viernes, 31 de enero de 2014

[SI EN LA RAMA DE LA ESPERANZA...], Omar Jayyam



Si en la rama de la esperanza hallara algún fruto,
sería un compañero, para un hombre como yo.
¡Hasta cuando estaré en la angosta cárcel de la existencia!
Ojalá hacia la no existencia encuentre una puerta.

OMAR JAYYAM, Rubayat, Alianza Editorial, Madrid, 2013 (2006), p. 191.
&
R.K.Shuquem

jueves, 30 de enero de 2014

FE DE ERRATAS, José María Parreño

 

FE DE ERRATAS

donde dice dólar
debe decir dolor

donde dice tener
debe decir temor

donde dice patria
debe decir tripa

donde dice querida
debe decir herida

donde dice locura
debe decir lo cura

donde dice a Venecia
debe decir ave necia
donde dice creer
debe decir crear

donde dice timón
debe decir motín

donde dice nada
debe decir nido

donde dice josé
debe decir no sé

José Mª Parreño
&
Jean-Michel Basquiat

miércoles, 29 de enero de 2014

LA PRISIÓN DEL ODIO


LA PRISIÓN DEL ODIO

   Dos hombres habían compartido injusta prisión durante largo tiempo en donde recibieron todo tipo de maltratos y humillaciones. Una vez libres, volvieron a verse años después. Uno de ellos preguntó al otro:
   —¿Alguna vez te acuerdas de los carceleros?
   —No, gracias a Dios ya lo olvidé todo —contestó—. ¿Y tú?
   —Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas—respondió el otro.
   Su amigo lo miró unos instantes, luego dijo:
   —Lo siento por ti. Si eso es así, significa que aún te tienen preso.

RAMIRO CALLE & SEBASTIÁN VÁZQUEZ, Los 120 mejores cuentos de las tradiciones espirituales de Oriente, Edaf, Madrid, 1999, p. 40.
&
Louis Stettner 

martes, 28 de enero de 2014

EL FEO, Eduardo Berti

 

EL FEO


   Me presenté a un Concurso de Fealdad para perder y demostrarle a una muchacha que por entonces amaba que era más bello de lo que ella pensaba; pero gané y allí empezó el verdadero calvario: todas las mujeres me cubrieron con un manto de piedad o de burla. Si hasta el concurso yo no había sido ni bello ni feo, la victoria ahora estampaba un título en mi rostro, igual que un sello o un cartel de advertencia. «Chau, feo», me gritaban por la calle. El apodo pasó a reservárseme porque no había, ni debía de haber, hombre más feo en nuestro pueblo.
   Un amigo, viéndome sufrir, intentó consolarme: el concurso fue una trampa, me decía; muchos galanes se habían presentado para divertirse pero él sabía de por lo menos treinta tipos que no se habían inscripto y que eran mucho —muchísimo— más horribles que yo.
    Para acabar con la desgracia, visto que iban a tratarme de «feo» por el resto de mis días, resolví que debía enamorar a una mujer hermosa que todos desearan. No comprendía por entonces que para cualquier mujer algo coqueta es una especie de deshonra que la vean en compañía del hombre menos agraciado. Y, como es lógico, ante cada nuevo rechazo se afeaba un poco más mi pobre aspecto.
   Por fin mi amigo tuvo una idea fabulosa para que yo dejara de sufrir así. Consistía en llamar a un nuevo concurso en el que compitieran —esta vez sí— los verdaderos feos. «Nadie se va a presentar», sostenía yo. Cuán equivocado estaba. No había transcurrido una semana que se habían anotado ya seis postulantes, algunos incluso de otras regiones, todos decididos a batirme, noticia que me puso jubiloso al menos por un puñado de horas.
   Aquella fue una jornada de fiesta. Los trece concursantes desfilamos en la plaza, bajo el sol del mediodía, en torno a las ciegas estatuas. Los espectadores nos decían de todo, y mientras se acercaba el veredicto mis nervios aumentaban tanto como si quisiera vencer. Mi amigo había reclutado por suerte unos feos que eran feísimos. En sus manos perdí el título, de manera aplastante, pero todos quienes ocuparon los primeros puestos provenían de otras ciudades y la gente rechazaba la decisión del jurado. No necesitamos feos de otros lugares, exclamaban, tenemos a los mejores. Las mujeres que me habían despreciado vitoreaban muy sonrientes mi apellido. Los maridos de las mujeres más bellas hacían fuerza para que yo no perdiera mi corona y me volviese un adversario. Nadie parecía admitir la existencia de hombres todavía más feos, y el tesón con que la multitud pedía que me conservasen campeón era digno de un primer premio en un Concurso de Crueldad.

EDUARDO BERTI, La vida imposible, Emecé, Buenos Aires, 2002, pp. 61-62.
&
Henri Matisse

lunes, 27 de enero de 2014

[LAS ESQUINAS NOS MANTIENEN...], Rodrigo Cortés


Las esquinas nos mantienen alejados de los rincones.

RODRIGO CORTÉS, A las 3 son las 2, Delirio, Salamanca, 2013, p. 105.
&
Marc Cohen

domingo, 26 de enero de 2014

BAZAR, FC


desnuda tu vientre
deja que mude en él mi mano
y alcance un nuevo juguete fresco
que sea yo quien te cubra
con esta aún goteante barca de regalos
y en cada nuevo día de tu vientre
figuras de miel y barro
salpicoteen de azul, tus ya entreabiertos
ojos de muñeca dormida

BAZAR






FC, Piel, Arnao, Madrid, 1985, p. 43.
&
Kansuke Yamamoto

viernes, 24 de enero de 2014

[EL SILENCIO ES UN ANIMAL INTOCABLE...], Juan Carlos Mestre



El silencio es un animal intocable que madura su instante tras los ojos hundidos

JUAN CARLOS MESTRE, La bicicleta del panadero, Calambur, Madrid, 2012, p. 108.
&
Barbara Ess