jueves, 30 de junio de 2011

INSTRUCCIONES A GREGORIO SAMSA, Carlos Almira


INSTRUCCIONES A GREGORIO SAMSA

Cuando despiertes sobresaltado cerciórate, en primer lugar, de si eres una cucaracha o un escarabajo: en el primer caso te dirigirás al baño o a la cocina (o como mucho al patio lavadero); en el segundo, a la calle o al jardín, y con suerte a un huerto; averigua si eres un escarabajo común, pelotero, rinoceronte o áureo, es muy importante.

Si tienes que arrastrarte procura no volcar; pero si vuelcas, con toda calma trata de darte la vuelta (es inútil que agites las patas); y si aún así no puedes, pivota ágilmente sobre tu caparazón hasta que, girando como una peonza, des con un lugar seguro bajo algún mueble. Allí reflexiona sobre lo que mejor te conviene hacer.

Tus peores enemigos no son los perros, ni los gatos, ni los niños, sino tu propia desesperación y sobre todo tu añoranza. No pienses en lo que fuiste ni en lo que podrías haber sido, tampoco en lo que serás.

Con un poco de suerte, si perteneces al tipo áureo, encontrarás las dos alas disimuladas bajo la ridícula coraza.


CARLOS ALMIRA, Fuego enemigo, Nowevolution, Madrid, 2010, p. 51.

miércoles, 29 de junio de 2011

PARAÍSO, Bruno Gilbert


PARAÍSO

Cuando mi abuelo murió, me dijeron que se había ido al cielo... Adoraba a mi abuelo cuando venía a buscarme y nos íbamos a pasear.
Hay algunos recuerdos que no se olvidan.
La muerte es estúpida y a veces llega tan de repente...
Mi querido abuelo no era tan viejo como para irse al paraíso. Dicen que en el paraíso se está estupendamente, que allí todo es confort y modernidad. Que no hace demasiado frío ni demasiado calor.
En el paraíso ya nada puede hacernos daño. Pero ¿será a veces, aburrido? Seguramente un poquito, hacia mediodía.
¿Todo el mundo va al paraíso?
Sí, todos.
¡Anda, pues debe de haber mucha gente!
Entonces en el paraíso habrá ciudades, ciudades exactamente como las de aquí. Solo que transparentes y ligeras, deben de estar flotando allá arriba, en el aire.
Hay gente que piensa que, después de morir se renace bajo otra forma.
¡Sería estupendo si fuese cierto!
Con la condición de poder elegir...
Aunque a mi edad, no tengo ninguna prisa por renacer.
A veces, cuando miro las nubes me imagino que son mi abuelo.
Como si estuviese aquí, bien cerquita, y todavía pudiésemos hablar.
Algunos días grises, mi abuelo me dice que ame con pasión...
la vida.


BRUNO GILBERT, Paraíso, Los cuatro azules, Madrid, 2009.

martes, 28 de junio de 2011

[DE UN DÍA PARA OTRO...], Almudena Guzmán


De un día para otro
te conviertes en Gregorio Samsa.

Sólo te saludan las cucarachas como tú.

Las botas crujen cada vez más cerca.


ALMUDENA GUZMÁN, Zonas comunes, Visor, Madrid, 2011, página 17. 

lunes, 27 de junio de 2011

PANDEMIA, Ángel Zapata


PANDEMIA

Una mañana de octubre, tras varios años de experimentos, un sabio profesor inventa finalmente la leche que canta villancicos. Esa misma mañana, el empleado de la Oficina de Patentes toma el cacito con las dos manos, mira la leche con algo de aprensión, la tose encima, sin querer, y no se anda con contemplaciones:
—Lo primero, su invento es antihigiénico —le dice al sabio—. Es una auténtica porquería. No sirve para nada. Y lo segundo —mucho más grave, diría yo— es que esta leche desafina. Óigalo usted.
El sabio profesor pega la oreja a la leche, escucha el villancico que está cantando, y ve que el empleado tiene razón. Toda esa leche espesa, con rebordes de nata amarilla en la pared del cazo, no solamente desafina un poco, sino que arrastra algunas notas sin ton ni son, las columpia más bien, igual que las viejas cuando cantan en misa. Por un momento, el desconsuelo se pinta de tal modo en los ojos del sabio profesor, que el propio empleado de la Oficina de Patentes —un hombre rechoncho, con labios gruesos, de vaca— se ve en la obligación de darle ánimos.
—¿Quiere un consejo? —le dice tosiendo otra vez—. Mire: yo en su lugar inventaría un abrelatas. Es lo corriente. Es lo que todo el mundo inventa. Un abrelatas. Eso, o una mopa. ¿Usted nunca ha tenido tentaciones de inventar una mopa?
—No señor, nunca.
—¿Y un cuchillo de varios usos?
—Tampoco.
—¿Lo ve? En eso está su error, amigo mío. En que seguramente no echa en falta las cosas simples. Ahi esta todo. Quizá hasta menosprecia, sin saberlo, la felicidad de la gente sencilla.
—¿Usted cree?
—Naturalmente que lo creo. ¿Quiere una bolsa nueva para el cacito?
—Se lo agradecería.
—Pues aquí tiene. Y hágame caso, que yo con el consejo no me echo nada en el bolsillo. Un abrelatas. Una buena mopa. Cosas así. En confianza ahora: ¿a usted le gustan los villancicos?
—¿Hombre! Eso depende. Unos sí y otros no.
—Pues ya lo ve. Ya ve la gracia del invento, que ni siquiera a usted le hace feliz.
—¿Y si cuelo la leche y la dejo limpila y sin nata?
—Hágame caso, en serio. Olvídelo —concluye— el empleado.
Pero el sabio profesor, desconsolado y todo, es un hombre tranquilo, persistente, muy curtido en las adversidades. En más de veinte años de carrera, el sabio profesor ha inventado muchísimas cosa. Ha inventado cosas como el jersey que aplaude en la oscuridad, el buzón que le ladra al cartero, los besos con muletas, el acuario de luto, o el loro transparente que pronuncia palabras anfibias, subido en una percha de piedra pómez.
Por eso ahora, mientras recoge del mostrador la bolsa nueva con el cazo, el sabio profesor se recuerda a sí mismo que sólo es octubre. Piensa que aún faltan dos meses para que llegue la Navidad. Y que es posible perfeccionar su invento. Sobre todo piensa en la nata. Ve la nata en su imaginación. Saborea por dentro su gusto rancio y amarillo. «Le quito la nata y lo arreglo» se dice casi alborozado, al empujar la puerta de la oficina.
Luego cruza la calle.
Aprieta fuerte el asa de la bolsa.
Se pierde en el viento de octubre.
Dentro, al otro lado del mostrador, la tos del empleado se hace más bronca, más continua, y se va convirtiendo poco a poco en una especie de mugido.




