2013

CIRCO, Zanasis Jatsópulos

CIRCO
     
Una apuesta de equilibrios es el circo. Diálogo de destreza y precisión bajo pena de muerte. Equilibrio del caballo que galopa alrededor del foso, equilibrio de la pirámide humana, equilibrio de funambulista sobre la cuerda, equilibrio de terror del domador en la jaula, equilibrio de la fiera entre el silencio y el movimiento, equilibrio de coordinación y habilidad en el aire de los acróbatas entre los trapecios. Una apuesta de equilibrios dinámicos es la vida. Equilibrios en la política, en la vida social, en la vida amorosa, en la vida interior. Las pasiones, que alguna vez se encuentran en equilibrio. Un sistema de equilibrios es el poema. Como un castillo de naipes. Si quitas una palabra de la base, se desmorona.
 
ZANASIS JATSÓPULOS, Verbos para la rosa, Cuadernos de Trinacria, Málaga, 2002, p. 53.
&
Riki Blanco

jueves, 19 de diciembre de 2013

[EL ODIO ES...], Benjamín Prado




El odio es lo que hay en el lugar de los golpes que no puedes devolver.

BENJAMÍN PRADO, Pura lógica, Hiperión, Madrid, 2012, p.47.
&

miércoles, 18 de diciembre de 2013

CLAROSCURO, FC

el encuentro se destrona
de mis manos hacia el palatal abrazo

CLAROSCURO


FC, Piel, Arnao, Madrid, 1985, p. 40.
&


martes, 17 de diciembre de 2013

PADRE, Juan Carlos Mestre



PADRE

   Los padres mueren en invierno, tosen en invierno cansadamente sensitivos como trenes que ya no van a partir tosen mientras se deslizan sobre la nieve y tosen apartándose de la vida con la misma ternura con que alguna vez tosieron aceptando los insultos. Uno sabe donde comienza el año de las lluvias en la tos de un padre cuando las vacas inclinan su cerebro sobre los pastos y tosen los fresnos y los encinos tosen saludando al que pronto va a llegar a la tierra acompañado por las maestras que enseñan a poner la mano para toser la severa tos de los padres la educación de los justos cuando esa tos es ya nuestra culpa y tosen los cardos blancos las flores azules y los amores de dama que en la aterida arboleda pisan el corzo y el ciervo. Los padres mueren en invierno. La chatarra se oxida en los patios donde tiemblan tumbados los perros de caza. Blanca es la tos en los terribles metales y en las zarzas que no volverán a arder. Tosen porque el aire ha entrado ya muerto en este mundo y ninguna majestad ha partido con su mano huesuda las nueces donde el niño ha metido su cabeza para no oír las fiebres que cosen en las sienes del padre. Tosen los padres porque ha llegado su último invierno y ahora solo en donde hubo amor el tordo traerá su corona a donde canta el arándano. Oh, el ave ya está ahí sobre las herramientas con que el invierno construye el techo. Y los padres tosen sin decir otra cosa, tosen besando las tejas de lo soñado, las palas de madera, tosen, sin delicadeza tosen los padres. Y se van, llevan una bola roja en la mano delgada, tosen por la ciudad oscura cuando siguen tosiendo en nuestros pechos, ellos la cabeza más alta, algo contestan al mirlo que silba en el bosque.

JUAN CARLOS MESTRE, La bicicleta del panadero, Calambur, Madrid, 2012, p. 406.

lunes, 16 de diciembre de 2013

[¿ERES LUZ DE INVIERNO...], Ángel Guinda



¿Eres luz de invierno o el invierno de la luz?

ÁNGEL GUINDA, Toda la luz del mundo, Olifante, Zaragoza, 2002, p. 23.
&

domingo, 15 de diciembre de 2013

[TE QUIERO FELIZ..], R.D. Laing

SONETO Nº 8

Te quiero feliz, hermosa y libre.
Puedes poseer todo lo que quieras y más,
mientras no digas que es una pesada carga
pasar tu vida entera a mi lado.

No puedo oír la voz de la caridad.
Pero a veces en una orilla vacía y barrida por el viento,
como bisagras mohosas en la puerta de un sótano,
he oído los crujidos de la propia mofa.

No logro resolverme a contemplar
que quizá no eres tal como te apareces
a mí. Incluso he sentido la angustia de la duda
de que si tuvieses la oportunidad de elegir a tu compañero
no habría sido yo al que hubieras retenido con cariño.
No hables. Perdóname. No debo indagar.


