domingo, 30 de noviembre de 2014

[ARRODILLADO ENTE UN PEQUEÑO PÁJARO HERIDO...], Julia Otxoa

   Arrodillado ante un pequeño pájaro herido, lloró por primera vez en muchos años y fue entonces cuando a aquel hombre, por fin, de pronto, le nacieron las alas.


JULIA OTXOA, Jardín de arenaEdiciones La Palma, Madrid, 2014, p. 106.

sábado, 29 de noviembre de 2014

LA CANCIÓN DE PERONELLE, Juan José Arreola

LA CANCIÓN DE PERONELLE

    Desde un claro huerto de manzanos, Peronelle de Armentières dirigió al maestro Guillermo su primer rondel amoroso. Puso los versos en una cesta de frutas olorosas, y el mensaje cayó como un sol de primavera en la vida oscurecida del poeta.
Guillermo de Machaut había cumplido ya los sesenta años. Su cuerpo resentido de dolencias empezaba a inclinarse hacia la tierra. Uno de sus ojos se había apagado para siempre. Sólo de vez en cuando, al oír sus antiguos versos en boca de jóvenes enamorados, se reanimaba su corazón. Pero al leer la canción de Peronelle volvió a ser joven, tomó su rabel, y aquella noche no hubo en la ciudad más gallardo cantor de serenatas.
   Mordió la carne dura y fragante de las manzanas y pensó en la juventud de aquella que se las enviaba. Y su vejez retrocedió como sombra perseguida por un rayo de luz. Contestó en una carta extensa y ardiente, interpolada con poemas juveniles.
   Peronelle recibió la respuesta y su corazón latió apresurado. Sólo pensó en aparecer una mañana, con traje de fiesta, ante los ojos del poeta que celebraba su belleza desconocida.
   Pero tuvo que esperar hasta el otoño la feria de San Dioninsio. Acompañada de una sirviente fiel> sus padres consintieron en dejarla ir en peregrinación hasta el santuario. Las cartas iban y venían, cada vez más inflamadas, colmando la espera.
   En la primera garita del camino, el maestro aguardó a Peronelle, avergonzado de sus años y de su ojo sin luz. Con el corazón apretado de angustia, escribía versos y notas musicales para saludar su llegada.
   Peronelle se acercó envuelta en el esplendor de sus dieciocho años, incapaz de ver la fealdad del hombre que la esperaba ansioso. Y la vieja sirviente no salía de su sorpresa, viendo cómo el maestro Guillermo y Peronelle pasaban las horas diciendo rondeles y baladas, oprimiéndose las manos, temblando como dos prometidos en la víspera de sus bodas.
   A pesar del ardor de sus poemas, el maestro Guillermo supo amar a Peronelle con amor puro de anciano. Y ella vio pasar indiferente a los jóvenes que la alcanzaban en la ruta. Juntos visitaron las santas iglesias, y juntos se albergaron en las posadas del camino. La fiel servidora tendía sus mantas entre los dos lechos, y San Dionisio bendijo la pureza del idilio cuando los dos enamorados se arrodillaron, con las manos juntas, al pie de su altar.
   Pero ya de vuelta, en una tarde resplandeciente y a punto de separarse, Peronelle otorgó al poeta su más grande favor. Con la boca fragante, besó amorosa los labios marchitos del maestro. Y Guillermo de Machaut llevó sobre su corazón, hasta la muerte, la dorada hoja de avellano que Peronelle puso de por medio entre su beso.

JUAN JOSÉ ARREOLA, Estas páginas mías, FCE, México, 2005 (1985), pp. 118-119.

viernes, 28 de noviembre de 2014

[LA VEJEZ ES UN CASTIGO...], Jaime Chávarri

   La vejez es el castigo por haber vivido demasiado.

JAIME CHÁVARRI, Y..., Huerga y Fierro, Madrid, 2001, p. 120. 

jueves, 27 de noviembre de 2014

[LA VERDAD SUELE SER...], Héctor Abad Faciolince

    La verdad suele ser confusa; es la mentira la que tiene siempre los contornos demasiado nítidos.

