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miércoles, 16 de enero de 2013

VARIACIÓN SOBRE UN TEMA DE COLERIDGE, Alberto Chimal


VARIACIÓN SOBRE UN TEMA DE COLERIDGE
   

   Recibí una llamada: era yo, desde un teléfono que perdí el año pasado. Me pregunté dónde se había quedado el aparato; me contesté que en tal y tal cafetería, que yo ni siquiera recordaba. Estás mal, dije, desde quién sabe dónde; ¿qué has hecho con tu vida? ¿Has seguido engordando? ¿Te siguen dando tus crisis? Me contesté que no, pero en realidad estaba mintiendo y yo me di cuenta. Estás mintiendo, me dije. ¿Qué quieres?, me pregunté, un poco disgustado conmigo. ¿A qué venía que me estuviese buscando precisamente ahora? Has de estar pensando que por qué te busco precisamente ahora, dije. ¡No es cierto!, contesté. El que se enoja pierde, dije, riéndome, y yo quise colgar pero yo me lo impedí diciendo: Necesitas que alguien te ponga en tu lugar y te enderece. Entonces llamaron a la puerta y resultó que era yo, y que había estado afuera todo el tiempo. Claro que sé dónde vives, idiota, me dije, sin soltar el celular. No se vale, contesté. Ya, cuelga. Era bastante ridículo seguir hablando por celular. Pero ni siquiera me pude consolar pensando que, si yo me veía ridículo, yo también me veía ridículo: de hecho tuve ganas de llorar al darme cuenta de que en realidad yo me veía más joven y más esbelto, y sólo había pasado un año. Para peor, yo tenía pelo, yo todavía tenía pelo, mientras que yo, efectivamente, había tenido una de mis crisis el día anterior y me había rapado y me veía patético. Te ves patético, me dije. Y yo no pude más y empecé a llorar de veras y me contesté sí. Y entonces caí al piso. Y entonces, contra todo lo que esperaba, yo me puse de rodillas, y me abracé, me abracé y me consolé y me dije que todo iba a estar bien, que si yo no me ayudaba pues quién me iba a ayudar... Así me dije.
   Deberíamos colgar, dije, mientras luchaba por sorber las lágrimas. Nos vemos, ridículos así abrazados y con los teléfonos, agregué, y yo me reí, y luego yo también me reí, y pensé que además me he vuelto descuidado porque mi teléfono de hace un año está en mejores condiciones que el que tengo ahora.


ALBERTO CHIMAL, Siete, Salto de Página, Madrid, 2012, pp. 151-152.

viernes, 27 de noviembre de 2009

DOS, Miguel Ángel Zapata


Dos

Me llamo Wu.
Me llamo Wei.
Soy una persona optimista y francamente emprendedora.
Soy una persona pesimista y definitivamente pasiva.
Tengo sueños azucarados de hadas y duendes y elefantitos rosa.
Tengo terribles pesadillas de incestos, suicidios y monstruosas deformidades.
Vivo unido a mi hermano Wei por la nuca, dándonos la espalda como en un duelo, mochilla irremediable el uno del otro.
Vivo unido a mi hermano Wu por la nuca, dándonos la espalda como en un duelo, mochilla irremediable el uno del otro.
Mi hermano Wu me roba los sueños.
Mi hermano Wei me roba los sueños.
No soy Wu.
No soy Wei.


