miércoles, 2 de marzo de 2011

UN MARIDO SIN VOCACIÓN, Enrique Jardiel Poncela

UN MARIDO SIN VOCACIÓN

Un otoño —muchos años atrás—, cuando más olían las rosas y mayor sombra daban las acacias, un microbio muy conocido atacó, rudo y voraz, a Ramón Camomila: la furia matrimonial.
—¡Hay un matrimonio próximo, pollos!—advirtió como saludo a su amigo Manolo Romagoso cuando subían juntos al casino y toparon con los camaradas más íntimos—.
—¿Un matrimonio?
—Un matrimonio, sí—corroboró Ramón—.
—¿Tuyo?
—Mío.
—¿Con una muchacha?
—¿Claro! ¿Iba a anunciar mi boda con un cazador furtivo?
—Y, ¿cuándo ocurrirá la cosa?
—Lo ignoro.
—¿Cómo?
—No conozco a la novia. Ahora voy a buscarla...
Y Ramón Camomila salió como una bala a buscar novia por la ciudad.


***

A las dos horas conoció a Silvia, una chica algo rubia, algo baja, algo gorda, algo sosa, algo rica y algo idiota; hija única y suscriptora contumaz a «La moda y la Casa» (publicación para muchachas sin novio).
Y al año, todos los amigos fuimos a la boda. ¡La boda! ¡Bah!... Una boda como todas las bodas: galas blancas, azahar por todos lados, alfombras, música sacra, bimbas, sonrisas, codazos, almohadón para hincar las rodillas los novios y para hincar las rodillas los padrinos; lunch, sándwichs duros como un fiscal...
Al onzavo sándwich hubo una fuga súbita por la sacristía y un auto pasó raudo, y unos gritos brotaron:
—¡Adiós! ¡Adiós! ¡Vivan los novios! ¡Vivaaan!
Y los amigos cogimos otro sándwich —dozavo—y otra copita.
Y allí acabó la cosa.
***

Mas, para Ramón Camomila, la cosa no había acabado allí...
Al contrario: allí daba principio.
Y al subir con su novia al auto fugitivo, vio claro, vio clarísimo: ni amaba a Silvia, ni notaba inclinación ninguna al matrimonio, ni sintió su alma con la vocación más mínima por construir un hogar dichoso.
—¡Soy un idiota! —murmuró Ramón—. No valgo para marido, y lo noto cuando ya soy ciudadano casado...
Y corroboró rabioso:
—¡Soy un idiota!
Silvia, arrinconada junto a Ramón, bajaba los ojos con rubor, y al bajar los ojos subía dos mil grados la rabia masculina.
—¡Dios mío! —gruñía Ramón mirándola—. ¡Casado! ¡Casado con una niña insulsa como unas natillas!... No hay ya salvación para mí..., ¡no la hay!
Incapaz para dominar su irritación, dirigió unas palabras durísimas a Silvia.
—¡Prohibido fingir rubor y mirar a la alfombra! —gritó.
(Silvia miró al parabrisas con infantil docilidad).
Y Ramón añadió para su sayo, alumbrado por una brusca solución:
—Voy a lograr su odio. Voy a obligarla a suplicar un divorcio rápido. Poco valgo si
no logro inspirarla asco con cuatro o cinco burradas a cual más disparatada...
Y tal solución tranquilizó mucho a su alma.
***

Por lo pronto, al subir a la fotografía (visita clásica tras una boda), Ramón hizo la burrada inicial.
Un fotógrafo modoso y finísimo abordó a Ramón y a Silvia.
—Grupo nupcial, ¿no? —indagó—.
—Sí —dijo Ramón—.
Y añadió:
—Con una variación.
—¿Cuál?
—La sustitución más original vista hasta ahora... Novio por fotógrafo. Hoy hago yo la foto... ¡Viva la originalidad!
Y Ramón aproximó la máquina y advirtió al asombrado fotógrafo:
—¡Vamos! Coja por la mano a la novia y sonría con ilusión: La cara más alta... ¡Cuidado! ¡Así!... ¡Ya!
Ramón tiró la placa, y a continuación obligó al pago al fotógrafo; guardó los duros y salió con Silvia orondo y dichoso.
—¡Al auto! —mandó—.
(Silvia ahora iba llorando)
—¡La cosa marcha! —susurró Ramón.
***

Al otro día trasladaban sus organismos a Irún. (Lo clásico, asimismo, tras una boda).
Ramón no quiso subir al vagón con Silvia.
—Yo viajo con los maquinistas —anunció—. Voy a la locomotora... ¡Hasta la vista!
Y subió a la locomotora, y ocupó su actividad ayudando a partir carbón. Al arribar a Irún había adquirido un magnífico color antracita.
Ya allí, compró sus harapos a un sordomudo andrajoso, vistió los harapos y marchó a la fonda a buscar a Silvia.
Y tocado con las ropas andrajosas anduvo por Irún, acompañando a Silvia y cogido a su brazo mórbido y distinguido.
Nutrido público los miraba al pasar, asombrado.
Silvia sufría cada día más.
—¡La cosa marcha! ¡La cosa marcha! —murmuraba todavía Ramón. Pronto rogará Silvia un divorcio total. Sigamos las burradas. Sigamos con la droga antimatrimonial, multiplicando la dosis.
Ramón vistió a continuación sus fracs más maravillosos, y al pisar un salón, un dancing u otro lugar público acompañado por Silvia, imitaba a los criados, y con un paño al brazo acudía solícito a todas las llamadas.
Una mañana pintó sus párpados con barniz rojo.

