domingo, 3 de marzo de 2013

AGUSTÍN, Adriano González León



AGUSTÍN

A Manuel Matute

   Después de la película, en el cine pobre, venía la tristeza. Una enorme tristeza. Y uno no sabía por qué. Al terminar la última despedida en la esquina, al quedar solos, estaba entonces la calle larga, sin nadie, con un cierto polvo nocturno y un gato apenas relampagueando en el alero. Poca luz. O debe ser que se sentía medio ciega, enneblinada, cubierta también por la tristeza. Atrás había quedado la sala a oscuras, con su olor mezclado por el moho, las ceras de chicles, los papeles de chocolate y la humedad. Una última claridad se había sumido en la pantalla donde antes estaban un velero y unos pescadores con redes extrañas. Era la playa de Acapulco para que las marías bonitas y las marías del alma no lo olvidaran nunca.

ADRIANO GONZÁLEZ LEÓN, Todos los cuentos más uno, Alfaguara, 1998, Madrid, p. 209.


sábado, 2 de marzo de 2013

AIRE Y CARBÓN, Ana María Shua



AIRE Y CARBÓN
  
   El abuelo Salo tiene buenos motivos para recordar la llegada de la orquesta de Leopoldo Stokovski a la Argentina.
   —Fue hacia el año cuarenta —dice—. Stokovski era famoso sobre todo por ser el director de la Orquesta Filarmónica de Filadelfia, pero vino a la Argentina con una orquesta juvenil. En Buenos Aires igual fue todo un acontecimiento. Y para mi familia, fue más especial todavía. Porque uno de los violinistas de Stokovski era un pariente lejano de mi mamá, un polaco del mismo pueblo, que había emigrado a Estados Unidos, tal como mi mamá emigró a la Argentina. Bueno, este hombre quiso conocer a su familia argentina. Imagínate la emoción cuando llamó a casa ¡el primer violinista de Stokovski!
    —¿Y fue nomás de visita?
   —¡Por supuesto! Viajaba con su mujer, que también era violinista, de modo que la trajo. Invitamos a mi tía, la hermana de mi mamá. Fue una cena memorable. Lo más increíble de todo no fue que nos invitaran al Colón a escuchar la orquesta de Stokovski, ni las costumbres extrañas que traía esta pareja, sobre todo la mujer, nacida en Estados Unidos, la otra América, la de verdad. Todo nos llamaba la atención. La forma en que cambiaba de mano el tenedor después de cortar la carne, porque los yanquis manejan el tenedor con la mano derecha. La ropa, el peinado... Pero lo que nos dejó boquiabiertos fueron las medias que traía puestas la mujer del violinista. ¡Medias de nailon! Jamás se había visto semejante cosa en la Argentina.
    —¿Y qué usaban las señoras elegantes?
   —Aquí se usaban todavía medias de seda, que eran carísimas y se rompían y se corrían de nada. Era un tema fundamental para las mujeres de la época, sobre todo para las que no tenían mucho dinero. Claro, también existían las medias largas de algodón, generalmente de color carne, pero eran muy feas. Las chicas muy jóvenes, a veces, se dibujaban una costura sobre la piel, con carbonilla, desde el muslo hasta el talón, para dar la impresión de que tenían puesta una media. Salir sin medias era impensable, una locura; una mujer decente en sus cabales no hacía una cosa así. Era tan loco como que un hombre saliera a la calle sin sombrero: "en cabeza", se decía, y era casi como salir descalzo. Pensá que Roberto Arlt murió tratando de inventar unas medias engomadas de larga duración. Las medias de seda corridas, igual que pasó después con las de nailon, se llevaban a arreglar, con una maquinita zurcidora se levantaban los puntos. Pero no quedaban perfectas, el arreglo se notaba. ¡Ah, esas pobres medias de seda llenas de cicatrices de batalla!
     —Así que nunca habían visto medias como ésas...
   —Nunca. Las medias de nailon que tenía puestas la mujer del violinista eran más fuertes y también más transparentes. La señora hizo un par de demostraciones que nos dejaron con la boca abierta. Todos hubiéramos querido tocar ese material incomprensible. Yo era chico y estaba tan asombrado como los demás. ¿Qué era esa fibra extraña que no salía de ninguna planta, que no tejía ninguna oruga? Mi mamá y mi tía miraban las medias con tanta admiración, ilusión y deseo que la mujer del violinista decidió regalarles un par a cada una. Antes de irse de la Argentina pasó por casa y nos dejó dos paquetitos con el extraño tesoro. Entonces sí pudimos tocarlas, estirarlas, mirarlas al trasluz, con infinito cuidado. "Pero, ¿de qué están hechas?" le pregunté a mi papá. Él me miró muy serio y me dijo: "Están hechas de aire y carbón".
   Y desde entonces cada vez que se encuentra con algo nuevo, un adelanto tecnológico, una situación que no comprende, un misterio de la naturaleza, en lugar de decir como todos los argentinos "Cosa'e mandinga", el abuelo Salo dice así: "¡Aire y carbón!" 

