domingo, 30 de abril de 2017

ORACIÓN POR MI HIJA, Jesús Aguado




Uno


I


Cuando el Día luchaba con la Noche

en abrazo salvaje de estrellas contra estrellas,


la sangre de la luz espesándose en sombras por todo el Universo,


llegaste con auroras y crepúsculos,

llegaste con el orden y con la sucesión, con la armonía

que duerme en el compás y bruñe el corazón del astrolabio,

con el canto del gallo y el acechar del lobo


y entre ambos colocaste el Tiempo como escudo

para que no se hiriesen.


Al Día y a la Noche les pido que recuerden.

Al Día y a la Noche les ruego que te cuiden.


II


Cuando el Mar y la Tierra decidieron

separarse,

para que hubiera paz en su discordia

apareciste tú:


encajaste tus manos de lava en una grieta


(océanos a un lado continentes al otro)


(cacatúas aquí tiburones allá)


y sin esfuerzo hiciste su distancia.


A la Tierra y al Mar les pido que recuerden.

A la Tierra y el Mar les ruego que te cuiden.


III


Cuando el Calor y el Frío descubrieron

que estaban obligados a amarse en la distancia,

ese amor imposible estallando en catástrofes


(glaciaciones e incendios, nevadas y sequías),


acudieron a ti y les regalaste


la quemazón del hielo y el frescor del oasis:


unos pocos lugares donde abrazarse a solas.


Al Frío y al Calor les pido que recuerden.

Al Frío y al Calor les ruego que te cuiden.

IV


Cuando Dentro y Afuera heredaron los huecos que dejaba

la Materia

al expandirse


(el recodo, la grieta, el pasadizo)


y entre dudas ponían un bosque en una casa

o un pulmón respirando sin cuerpo en un camino,


entregándole al Miedo la llave de este mundo,


tú fabricaste vanos, ventanas, sentimientos, señalizaste las fronteras

que impiden que se mezclen exterior e interior,

moldeaste las leyes de lo cóncavo y la ley del paisaje,


persuadiste a las cuevas y a los guantes a dejarse habitar por dedos y por osos

y persuadiste al aire libre a dejarse cruzar por los vencejos.


Al Dentro y al Afuera les pido que recuerden.

Al Dentro y al Afuera les ruego que te cuiden.


V


Cuando dejó el Silencio de hablarle a la Palabra,


para que no murieran

de sed

en el espejo de la ausencia mutua

derramaste en sus manos

el agua de la Poesía.


Al Silencio, a la Palabra les pido que recuerden.

Al Silencio, a la Palabra les ruego que te cuiden.



Dos


Hija,



por el Mar o la Tierra, de Día o de Noche, con Calor o con Frío, Dentro o Afuera,

desde el Silencio o la Palabra,


pisa

con

cuidado


porque te pisas a ti misma.


Hija,


no lo olvides.

Jesús Aguado
&
August Sander