***
Por fin lo trasladaron al manicomio.
Y Ramón asistió a su propia dicha: su contrato matrimonial yacía roto y vivía imposibilitado para otra boda con otra Silvia.


ENRIQUE JARDIEL PONCELA, Ventanilla de cuentos corrientes, Rey Lear, Madrid, 2009, páginas 21-26.

martes, 1 de marzo de 2011

LA LLUVIA, Pablo García Casado


LA LLUVIA

La lluvia sobre el vendedor que anuda su corbata antes de subir a casa. La lluvia sobre la visera verde del taller donde unas chicas flirtean con el mecánico que de joven se tatuó un as de corazones en el brazo. La lluvia sobre el cabello moldeado de la vieja que a duras penas consigue alcanzar un autobús que está vacío. La lluvia sobre el carro de la compra, legumbres, tomate, porciones de merluza congelada. La lluvia sobre los cristales de la unidad de cuidados intensivos. La lluvia sobre los cristales progresivos de mi padre, que me llama por teléfono preocupado por mi situación laboral. La lluvia sobre el vendedor que conduce despacio su automóvil. Que sólo piensa en desaparecer, al menos, por un tiempo. Cambiar de ciudad, alquilar un pequeño apartamento. Comprar un teléfono móvil, empezar de nuevo.

PABLO GARCÍA CASADO, Dinero, DVD, Barcelona, 2007, página 15.

lunes, 28 de febrero de 2011

LA FUERZA DEL DESTINO, Julia Otxoa

LA FUERZA DEL DESTINO

El perro riñe al gato, el gato al ratón, el ratón a la musaraña, la musaraña a la araña, la araña a la mosca, la mosca a la hormiga, la hormiga a la pulga, pero la pulga, como es tan pequeña, no tiene nadie más pequeño a quien reñir, así que, indignada, prepara la revolución para derrocar al perro.


JULIA OTXOA, Variaciones sobre un cuadro de Paul Klee, Hiru, Hondarribia, 2002, p. 50.

domingo, 27 de febrero de 2011

[SI ME RESCATAS DEL FRÍO...], Ana Vega

Si me rescatas
del frío,
prometo abandonar
el invierno
para siempre...



FOTOGRAFÍA: Luis Arroyomolinos

sábado, 26 de febrero de 2011

ADÁN Y EVA, Samuel Butler

ADÁN Y EVA


Un niño y una niña estaban mirando un cuadro en el que aparecían Adán y Eva.
—¿Cuál es Adán y cuál es Eva?— preguntó uno de ellos.
— No lo sé— repuso el otro-, pero te lo podría decir si tuvieran la ropa puesta.

Samuel Butler

viernes, 25 de febrero de 2011

ROEDORES, Julia Otxoa


ROEDORES

El lanzador de cuchillos sentía roer en su interior a la rata de ojos amarillos. Miró a la mujer rubia del bañador azul, con la espalda plegada al tablero verde, con la que formaba pareja desde hacía más de veinte años. Pensó de pronto con espanto, que aquella mujer era demasiado confiada.
¿Acaso no conocía ella la leyenda del gran roedor de ojos amarillos? Se preguntaba el lanzador, empapada en sudor la mano que sostenía el puñal.


JULIA OTXOA, Kískili-Káskala, Vosa, Madrid, 1994, página 26.

jueves, 24 de febrero de 2011

AFORISMOS, Rafael Argullol

ASESINO: El hombre más solo del mundo tras el acto más solitario.

ENVIDIA: Acepto encantado mi sufrimiento con tal de que tú tengas el tuyo.

GUERRA: La cuota de sangre que el hombre se paga con implacable regularidad.

MAL: El espectador absoluto que jamás bajará a la arena de la vida.

MALDAD: La maledicencia.

ODIO: La energía invencible que merecería una mejor causa.

RESENTIMIENTO: La puñalada que te clavas para herir a otro.

TIRANÍA: La imagen de la humanidad reducida a una inmensa ficha policial.

TORTURA: El pillaje de la dignidad que lleva consigo el botín del horror.

TOTALITARISMO: El bosque nos oculta el árbol.

TRAICIÓN: La repentina destrucción del mundo por un solo gesto o por una única palabra.

VERGÜENZA: Derecho de la pasión que prescribe con el tiempo.

VIOLENCIA: La vida desgarrándose por el temor de vivir.




RAFAEL ARGULLOL, Breviario de la aurora, Acantilado, Barcelona, 2006.