HÉCTOR ABAD FACIOLINCE, Traiciones de la memoria, Alfaguara, Madrid, 2010, p. 150.
&
Belinda Chlouber

miércoles, 26 de noviembre de 2014

[EL HOMBRE ES UN ANIMAL RELIGIOSO...], Mark Twain

   El hombre es un animal religioso. El hombre es el único animal religioso. Es el único animal que tiene la Verdadera Religión –varias de ellas. Es el único animal que ama a su prójimo como a sí mismo y lo degüella si su teología no es la correcta.

Mark Twain
&
Veronka PHP

martes, 25 de noviembre de 2014

ELLA, José Cereijo

ELLA

   Incapaz, por su mucha timidez, de acercarse a una mujer, sus amigos le embromaban cruelmente. Para defenderse, inven­tó que había conocido a una; la describió con todo lujo de deta­lles, con una imaginación alimentada por años de soledad. Con­siguió, no sólo que cesaran las bromas, sino ver en sus miradas algo nuevo, y peligroso: la admiración, el respeto, tal vez la envi­dia. Como cada vez le presionaban más para que se la presenta­ra, inventó que había tenido que marcharse a otra ciudad, por razones de trabajo; también —volcándose, redimiendo quizás en los detalles muchas tardes desiertas—, las largas conversaciones telefónicas que mantenían. Esa criatura imaginaria era ya apre­ciada por todos; la impaciencia por conocerla, creciente. Tuvo que matarla. Se esforzó por ser convincente, al teléfono, con su mejor amigo, hablando del accidente, de su dolor, de la necesi­dad de acudir al funeral. Paseó, solitario, por la ciudad donde la había hecho vivir, y que no conocía; en cada esquina, en cada sombra, le parecía aguardar una ausencia, o la promesa o el esquema de una ausencia; también, el absurdo de sentirlo. Se fue de allí con el corazón oprimido, como si realmente hubiera habido alguien a quien perder. Sus amigos confundieron fácil­mente con dolor esa melancolía, y la respetaron. O quizá era él quien empezaba a engañarse. Fue ya, a los ojos de todos, el viudo de una sombra a la que todos parecían conocer mejor que él. Alguna vez pensó en repetir la hazaña, pero nunca pudo resolverse al engaño: por ellos —que tal vez lo sabían—, por él mismo, por ella.


JOSÉ CEREIJO, Apariencias, Renacimiento, Sevilla, 2005, pp. 69-70.
&
Arnaldo Pomodoro

lunes, 24 de noviembre de 2014

[SE PUDREN LAS HOJAS...], Manuel Villena

Se pudren las hojas
que alfombran el fango.
También lo vivido.

Manuel Villena
&
Manuel Villena

domingo, 23 de noviembre de 2014

[UNO ES MÁS LIBRE...], Jordi Doce


   Uno es más libre cuando escribe por escribir, sin pensar en posibles lectores o en las páginas de una revista cómplice. Hay cosas, tal vez más importantes, que los lectores de ahora no pueden aceptar ni comprender y que guardamos por temor a la reacción de quienes nos rodean. También es cierto que esa libertad puede convertirse fácilmente en excusa para lo arbi­trario, lo mal pensado o lo pensado insuficientemente. Pero hasta esa falla, que es también una falla moral, puede ser más reveladora que cualquier acierto medido o coherente con los gustos de nuestros lectores. Debemos dejar también, si es pre­ciso, que la soledad del monólogo nos traicione.


JORDI DOCE, Perros en la playa, La Oficina, Madrid, 2011, p. 143.
&
Heinz Homatsch

sábado, 22 de noviembre de 2014

[EL ESPÍRITU SOPLA...], Héctor Abad Faciolince

   El espíritu sopla donde quiere, en el oído de un genio, pero también en la oreja de un imbécil.