ÁNGEL ZAPATA, Las buenas intenciones y otros relatos, Páginas de Espuma, Madrid, 2011 (2001),pp. 79,81.

domingo, 26 de junio de 2011

EN PLENA FUGA, Aurelio Asiain


EN PLENA FUGA

Con qué facilidad uno se embarca nuevamente hacia
el fondo, cómo corren
las aguas encendidas tras los párpados, los
pasos que fueron nuestra danza, cómo resuenan, giran
en el oído, vuelven
de lo negro a lo negro, cómo, con qué facilidad
uno se embarca nuevamente, se para a darle vuelta,
                                                                             uno
vuelve a poner el disco.

AURELIO ASIAIN, República de viento, Visor, Madrid, 1990, p. 25.

sábado, 25 de junio de 2011

EXAMEN: RESUMA EL CUENTO DE MONTERROSO, Manuel Espada



EXAMEN: RESUMA EL CUENTO DE MONTERROSO

El protagonista de esta historia es un ser en tercera persona somnoliento y anónimo, ya que el narrador (de carácter omnisciente) no menciona su nombre en ningún momento y acaba de salir de un período de fase REM más o menos largo (no se especifica, puede tratarse de siglos si contemplamos la obra como un relato de corte fantástico o una mera cabezada si es de carácter realista), suponemos que de naturaleza humana para que el contraste temporal y el extrañamiento en el lector sea efectivo y cause sorpresa, estupor, asombro, pasmo, desconcierto y confusión ya que si el protagonista es de naturaleza animal (y más aún si es contemporáneo como por ejemplo un pteranodón) no provocaría el mismo efecto, ya que la convivencia imposible entre el ser humano y el animal terrestre más grande que ha existido (con cabeza pequeña, cuello largo, cola robusta y larga, y extremidades posteriores más largas que las anteriores, y otros con las cuatro extremidades casi iguales, como el diplodoco) produce inquietud y turbación por lo anacrónico y extemporáneo de la imposible coincidencia, porque el hombre apareció en el planeta durante la era Cuaternaria y convivió con animales prehistóricos ya extintos como el mamut, pero el gran reptil que aparece en el texto habitó la Tierra en el período Jurásico, con lo que hay una diferencia de ciento cuarenta y cinco millones de años (cuando los continentes de Pangea comenzaron a separarse en diferentes bloques) entre la extinción del segundo y la creación del primero con barro o quizá con la costilla de Adán, porque, dado el machismo imperante en la Literatura, nadie ha contemplado jamás que la que despertó en el archiconocido y versionado (hasta la saciedad) microrrelato del autor guatemalteco (y sin embargo nacido en Tegucigalpa, capital de Honduras) y vio al dinosaurio fuese una mujer.


viernes, 24 de junio de 2011

UNA VOZ EN EL UMBRAL, Matías Candeira


UNA VOZ EN EL UMBRAL

Llevo imitando, desde hace algún tiempo, la voz de mi padre. Ahora llego a pronunciarlo todo con ese arrastre metálico de sus eses; como un fantasma, o un espía al otro lado de un teléfono sospechosamente intervenido. Sus eses, bajo mi paladar, moviéndose despacio en mi boca. Dios mío, a veces me cuesta diferenciarlas de mi propia voz. Si me lo pide el cuerpo, en mitad de la noche llamo con su acento del sur a los teléfonos eróticos. Les digo a esas mujeres que se quiten la ropa. Les ordeno que se toquen todo el cuerpo para mí; que me describan, lentamente, su forma de hacerlo. O puedo llegar —y nadie sabe lo terrible que es, nadie lo sabe— a emular su tono de tenor en la ducha. Canto sus óperas, sus malditas óperas, hasta la última nota que me queda en el cuerpo. Pero lo peor es que a veces no puedo remediarlo, y marco el número de sus antiguos amigos. Algunos llegan a balbucear, como si tuvieran vidrios dentro de la piel, y la mayoría de las veces no tardan en colgar el teléfono.
Madre es la única que siempre se queda respirando un buen rato al otro lado de la línea.
—¿Cómo has podido? -dice.
Y sé que nunca llegará a perdonarme.

MATÍAS CANDEIRA, Antes de las jirafas, Páginas de Espuma, Madrid, pp. 61-62.