R. D. LAING, Sonetos y aforismos, Crítica, Barcelona, 1982, p. 31.
&
Alain Fleischer

sábado, 14 de diciembre de 2013

[SOÑÓ QUE SOÑABA...], Chumy Chúmez

Soñó que soñaba que soñaba que no soñaba nada.

CHUMY CHÚMEZ, Dios nos coja confesados, Grupo, Madrid, 1996, p. 39.

viernes, 13 de diciembre de 2013

[NOCHE DEL 10 AL 11 DE OCTUBRE DE 1993...], Isla Correyero





Noche del 10 al 11 de octubre de 1993


Dos guardias de seguridad hacen su ronda minucio-
sa por los pasillos blancos de la clínica.

Van pasando de un control a otro,
de una enfermera a otra,
experimentando unos instantes de poder y de
heroísmo.

Su sueldo no incluye la pasión
por el contacto plateado con los moribundos.
Sus uniformes nunca estarán manchados.

Van pasando de una niebla a otra,
Cerrando las farmacias,
oliendo la noche y los alientos,
cazadores de carne,
antinaturales inquilinos de este espacio fantasma.

Ellos aún no conocen la descarnada figura de la muerte
cuando viene de espaldas, dura,
por el pasillo.

Caerán cierto día en la cama de alguna habitación,
transformado el uniforme en pañal de celulosa
y moverán las varillas de la cama pidiendo
sangre y agua,
su viejo revólver del pasado,
el poder y el vigor
que esta noche detentan.


ISLA CORREYERO, Diario de una enfermera, Huerga & Fierro, Madrid, 1996, pp. 13-14.
&
Simon Hopkinson

jueves, 12 de diciembre de 2013

[EL ODIO TIENDE...], W.H. Auden





   El odio tiende a excluir de la conciencia todo pensamiento excepto el del Sujeto Odiado; pero el amor tiende a ampliar la conciencia; la idea del Amado actúa como un imán, rodeán­dose de otras ideas. ¿Es ésta una de las razones por las que un poema de amor feliz es pocas veces tan convincente como uno de amor desdichado: el enamorado feliz parece olvidarse continuamente de su amada para pensar en el universo?

W.H. AUDEN, Los señores del límite, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2007, paǵina 321. 
&
Reinoud van Vught

miércoles, 11 de diciembre de 2013

[COMO SIEMPRE EN LAS PLAYAS DESIERTAS...], Barbara Cassin



   Como siempre en las playas desiertas de los mio­pes, alguien había surgido un poco lejos, alguien que había estado siempre allí.

BARBARA CASSIN, Con el más pequeño y el más imperceptible de los cuerpos, La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2013, p. 34. 


martes, 10 de diciembre de 2013

EL MENDIGO, Ricardo Álamo



EL MENDIGO

    Un perro de lanas, sucio y grasiento como él, lo acompaña siempre. Sobre un cartón destartala­do coloca una escudilla y al lado, en desorden, una ristra mugrienta de trastos inservibles. La gente ape­nas le arroja monedas cuando pasa a su lado. Verlo tan arruinado y envejecido es una cosa triste. Cuando llueve o hace mucho frío en la calle, se refugia en un bar, bebe un coñac y no habla con nadie. Cada ma­ñana, camino del colegio, mamá y yo pasamos por su lado. Ella me agarra fuerte de la mano y dice que no lo mire, que ya no es mi padre.