HÉCTOR ABAD FACIOLINCE, Traiciones de la memoria, Alfaguara, Madrid, 2010, p. 84.
&
Guillermo Roux

viernes, 21 de noviembre de 2014

GANAR LA ORILLA, Ángel Carrasco Sotos

GANAR LA ORILLA

   La vida en el barrio se había vuelto de una violencia atroz, salvaje. Los muertos se iban amontonando sobre las aceras, mientras la crueldad se había instalado sin tregua en las calles. Nadie hacía nada. Yo, a veces, tenía que pasar al otro lado y no siempre lo conseguía. El fuego cruzado era frecuente y cualquier bala perdida, llegada desde algún hueco oscuro o desde una ventana lejana, donde algún francotirador esperaba apostado con aburrida paciencia a su presa, podía sorprenderte parado en una esquina o caminando con prudente tranquilidad arrimado a una pared. Había veces en que una flecha acerada y ungida de ponzoña, el pisotón de un elefante o la coz proterva de una pezuña te hundían en tu propia casa. ¿De qué vale la fortaleza mental cuando se sabe con inconcusa certeza que ninguno de tus enemigos tiene miedo a matarte y no les importas nada? ¿Qué camino tomar cuando, más aún, se disputan tu cuerpo para devorarlo vivo?
   Pocos eran, en realidad, los que deambulaban con despreocupación, y los parques se veían casi siempre desiertos por causa del miedo y la ansiedad; pocos eran los que no portaban un arma con la que poder defenderse o matar sin piedad al extraño de mirada torva. Todos eran tus enemigos, lo mismo que tú lo eras para ellos, y no había necesidad de razonar un porqué. Al fin y al cabo nosotros no actuábamos, sino movidos como marionetas.
   Tampoco es que fuésemos bandas, no; nos sentíamos algo más, un ejército que jugaba a matarse sin que valiesen soluciones intermedias. Yo tenía que cruzar aquel barrio enemigo y me lancé como otras veces a ello. Sé que no había obligación absoluta. Podía dar un rodeo que tan sólo me supondría un par de horas de retraso, pero yo, como los demás, amaba el riesgo (la muerte me importaba bien poco y las reglas eran las reglas), así que me interné decidido en el bosque, por lo más tupido e impenetrable: estaba convencido de que ahora sí me convertiría en dama.

ÁNGEL CARRASCO SOTOS, Basura espacial, Eurográficas, Cuenca, 2014.
&
James Cameron Smith

jueves, 20 de noviembre de 2014

LAS TRES PALABRAS MÁS EXTRAÑAS, Wislawa Szymborska



LAS TRES PALABRAS MÁS EXTRAÑAS

Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.

Wislawa Szymborska
&
Matthieu Bourel 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

[NUESTRA VIDA ES VIENTO...], Joseph Joubert



   Nuestra vida es viento tejido.
   Cada cual es su propia parca y se hila su porvenir.

Joseph Joubert 
&
Joseph Mallord William Turner

martes, 18 de noviembre de 2014

[LA FELICIDAD ESTÁ HECHA...], Héctor Abad Faciolince




    La felicidad está hecha de una sustancia tan liviana que fácilmente se disuelve en el recuerdo, y si regresa a la memoria lo hace con un sentimiento empalagoso que la contamina y que siempre he rechazado por inútil, por dulzón y en últimas por dañino para vivir el presente: la nostalgia.

HÉCTOR ABAD FACIOLINCE, El olvido que seremos, Booket, Barcelona, 2011, p. 128.
&
Hamish Blakely

lunes, 17 de noviembre de 2014

[ARRASTRA LA LLUVIA...], Manuel Villena

Arrastra la lluvia
nuestras penas en fuga.
Se apoza el dolor.

Manuel Villena
&
Adam Fuss

domingo, 16 de noviembre de 2014

MATRIMONIO DE CONVENIENCIA, William T. Vollmann

MATRIMONIO DE CONVENIENCIA

   El hombre lloraba, y le dijo a su puta: "No me abandones".
   "No te preocupes", dijo ella. "No te dejaré durante toda una hora de puta".


WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, p. 101.
&
Eric Drigny

sábado, 15 de noviembre de 2014

MUERTOS DE HAMBRE, Elio González y Rubén Tejerina






Elio González y Rubén Tejerina.

Ilustración: Carl Randall

viernes, 14 de noviembre de 2014

[¿DE QUIÉN MEJOR...], Vicente Núñez

   ¿De quién mejor el beso sino del enemigo?