Miguel Ángel Zapata





Juan Jacinto Muñoz Rengel [editor], Perturbaciones. Antología del relato fantástico español actual, Salto de Página, Madrid, 2009, página 379.

domingo, 29 de junio de 2008

EL DOBLE, Roberto Lumbreras


EL DOBLE



A Cévar N. Sanz

Dime si no es para acojonarse, Pepe. Tú vas un domingo paseando tran­quilamente por la calle, y te encuentras con un tipo que es exactamente igual a ti. Porque, uno lleva cuarenta años mirándose en el espejo todas las mañanas, y te digo que como si me estuviera viendo en el espejo. No sé si te sitúas. Y el tipo ese me vio a mí también. Te puedes imaginar la cara que puso. Más o menos la que debí de poner yo. Y no es para menos, vamos. Figúrate. Llevo una semana sin pegar ojo. Porque, verás, que ahí no acaba la cosa. Al tipo ese le he vuelto a ver un par de veces, y el cacho desgraciado se ríe. Pero no «ja, ja, ja»; no. El tipo te echa una sonrisa retorcida, como de estar tramando algo, que te hiela la sangre. Porque la verdad es que tiene mala pinta. El tío tiene mala pinta. Conque se lo cuen­to a Ramos, ya sabes tú cómo es Ramos, y me dice que oído al parche, que ese tipo me puede meter en problemas: que ahora mismo le da por robar un banco, o se cepilla a un tío, y se me cae el pelo a mí. Qué te parece. A mí. Sin comerlo ni beberlo. Y le digo a Ramos que qué me aconseja, y me dice que está difícil, que como no me adelante yo y le haga la putada a él... Qué te parece. Así que estoy que no vivo, chico. Llevo dándole vueltas a la chocolatera desde el otro día, y no sé cómo va a acabar esto. ¡Y es que no quiero hacer un disparate!


ROBERTO LUMBRERAS

domingo, 18 de noviembre de 2007

SIEMPRE HAY UNA DISCULPA PARA SALIR A BEBER, Jesús Alonso



Me compré una barra de bar porque quería dejar de salir a beber por ahí. Nada más montarla, me puse a un lado de la barra y pedí una cerveza. Fui al otro lado y pregunté: “¿Con alcohol o sin alcohol?” Me cambié otra vez de sitio y contesté: “¡Con alcohol, imbécil!”. “¡Imbécil será usted!”, me respondí. “A mí nadie me trata así—contesté—, me voy a otro bar”. Al salir di un portazo. Allí quedó el otro con su mierda de negocio.

Jesús Alonso

Quince líneas. Relatos hiperbreves., Tusquets, Barcelona, 1996.

sábado, 17 de noviembre de 2007

[Siempre has pensado...], Agustín Fernández Mallo

Siempre has pensado que la realidad no existe
o, por lo menos,
que la tuya la vive otro.
­Quién creció entonces en esta ciudad
te dices esta noche en la que llegas a las tantas
con la alevosía del fugitivo que regresa a devolver un dinero,
a confirmar un dato, o a saldar una deuda de honor,
pilotando expectante un automóvil
como el cetáceo suicida atraviesa entre dos cabos
una línea imaginaria.

Adónde regreso si la realidad no existe,
te dices,
a una luz ya apagada en mi ventana
donde insomne agotaba el último
serie B de Tele 5 y después releía a Bataille,
a ese edifici que ahora paso de largo
donde mis ancianos padres duermen
a los corn flakes con whisky de madrugada
en El Pesquero y las frases ocurrentes copiadas
a Baudelaire, a Décima Víctima
al macarra de turno,
a un pasado que ya es literatura,


adónde,
[lo dijo Zenón, la flecha está en el aire
pero no se mueve la flecha
]
si el disco en los semáforos desde entonces
está en amarillo,

si los basureros continúan parando en el Delicias Café
y prefieres seguir ruta, hacer noche
en un hostal de descampado,
confirmar que nada existe, que otra vez será,
que ya entonces te decía Bataille, escribo
para borrar mi nombre
.


AGUSTÍN FERNÁNDEZ MALLO, Joan Fontaine Odisea, La Poesía, señor Hidalgo, Barcelona, 2005, pp. 31-32.

jueves, 15 de noviembre de 2007

CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA

CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA


De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!


JAIME GIL DE BIEDMA, Las personas del verbo, Seix Barral, Barcelona, 1982, pp. 145-146.