&
Chris Conde

lunes, 9 de diciembre de 2013

EL SOPLO DEL VATE, Mahi Binebine


EL SOPLO DEL VATE

   Desde el barrio de Riad Zittoun, donde se encontraba nuestra casa, al colegio Ibn el Bena, donde estaba yo de mediopensionista; no era el camino más corto pasar por la plaza Jemaa el Fna. Sin embargo, este rodeo de media hora no me desanimaba; al contrario, esperaba con impaciencia el final de las clases para poder unirme al corro de Sidi Moussa, el narrador de cuentos. Ése era mi rincón favorito, a pesar de las plumas que me dejaba en él cada día: ese viejo vate encantador me despojaba de todo mi dinero de bolsillo. Me colaba, codeando, en el círculo de oyentes, entre chilabas y albornoces que apestaban a grasa, y ocupaba un sitio en primera fila para no perderme ni un detalle de las mil y una historias de Sidi Moussa. Su eterno héroe se llamaba Antar, el fuerte y seductor Antar Ibn Gheddad, paladín de numerosas virtudes. Un inmortal que, desafiando a tiranos y déspotas, combatía la injusticia arriesgando su vida.
   Las aventuras de Antar me producían el efecto de una droga que aligeraba mi espíritu de la pesada palabrería de mis maestros de escuela. Todos los días de Dios me iba a libar mi dosis de sueños en en la oratoria del viejo. ¡Y nada importaba que mi retraso al volver a casa me ganara las peores molestias y, a veces hasta una buena paliza!
   Como en un islote de silencio en la corte de los milagros, me sentía protegido en el corro del narrador. Allí no podía sucederme nada malo. Sabía que Antar nunca estaba lejos. En cualquier momento podía surgir del dominio del sueño para defenderme. Apesar cle todo, me sentaba en el suelo con cuidado, para que mis bolsillos no corriesen el riesgo de recibir la visita de habilidosas manos, y mi trasero quedase al abrigo de quienes, aprovechando el gentío, se "arrimaban" para pegarle a uno su miembro tieso por el calentamiento y la frustración.
   Así que me dejaba llevar por las fabulaciones de Sidi Moussa. Prefería creer que el color rojo de Marrakech se debía a una herida, y no al talento de los pintores de brocha gorda. «Cuando se plantó el minarete de la Koutoubia en el corazón de la ciudad, clamaba, ésta sangró de tal manera que conservó en las paredes de sus casas ese color bermejo que está por todas partes". También aseguraba que el inmenso palmeral vecino se lo debíamos a los huesos que tiraron unos nómadas que antaño asediaron la ciudad. Yun montón de historias en las que se mezclaban, de una manera u otra, las hazañas de Antar Ïbn Gheddad.
   ¡Ah! Antar, el grande, el único, el mítico Antar lbn Chaddad. Con un nombre así, no se puede escapar al destino de héroe: desde el momento de nacer le esperan a uno viajes extraordinarios, luchas homéricas, victorias resonantes y espantosas derrotas. Lo sabíamos. Y nos quedábamos allí, en cuclillas, hipnotizados por tanta sangre y tanta luz, tantos amores y traiciones, penas inconsolables y alegrías efímeras. Antar vivía en cada uno de nosotros. Él era nosotros. Y nosotros éramos él. Sus pensamientos más extravagantes habían atravesado ya nuestras miserables cabezas, quizás en esta vida o tal vez en otra anterior, pero ya eran nuestros. Estábamos convencidos de ello. Sus palabras, que brotaban con tanta facilidad del aliento del narrador, nos pertenecían. Nosotros las devolvíamos a su estado natural, desprovistas en nuestras gargantas estériles de toda eternidad, a la espera de que un escultor de palabras, un mago del temple de Sidi Moussa, viniese a liberarlas. Y al mismo tiempo, a sacarnos de nuestra condición de orugas. En lo que dura un sueño, cambiábamos nuestras crisálidas porla euforia del aire libre.