VICENTE NÚÑEZ, Sorites, Asociación Cultural Andrómina, Córdoba, 2004 (1999), p. 14.
&
Bogdan Mateias

jueves, 13 de noviembre de 2014

PRÓLOGO A CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA, Santiago Gamboa

PRÓLOGO



  
   Hace un par de años, en su casa de Bogotá, al frente del Parque de la 88, le pregunté a García Márquez si nunca había sentido la tentación de escribir una novela negra. «Ya la escribí -me dijo-, es Crónica de una muerte anunciada.» Afuera, sobre el césped verde, amos y perros daban el paseo del mediodía bajo un sol radiante, raro en Bogotá para el mes de febrero. «Lo que sucede es que yo no quise que el lector empezara por el final para ver si se cometía el crimen o no -continuó diciendo-, así que decidí ponerlo en la frase inicial del libro.» Era la primera vez que veía a García Márquez. Yo había aprendido a amar la literatura por haber leído, entre otras cosas, sus novelas. Estaba muy emocionado escuchándolo. «De este modo agregó- la gente descansa de la intriga y puede dedicarse a leer con calma qué fine lo que pasó. » Dicho esto enumeró una larga serie de historias de género negro en la literatura y concluyó que su preferida era Edipo Rey, de Sófocles: «Porque al final uno descubre que el detective y el asesino son la misma persona». A García Márquez le gusta hablar de literatura. Quedan pocos escritores a los que les guste hablar de literatura.
   Pero Crónica de una muerte anunciada es, sobre todo, una exacta y eficaz pieza de relojería. Los hechos que rodean la muerte de Santiago Nasar, en la madrugada siguiente al fallido matrimonio de Bayardo San Román con Ángela Vicario, van siendo reconstruidos uno a uno por el narrador, agregando cada vez, con los testimonios de los protagonistas, la información necesaria para que el muro se levante en equilibrio, la curiosidad del lector quede azuzada y se forme una ambiciosa historia coral, nutrida de múltiples voces. Las voces de todos aquellos que, años después, recuerdan, confiesan u ocultan algún detalle nuevo del crimen, algún matiz que completa la tragedia. Porque al fin y al cabo Crónica de una muerte anunciada es también una tragedia moderna. Los personajes son empujados a la acción por fuerzas que no controlan. Los hermanos Vicario, los asesinos, se ven obligados a cumplir un destino, que es el de lavar la honra de su hermana, matando a Santiago Nasar. Pero ninguno de los dos quiere hacerlo, y, como dice el narrador, «hicieron mucho más de lo que era imaginable para que alguien les impidiera matarlo, y no lo consiguieron». El coronel Aponte, el alcalde, alertado por las voces, los desarma; pero es inútil, pues es demasiado temprano y los hermanos tienen tiempo de reponer con desgano los cuchillos. Clotilde Armenta, la propietaria de la tienda donde los Vicario esperan el amanecer, llega incluso a sentir lástima por ellos y le suplica al alcalde que los detenga, «para librar a esos pobres muchachos del horrible compromiso que les ha caído encima». Algo más fuerte que la voluntad de los hombres mueve los hilos. Los vecinos de la familia Nasar, y en realidad todo el pueblo, saben que Santiago va a ser asesinado e intentan avisarle, pero ninguna de las estafetas llega a su destino. Deslizan por debajo de la puerta una nota que nadie ve. Se envían razones con pordioseros que llegan tarde, y muchos, al ver que es una muerte tan anunciada, no hacen nada simplemente porque no les parece posible que el propio Nasar o su madre no lo sepan ya y no hayan previsto algo para evitarlo. La madre del narrador es una de las que sí cree que debe hacer algo, y entonces se viste para salir a alertar a la mamá de Santiago Nasar; pero antes tiene esta extraordinaria conversación con su marido, quien le
pregunta adónde va:

   —A prevenir a mi comadre Plácida —contestó ella—. No es justo que todo el mundo sepa que le van a matar el hijo, y que ella sea la única que no lo sabe.
   —Tenemos tantos vínculos con ella como con los Vicario —dijo mi padre.
   —Hay que estar siempre del lado del muerto —dijo ella.

