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domingo, 16 de noviembre de 2014

MATRIMONIO DE CONVENIENCIA, William T. Vollmann

MATRIMONIO DE CONVENIENCIA

   El hombre lloraba, y le dijo a su puta: "No me abandones".
   "No te preocupes", dijo ella. "No te dejaré durante toda una hora de puta".


WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, p. 101.
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Eric Drigny

lunes, 13 de octubre de 2014

CÓMO HACER AMIGOS E INFLUENCIAR A LA GENTE, Willian T. Vollmann

CÓMO HACER AMIGOS E INFLUENCIAR A LA GENTE

   «¡Una limosna para un pobre!», entonaba un vagabundo, tendiendo la sucia palma de su mano, pero nadie depositaba una moneda en ella, así que exclamó, «¡Un Cadillac para un pobre!». Tampoco nadie le dio un Cadillac.


WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, p. 151.

miércoles, 1 de octubre de 2014

[LA OSCURIDAD JUGABA...], William T. Vollman

   La oscuridad jugaba al dominó con los tejados.

WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, p. 227.
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Juan Yanes

domingo, 21 de septiembre de 2014

[UN ALFILER ES TAN SÓLO...], William T. Vollmann

   Un alfiler es tan sólo un guión si se le quita la cabeza.
WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, p. 227.
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Chema Madoz

miércoles, 3 de septiembre de 2014

[EL AMOR ES EL SALTO DE DOS GRILLOS...], William T. Vollmann

    El amor es el salto de dos grillos en la misma dirección.


WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, p. 227.
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Bernhard Handick

sábado, 30 de agosto de 2014

[COMO UNA LUCIÉRNAGA...], William T. Vollmann


  ...y siempre había coches y furgonetas y autobuses allí aparcados, junto a posesiones baratas, y a veces podía verse el breve destello de una luz en el interior de aquellos caparazones, como una luciérnaga dentro de la boca de un caballo muerto.

WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, p. 227.
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Nobuyoshi Araki

jueves, 14 de agosto de 2014

ESCENAS DIVERTIDAS, William T. Vollmann

ESCENAS DIVERTIDAS

   Dos hombres en traje de negocios estaban discutiendo afuera del cabaret coreano de Eddy Street.
   —¡A mí no me agarras de ese modo! —dijo uno—. ¡Me agarras así! Recuerda que este sitio es mío.
   A la altura de Ellis Street había un hombre de pie junto a su coche estropeado, contextualizando con un policía.
   —Según lo entiendo —dijo el policía—, primero le golpeó en el capó.
   —No —dijo el hombre pacientemente—. Primero me golpeó en la cabeza.


WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, p. 101.
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Yorgos Papakarmezis

martes, 12 de agosto de 2014

[LOS AMANTES MUDOS...], William T. Vollmann

   Los amantes mudos no cuentan historias.

WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, p. 231.
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Man Ray

sábado, 2 de agosto de 2014

HISTORIAS DE LA NARCOSALA, William T. Vollmann


HISTORIAS DE LA NARCOSALA

   Dos veces al mes los adictos se ponían en cola para conseguir su metadona. Primero tenían que seguir la línea amarilla para hacerse un análisis de orina. La orina tenía que estar limpia para tener derecho a recibir más metadona, de modo que en el aparcamiento había gen­te que se ganaba la vida plácidamente vendiendo su pis. Estoy seguro de que esto hacía casi inútiles las líneas de colores, pero dado que los emprendedores de la orina no me caían bien, no les pregunté cómo lo veían ellos. Otro buen truco de los que hacían cola en la línea amarilla para conseguir aquello que esperaban conseguir allí era re volver la metadona dentro de sus bocas melancólicas y astutas y fin­gir que se la tragaban, para después escupirla y venderla en la calle. Le sacaban margen aun si tenían que comprar pis para vender metadona. Por eso una empleada tenía que hacerlos hablar después de que tragaran. Cuando hablaban, ella comprobaba el interior de la boca para asegurarse de que el líquido había bajado por aquellas reticentes gargantas.


WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, pp. 24-25.
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Eva Hesse

lunes, 7 de julio de 2014

LA HISTORIA DE LOS PULMONES MORIBUNDOS, William T. Vollmann

LA HISTORIA DE LOS PULMONES MORIBUNDOS

   Había una vez un hombre al que se le estaban descomponiendo los pulmones y llenándosele de una cosa negra e inflamándosele en el pecho como champiñones por lo que estuvo asfixiándose durante un periodo de dos años. Se le dijo que al término de aquellos dos años moriría. Cada vez tenía más dificultades para respirar. Final­mente fue al hospital sabiendo que no saldría de allí por su propio pie, y lo llevaron en silla de ruedas por la ancha línea negra y lo metieron en su lecho de muerte y mientras él estaba allí resollando los médicos le pidieron su consentimiento para asignarle un estado Sin Código. (A un paciente Sin Código no se le conecta a un respi­rador cuando se le para el corazón.) «Deje que la naturaleza siga su curso», dijeron los médicos. El hombre dio su permiso para que no lo intubaran. Pero pasó el tiempo, y pasó su vida, y no podía respirar. Era como un buceador que braceara desesperadamente para alcanzar la superficie y respirar aire fresco con grandes y abundantes bocana­das, pero cuando sacaba la cabeza tenía que hacerlo en medio de espuma y burbujas, y cada vez era más difícil llegar a la superficie y se veía obligado a respirar más tiempo dentro del agua (era como si un agua propia le inundara las células de los pulmones desde su mar linfático putrefacto), y le entró pánico y suplicó que lo intubaran pero, al ser informados, los médicos concluyeron que había perdido la cabeza, pues solicitaba algo que no le beneficiaba: a saber, recobrar el aliento y seguir vivo un poco más; y, además, al hospital le costaba dinero mantener los respiradores, por lo que lo mantuvieron Sin Código y él se ahogó y se ahogó y se ahogó y se murió.

WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, pp. 16-17.
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David Jones