ANA MARÍA SHUA, Historias verdaderas, Sudamericana, Buenos Aires, 2004.

PENA TIRANA, Isla Correyero


PENA TIRANA


Señor
cómo voy a ser buena si recibo de Ti
de él
por Ti que lo creaste
este trato animal sin coherencia
sin reposo ni alivio en el exceso
de este dolor constante humanamente
insufrible soportado por esta
que te habla violenta moderada azuzada
por los miles de espinas
que él me clava inmóvil gris
con todo el cuerpo azul de golpes y lesiones
sal y sangre en el pómulo
helada por el frío de la circulación huida
no puedo así impedir que un exaltado
río de amargas lágrimas constantes
me inunden dentro el pecho la casa
la oficina el suelo del servicio

si es verdad que Tú existes o existimos nosotros
si todo esto es real y no otra dimensión
de la locura dime habla muéstrate
entre los vivos da ese paso elegante
de amor y de respeto que me debes y debes
a todos los que aquí vivimos trabajamos.

Ten compasión y vuelve los ojos a este pómulo
y Tú que eres amor o eso dijiste
pon en mi corazón una gota una gota
tan solo de amor y de descanso
y que el dios de los perros y el dios
de las cavernas me lleven a tu lado
sin hacer ningún ruido ni luz
irradiación.


ISLA CORREYERO, Amor tirano, DVD, Barcelona, 2003, pp. 70-71.

viernes, 1 de marzo de 2013

GOTA DE ROCÍO, Rafael Argullol

 
   En esa gota de rocío que se desliza lentamente por la hoja están el cielo, el mar, la huella de la tor­menta, el silencio inquietante de otros mundos que apenas estamos en condiciones de imaginar: en esta minúscula gota de la mañana viajan el primer rayo de luz y la noche definitiva.
(Gota de rocío)






jueves, 28 de febrero de 2013

SOBRE LA FRUGALIDAD, Woody Allen


SOBRE LA FRUGALIDAD

   Mientras uno pasa por la vida, es extremadamente importante conservar el capital, y no se debe gastar el dinero en simplezas, como licor de pera o un sombrero de oro macizo. El dinero no lo es todo, pero es mejor que la salud. A fin de cuentas, no se puede ir a la carnicería y decirle al carnicero: «Mira qué moreno estoy, y además no me resfrío nunca», y suponer que va a regalarte su mercancía. (A menos, naturalmente, que el carnicero sea un idiota.) El dinero es mejor que la pobreza, aunque sólo sea por razones financieras. No es que con él se pueda comprar la felicidad. Tomad el caso de la hormiga y la cigarra: la cigarra se divirtió todo el verano, mientras la hormiga trabajaba y ahorraba. Cuando llegó el invierno, la cigarra no tenía nada, pero la hormiga se quejaba de dolores en el pecho. La vida es dura para los insectos. Y no creáis que los ratones se lo pasan muy bien tampoco. La cuestión es que todos necesitamos un nido en el que refugiamos, pero no mientras se lleve un traje bueno.
   Para terminar, tengamos presente que es más fácil gastar dos dólares que ahorrar uno. Y por el amor de Dios no invirtáis dinero con ninguna agencia de bolsa en la que uno de los socios se llame Casanova.

WOODY ALLEN, Sin plumas, Tusquets, Barcelona, 1979 (1976), p. 103.

miércoles, 27 de febrero de 2013

LA ESCALA, EL Roto

EL ROTO, El pabellón de azogue, Reservoir Books, Barcelona, 2003, p. 71.

martes, 26 de febrero de 2013

[MIRO TUS OJOS...], Clara Janés





Miro tus ojos
hasta que mis ojos desaparecen.

CLARA JANÉS, Vilanos, Adamar Ediciones, Madrid, 2004, p. 14.

Fotografía: Man Ray