   Pero cuando sale a la calle le dicen que ya lo mataron. Y así, todos los que quieren prevenir la muerte son cuidadosamente apartados: sus mensajes no llegan. En realidad, el único en todo el pueblo que no sabe del crimen es la propia víctima, perdido entre otras cosas por el cambio en los hábitos diarios que supone, muy de mañana, la visita de un obispo que ni siquiera puso el pie en el puerto y que los bendijo desde el barco, alejándose entre resoplidos de vapor. Si en esas lejanías del Trópico se castigara como delito la «no asistencia a persona en peligro», habría que meter a la cárcel a todo el pueblo, incluidos el cura y el alcalde. Crónica de una muerte anunciada es, por lo demás, una joya rara en la obra de García Márquez, pues es él mismo quien relata la historia en primera persona. El «yo» inquietante que desde el principio reconstruye los hechos se va reconociendo en el autor hasta descubrirse del todo, pues dice: «Muchos sabían que en la inconsciencia de la parranda le propuse a Mercedes Barcha que se casara conmigo, cuando apenas había terminado la escuela primaria, tal como ella misma me lo recordó cuando nos casamos catorce años después». Mercedes Barcha es la «Gaba», así le dicen sus más íntimos amigos. De este modo el título del libro se acaba de llenar de sentido: no sólo es una muerte anunciada, sino que además se trata de una crónica, en el mejor estilo periodístico. García Márquez, el cronista, cita las fuentes de cada información precisando el origen, sin que nada quede al azar de la imaginación. Y es aquí en donde el libro adquiere su máxima precisión de relojería suiza. Las fronteras de la crónica periodística y de la literatura se disuelven y ningún dato queda suelto, nada de lo narrado aparece sin una previa justificación. La costa atlántica colombiana, por los años en que se publicó esta novela, era aún vista desde la capital del país como algo remoto, y en esa mirada había ínfulas de superioridad y de arrogancia justificadas sólo por el hecho de que en Bogotá estaban los edificios grecorromanos del Capitolio y el Palacio Presidencial. Esa costa, y lo costeño -llamado despectivamente «corroncho» por los del interior-, con su mezcla de tradiciones caribes, hispanas, negras y árabes, era acusada de ser la madre de todos los vicios, la república de la pereza, de la corrupción, del nepotismo, del machismo y del trago, de la irresponsabilidad, en fin, de todo lo negativo, mientras que Bogotá, con su rancia aristocracia, se consideraba a sí misma la Atenas de América, la cuna de la cultura y la elegancia, el Londres de los Andes. Pero hoy al cabo de dos décadas, la cultura de esa proscrita costa atlántica, en la que se inscribe este libro y casi toda la obra de García Márquez, es una de las pocas cosas que a los colombianos nos permite paliar las vergüenzas que ocasionan, en la acartonada capital, esos dos presuntuosos edificios grecorromanos. No recuerdo cuándo leí por primera vez esta Crónica de una muerte anunciada, pero sé que fue en Bogotá, hace ya más de quince años, recuerdo, eso sí, el extraño y sobrecogedor efecto que me llevó a desear, en cada página, que alguien detuviera a los hermanos Vicario, que se evitara esa muerte absurda que los condenaba a todos. Pero la muerte ya estaba anunciada; y aún hoy, al releerlo, vuelvo a sentir que es posible, en medio de la tragedia, que los cuchillos no alcancen a Santiago, que alguno de los mensajeros llegue a tiempo y él escape, que la puerta de su casa se abra. Y no sucede. Santiago Nasar vuelve a morir. Me pregunto si los lectores de este libro, dentro de doscientos o trescientos años, desearán lo mismo al leer sus páginas. Quizás sí. Lo que es seguro es que Santiago Nasar y su muerte anunciada serán en ese entonces una de las pocas cosas de nuestra época que aún estarán vivas.


Santiago Gamboa


GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, Crónica de una muerte anunciada, Bibliotex, Madrid, 2001.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

EN ESTE MISMO INSTANTE (EN LA CIUDAD), Nach


EN ESTE MISMO INSTANTE (EN LA CIUDAD)

La ciudad.