   Como todo héroe que se precie, lo normal es que Antar terminara en chirona todos los días. Esto sucedía cuando el narrador, cansado, se disponía a volver a casa. ¿Qué argucia mejor que una emboscada tendida por los sicarios de uno u otro emir? Entonces, Antar era encadenado, arrastrado con cuerdas a través de la ciudad y arrojado por sus verdugos al fondo de una celda oscura. Con aspecto sombrío y gesto cansado, el narrador recogía en su serón la flauta y el tam-tam, y simulaba que se iba. Pero la gente sacaba pecho enseguida; y cerraba filas codo con codo, con mirada amenazante, impidiendo que el hombre abandonara el corro. ¡Antes que dejar a Antar toda una noche en manos de sus carceleros, habría que pasar por encima de sus cadáveres! ¡No podía ser! ¿Cómo podrían dormirse con semejante carga‘? «¡Sigue!», bramaba la muchedumbre. «Mañana», prometía el narrador con la voz cascada. Crecían las protestas. Por mi parte, aunque sabía por experiencia que la liberación del héroe era inminente (estaba en juego la piel del artista), no dejaba de sentir cierto temor. Al final de la refriega, Sidi Moussa se quitaba el gorro y daba la vuelta por dentro del corro jurando con fuerza que arrojaría a Antar a los escorpiones amarillos y a las serpientes con cuernos si en un minuto no le dejaban irse a comer. "La vida de Antar Ibn Chaddad está en vuestras manos, decía, esas manos tacañas a las que tanto cuesta abrirse. Vamos, demostrad vuestra grandeza de alma. ¿No vale la alegría del salvador una moneda? ¡Por Dios os lo pido, no dejéis que el rebelde se pudra en los calabozos de los pudientes! Pensad en su madre, su anciana madre encerrada en su choza. Esepranso. ¿Quién de vosotros le dirá a esta pobre ciega que no volverá a oír la voz de su hijo, que ningún ser buscará ya el paraíso bajo su pies y los besará al despuntar el alba cada mañana? ¿Quién de vosotros le quitará a este desgraciado su último rayo de sol? ¿Y Abla? ¿Habéis pensado en la bella Abla, arrodillada allí arriba en la colina, bajo los buitres, completamente desconsolada?". La gente se palapaba la ropa, se animaban unos a otros, mientras el narrador le acercaba lisonjeramente su bolda a uno, se quejaba de la tacañería de otro, sopesaba su calderilla, juzgaba que aún le faltaba un poco...no mucho, justo las tres o cuatro perras que hacían que le desdichado Antar corriera un riesgo muy grande..."¡Jamás!", coreaba el público. Por fin caía la última moneda, reanimando el ardor del artista. Éste desenvainaba su tam-tam, lo deslizaba bajo su brazo y se lanzaba con cuerpo y alma a la liberación de Antar Ibn Chaddad, el defensor de los desgraciados, de los abandonados y demás gente de existencia miserable. La libertad se lleva en la sangre, pero las heridas de Antar rara vez eran profundas. Una estrella llamada Touria lo protegía sin que él lo supiera.
   En la plaza de Jemaa el Fna, las lámparas de petróleo rodeaban ya a los mercaderes nocturnos. Los vendedores de comida instalaban ruidosamente sus caballetes, bancos, tablones, braseros; los pinchitos y las salchichas soltaban humo como un pescador su cebo. Los mendigos eran los primeros en agolparse junto al festín. Por un cuenco de caracoles o de sopa, un huevo cocido, un puñado de garbanzos o un simple trozo de pan mojado en puré de habas, exhibían, a cual mejor, toda su indigencia. Los encantadores de serpientes guardaban en sus cofres a los reptiles, agotados tras una jornada de contorsiones; los charlatanes ambulantes recogían sus polvos y ungüentos; los dentistas, sus filas de dentaduras postizas que los viejos habían estado probándose durante todo el día. Los rateros se repartían el botín. La vida nocturna reclamaba finalmente sus derechos. El narrador, extenuado, organizaba una fuga espectacular, una paliza al último guardia, abría la última verja, consolando así a la multitud, al héroe y a su propio gaznate alterado. Entonces la gente se dispersaba comentando con gran placer el feliz desenlace. Poco importaba que lloviera o hiciera viento. Antar estaba fuera, libre. Iba en busca del paraíso, a los pies de su madre, y a la espera de futuras proezas; y, con el corazón alegre, subía a la colina de los buitres para consolar a Abla, la morena embrujada de ojos de jade.
   Yo retomaba el camino de regreso a través de callejuelas que se inclinaban sobre casas destartaladas, pasando junto a tiendas minúsculas de fuerte olor a especias y menta fresca, deslizándome por entre bicicletas, carros, burros y mirones. Ajeno al guirigay del gentío excitado por la caída del día, avanzaba como en una burbuja, irisada y frágil, llevado por el dulce y persistente aliento del vate.