En este mismo instante alguien se despierta en la ciudad
y alguien cierra sus ojos para dormir,
o para soñar,
o simplemente para no ver su realidad.
Alguien espera en una esquina
y alguien camina sin rumbo calle abajo.
Una pareja discute
y un ejecutivo corre hacia su puesto de trabajo.

En este mismo instante alguien se besa
bajo la tenue luz de una farola,
alguien mata y guarda su pistola.
Una mujer enciende su gramola
y aquella antigua canción no la hace sentir tan sola.
Un anciano dice "hola"
y un recién nacido dice "adiós" o "hasta nunca" o "hasta siempre"
mientras alguien de repente siente
que una vida crece dentro de su vientre.
Una chica despide de su novio en un andén
mientras se sube a ese tren que acelera trepidante,
alguien distante bucea en vasos de vodka uno tras otro
y otro y otro y ya van doce.
Una niña se mira en un espejo y apenas se reconoce,
un marido se corre en la boca de una mujer que no conoce.

En este mismo instante un estudiante cierra un libro
y sabe que lo aprendido le hace sentir más sabio
y también más confundido.
Una mirada se cruza entre dos desconocidos
que si se hubieran conocido serían el uno para el otro.
Alguien vende su cuerpo
y alguien compra medicamentos para perder parte de él.

En este mismo instante un chico rico
se mete un pico para sentirse a salvo
y un chico pobre se mete en un equipo
para ser como Cristiano Ronaldo.
Alguien haya resguardo en el sueldo de un trabajo fijo,
y alguien en un crucifijo
y alguien en el cobijo de un cartón que sirve de escondrijo.

En este mismo instante un hijo ejemplar
es feliz comiendo regaliz,
y una madre sabe que su amor no será barniz
ante otra cicatriz de su hijo problemático.

En este mismo instante alguien abre un regalo,
y alguien un bote de barbitúricos.
Alguien abre su mente y alguien sus piernas,
alguien dice "no me dejes nunca"
y alguien dice "no quiero que vuelvas".

En este mismo instante alguien da un abrazo
y alguien un puñetazo,
alguien está sintiendo los ojos del rechazo
por ser demasiado oscuro o inteligente o gordo o afeminado.
Alguien anda abandonado con la mente perdida
y alguien se siente perdidamente enamorado.

En este mismo instante un presidiario
charla consigo mismo, tan solitario.
Una familia numerosa se sienta a cenar.
Lo único que se oye es el telediario.

En este mismo instante alguien está viviendo
su más mágica experiencia
y alguien sube a una ambulancia de camino a urgencias.
Alguien está dando clase,
alguien tumbos.
Alguien está dando las gracias
y alguien gritos de socorro.

En este mismo instante una pareja folla apasionadamente
y un ejecutivo sale de su puesto de trabajo.
Alguien sigue esperando en esa esquina
y alguien camina sin rumbo calle arriba.

En este mismo instante
alguien se despierta
y alguien cierra sus ojos.

La ciudad.


Nach, Mejor que el silencio, 2011.


martes, 11 de noviembre de 2014

AYUDAR A MANDAR GUISANTES , Phllippe Delerm


AYUDAR A MANDAR GUISANTES

   Ocurre casi siempre a esa hora muerta de la ma­ñana en que el tiempo no apunta ya a nada con­creto. Olvidados los tazones y las migas del desayu­no, lejos aún los perfumados borboteos de la comi­da, la cocina es puro sosiego, casi una abstracción. Sobre el hule, un simple trozo de periódico, un montón de guisantes con su vaina, una ensaladera.
   Nunca llegamos al inicio de la operación. Cruzábamos la cocina para ir al jardín, a ver si había pasado el cartero...
   —¿Puedo ayudarte?
   Naturalmente que sí. Podemos ayudar. Pode­mos sentarnos ante la mesa familiar y adoptar de inmediato ese ritmo indolente, relajante, que pa­rece dictado por un metrónomo interior. Es fácil desgranar guisantes. Una presión con el pulgar en la vaina y ésta se abre, dócil, entregada. Algunas, menos maduras, se muestran más reticentes: una incisión con la uña del dedo índice permite en­tonces desgarrar lo verde y notar la humedad y la carne densa, apenas debajo de la piel falsamente apergaminada. Acto seguido, se hacen resbalar las bolas con un solo dedo. La última es tan minús­cula... A veces, dan ganas de hincarle el diente. No es buena, es un poco amarga, pero fresca como la cocina de las once, cocina del agua fría, de las hortalizas mondadas... Muy cerca, junto al fregadero, brillan sobre un trapo unas zanahorias desnudas, acabando de escurrirse.
   Entonces hablamos poquito a poco, y la mú­sica de las palabras también parece venir del in­terior, apacible, familiar. De cuando en cuando, alzamos la cabeza para mirar al otro; pero el otro se ve obligado a mantener la cabeza gacha; tal es el código. Hablamos de trabajo, de proyectos, de fatiga, no de psicología. La operación de desgra­nar guisantes no se presta a explicaciones, sino a ir siguiendo el proceso con cierta morosidad. Po­dría no costar más de cinco minutos, pero nos resulta muy grato prolongar, dilatar la mañana, vaina tras vaina, arremangados. Acariciamos las bolas peladas que colman la ensaladera. Son sua­ves al tacto; todas esas redondeces contiguas for­man como un agua de tierna tonalidad verde, y nos sorprende no mojarnos las manos. Tras un largo silencio de claro bienestar, alguien dice:
    —Sólo falta ir a buscar el pan.

PHILLIPE DELERM, El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida, Tusquets, Barcelona, 2001, pp. 17-18.

lunes, 10 de noviembre de 2014

[LA BRUMA NO SÓLO...], Manuel Villena

La bruma no sólo
emborrona la orilla.
¿Y el pasado?

Manuel Villena
&
Joseph Mallord William Turner

domingo, 9 de noviembre de 2014

[A ESTOS DEDOS...], Kishida Chigyo

A estos dedos
de mis pies, quedamente
les llega el frío.


Kishida Chigyo

SEIKO OTA & ELENA GALLEGO, Kigo. La palabra de estación en el haiku japonés, Hiperión, Madrid, p. 173.
&
Hans Memling

sábado, 8 de noviembre de 2014

[EL ODIO ES MÁS FUERTE QUE EL AMOR...], Vergílio Ferreira



   El odio es más fuerte que el amor. El amor une y el odio separa. Y ese espacio permite organizar una guerra aunque sea un intercambio de tiros. Pero el mayor odio es el que se fundamenta en ese amor contra quien nos lo quiere dar. Y con todo, ese amor se olvida mientras se es­tá odiando. Porque el odio es más fuerte, y si lo justifica­mos con una razón detrás, es porque esa razón nos da la posibilidad de que parezcamos justificables. Por eso, co­mo ya he dicho, muchas veces cortamos las relaciones con alguien y seguimos con las relaciones cortadas cuan­do ya ni sabemos por qué.

VERGÍLIO FERREIRA, Pensar, Acantilado, Barcelona, 2006.
&
Kasimir Malevich

viernes, 7 de noviembre de 2014

VOCABULARIO, Wislawa Szymborska

VOCABULARIO

   —La Pologne? La Pologne? ¿Un frío espantoso, verdad? —me pregunta, y respira con alivio. Son tantos los países que surgen cada dos por tres, que el tema de conversación menos resbaladizo es el clima.
   —Madame —me encantaría responderle—, los poetas de mi país escriben con los guantes puestos. Aunque, a decir verdad, a veces se los quitan: sí, cuando cae una luna de justicia. Con estrofas de alaridos punzantes, único medio de apagar el estruendo del vendaval, cantan la vida sencilla de los pastores de focas. Nuestros clásicos hacen cisuras con carámbanos de tinta en la nieve apelmazada. El resto, los decadentes, lloran la suerte de los copos de nieve. Quien quiere morir ahogado debe hacerse con un pico para agrietar el hielo. ¡Ay, madame, querida madame!
   Eso es lo que me encantaría decir. Pero no recuerdo cómo se dice «foca» en francés. Ni estoy segura de qué palabras corresponden a «carámbano» y a «agrietar».
   —La Pologne? La Pologne? ¿Un frío espantoso, verdad?
   —Pas du tout —respondo glacial

WISLAWA SZYMBORSKA, Paisaje con grano de arena, Círculo de Lectores, Barcelona, 1997, p. 34.
&
Linda Adlestein

jueves, 6 de noviembre de 2014

[VIBRA TRÉMULO...], Manuel Villena

Vibra trémulo,
en la noche, el arrullo
de las sirenas.