MAHI BINEBINE, Historias de Marrakech, Abada, Madrid, 2005, pp. 7-11.

Fotografía: Luis Asín

domingo, 8 de diciembre de 2013

LA CABEZA DEL PERRO, Arthur Conan Doyle


LA CABEZA DEL PERRO

   Estoy arrellanado en el sillón junto a la chimenea en que crepita el fuego. Tengo la copa de coñac en la mano derecha. Con la mano izquierda, caída descuidadamente, acaricio la cabeza de mi perro... hasta que descubro que no tengo perro.

Arthur Conan Doyle
&
Francisco Goya

sábado, 7 de diciembre de 2013

OTRO DINOSAURIO, Eduardo Berti




OTRO DINOSAURIO

   Cuando el dinosaurio despertó, los dioses todavía estaban allí, inventando a la carrera el resto del mundo.

EDUARDO BERTI, La vida imposible, Emecé, Buenos Aires, 2002,  p. 125.

viernes, 6 de diciembre de 2013

[LOS JAPONESES SON LOS JAPONESES...], José Jiménez Lozano



   Los japoneses son los japoneses, y, cuando topamos con su mundo, nos maravilla tanto su extremado refinamiento artístico y su impresionante sencillez y amor a la belleza, como nos desconcierta su supersenequismo ante el dolor y la muerte. Y la historia que, entre muchísimas otras, cuenta Maurice Pinguet, en su excitante libro sobre La mort volontaire au Japon, acerca del sepukku del almirante Onissi después de la derrota del Japón en la Segunda Guerra Mundial y la declaración del emperador renunciando a su divinidad, me ha hecho soñar.
   Apenas el emperador leyó tal declaración, fueron muchos los que vinieron hasta Palacio, se inclinaron ceremoniosamente, se arrodillaron sobre la arena de la gran explanada, y lloraron. Y una treintena se suicidaron allí mismo. Esa misma tarde, el almirante Onissi invitó a los oficiales de su Estado Mayor para decirles adiós, y hacia las tres de la mañana, ya en su intimidad, tomó un sable, y se abrió el vientre con dos incisiones en forma de cruz, esto es, de izquierda a derecha y luego de arriba abajo, que por lo visto es un modo ritual que se llama júmonji, y es una variedad del sepukku, que de ordinario es una incisión profunda en el vientre, en sentido horizontal. Se le encontró al amanecer todavía con vida en medio de un charco de sangre, y algunos amigos acudieron a verle, y él les pidió que ahorraran sus vidas para servir al país. Y fue entonces cuando se encontró su poema de adiós:

En el cielo limpio, sin nubes, luce ahora la luna.
La tempestad ha terminado.

   Maurice Pinguet comenta que Onissi, —el promotor del Tifón de los dioses, consagraba su último pensamiento a la serenidad— Y esto se dice o se escribe pronto, pero tal belleza y serenidad de un poema, momentos antes de que uno vaya a sacrificarse tan dolorosamente además, nos deja muy pensativos y perplejos.


JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, Los cuadernos de letra pequeña, Pre-Textos, Valencia, 2003, pp. 43-44.

jueves, 5 de diciembre de 2013

[LA PULGA...], Ramón Gómez de la Serna


 La pulga hace guitarrista al perro.

Ramón Gómez de la Serna
&
Lorenzo Saval

miércoles, 4 de diciembre de 2013

[SE TOMABA FOTOGRAFÍAS A SÍ MISMA...], Carlos Skliar


   Se tomaba fotografías a sí misma, las miraba y las borraba compulsivamente. Hasta que encontró una que parecía gustarle y la utilizó de espejo.

&
Man Ray

martes, 3 de diciembre de 2013

VISIBILIDAD, Juan Jacinto Muñoz Rengel


VISIBILIDAD

   Cuando se sentó a la mesa reparó en que uno de los comensales era transparente. No invisible, transparente. En cuanto tuvo oportunidad, después de la cena, se acercó al hombre y le preguntó cómo llevaba aquello de la trans­parencia. A lo que el tipo contestó que tenía sus ventajas y sus inconvenientes, como todo. Él, claro, que de un tiempo a esta parte se había vuelto multivisible, con las prolon­gaciones de sus redes sociales conectándolo con tantos otros lugares, con sus dispositivos móviles iluminándolo como a un muñeco navideño, tan expuesto, no veía más que aspectos positivos a aquella condición.
   De madrugada, al salir de allí un camión arrolló al hom­bre transparente nada más pisar la carretera. Horrorizado, trató de ayudar sin éxito a encontrar sus pedazos, pensando que quizás estaba en un error después de todo. En ningún momento reparó en la nube de insectos que, atraída por sus luces y por la proyección de su imagen en medio de la oscuridad, le chuparía hasta la última gota de sangre.

lunes, 2 de diciembre de 2013

[CADA DÍA Y CADA NOCHE...], Carlos Edmundo de Ory


Cada día y cada noche nos convertimos en abreojos y cierraojos.

CARLOS EDMUNDO DE ORY, Nuevos Aerolitos, Ediciones Libertarias, Murcia, 1995, p. 36.
&
 
René Mgritte

domingo, 1 de diciembre de 2013

[RECUERDO CUANDO ACUDÍ...], Mario Bellatín


 Recuerdo cuando acudí donde un anciano y reputado médico homeópata. Me llevó mi padre, yo era un niño. En ese tiempo ya usaba una mano ortopédica. El médico la asió para tomarme el pulso. Yo estaba tan intimidado que no hice nada para sacarlo de su error. El honorable médico atenazó con fuerza la muñeca de plástico. Pese a todo, en ningún momento me dio por muerto. Al contrario, mientras iba contando las supuestas pulsaciones le dictaba en voz alta a su ayudante la receta que curaría todos mis males.

Del diario del premio Nobel de Física, 1960

MARIO BELLATÍN, Flores, Anagrama Barcelona, 2004, p. 7.