Manuel Villena
&
Margaret Atwood

miércoles, 5 de noviembre de 2014

[ASESINÓ A SU PADRE...], Peter Mosler

   Asesinó a su padre y a su madre y encima pedía clemencia al tribunal por ser huérfano total.
Peter Mosler
&
Hans Bellmer

martes, 4 de noviembre de 2014

PETER PAN, Fernando Iwasaki

PETER PAN

    Cada vez que hay luna llena yo cierro las ventanas de casa, porque el padre de Mendoza es el hombre lobo y no quiero que se meta en mi cuarto. En verdad no debería asustarme porque el papá de Salazar es Batman y a esas horas debería estar vigilando las calles, pero mejor cierro la ventana porque Merino dice que su padre es Joker, y Joker se la tiene jurada al papá de Salazar.
    Todos los papás de mis amigos son superhéroes o villanos famosos, menos mi padre que insiste en que él sólo vende seguros y que no me crea esas tonterías. Aunque no son tonterías porque el otro día Gómez me dijo que su papá era Tarzán y me enseñó su cuchillo, todo manchado con sangre de leopardo.
    A mí me gustaría que mi padre fuese alguien, pero no hay ningún héroe que use corbata y chaqueta de cuadritos. Si yo fuera hijo de Conan, Skywalker o Spiderman, entonces nadie volvería a pegarme en el recreo. Por eso me puse a pensar quién podría ser mi padre.
    Un día se quedó frito leyendo el periódico y lo vi todo flaco y largo sobre el sofá, con sus bigotes de mosquetero y sus manos pálidas, blancas blancas como el mármol de la mesa. Entonces corrí a la cocina y saqué el hacha de cortar la carne. Por la ventana entraban la luz de la luna y los aullidos del papá de Mendoza, pero mi padre ya grita más fuerte y parece un pirata de verdad. Que se cuiden Merino, Salazar y Gómez, porque ahora soy el hijo del Capitán Garfio.




Inmanol Ortiz

lunes, 3 de noviembre de 2014

UNA NOCHE CUALQUIERA, José Luis Hidalgo

UNA NOCHE CUALQUIERA

(Esquema)

La luna estaba en el cielo
como un sexo bajo falda.

Dos gruesos arboles eran
sus muslos de copas blancas.
Los arroyos le ponían
sus zapatitos de plata.

Y mientras tanto, la luna,
como un sexo, palpitaba...

JOSÉ LUIS HIDALGO
&
Claudio Parmeggiani

domingo, 2 de noviembre de 2014

[UN DÍA UN ESQUELETO...], Giovanni Papini

   Un día se dijo el Esqueleto: «Estoy prisionero entre esta sucia mole y estas vísceras putrefactas. Quiero librarme, salir fuera, al sol, como una creación de Miguel Ángel extraída de la oscuridad del peñasco».
   Y así lo hizo. El medio: la muerte.
   El cuerpo fue a pudrirse en una fosa, y el Esqueleto, blanco y pulido, redimido como había soñado, se lanzó a marchar solo por el mundo. Pero todos huían atemorizados, y al fin también tuvo que esconderse bajo tierra.

Giovanni Papini
&
Josep Llimona

sábado, 1 de noviembre de 2014

[LA MUERTE ES DEJAR...], Ramón Gómez de la Serna & David Vela

La muerte es dejar en casa blancas con ventanas a los que ya están solos y tienen que encargarse solos del nuevo día.


RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA & DAVID VELA, Ninfas y calaveras, El Patito, Santiago de Compostela, 2013, página 83.