miércoles, 12 de noviembre de 2014

EN ESTE MISMO INSTANTE (EN LA CIUDAD), Nach


EN ESTE MISMO INSTANTE (EN LA CIUDAD)

La ciudad.

En este mismo instante alguien se despierta en la ciudad
y alguien cierra sus ojos para dormir,
o para soñar,
o simplemente para no ver su realidad.
Alguien espera en una esquina
y alguien camina sin rumbo calle abajo.
Una pareja discute
y un ejecutivo corre hacia su puesto de trabajo.

En este mismo instante alguien se besa
bajo la tenue luz de una farola,
alguien mata y guarda su pistola.
Una mujer enciende su gramola
y aquella antigua canción no la hace sentir tan sola.
Un anciano dice "hola"
y un recién nacido dice "adiós" o "hasta nunca" o "hasta siempre"
mientras alguien de repente siente
que una vida crece dentro de su vientre.
Una chica despide de su novio en un andén
mientras se sube a ese tren que acelera trepidante,
alguien distante bucea en vasos de vodka uno tras otro
y otro y otro y ya van doce.
Una niña se mira en un espejo y apenas se reconoce,
un marido se corre en la boca de una mujer que no conoce.

En este mismo instante un estudiante cierra un libro
y sabe que lo aprendido le hace sentir más sabio
y también más confundido.
Una mirada se cruza entre dos desconocidos
que si se hubieran conocido serían el uno para el otro.
Alguien vende su cuerpo
y alguien compra medicamentos para perder parte de él.

En este mismo instante un chico rico
se mete un pico para sentirse a salvo
y un chico pobre se mete en un equipo
para ser como Cristiano Ronaldo.
Alguien haya resguardo en el sueldo de un trabajo fijo,
y alguien en un crucifijo
y alguien en el cobijo de un cartón que sirve de escondrijo.

En este mismo instante un hijo ejemplar
es feliz comiendo regaliz,
y una madre sabe que su amor no será barniz
ante otra cicatriz de su hijo problemático.

En este mismo instante alguien abre un regalo,
y alguien un bote de barbitúricos.
Alguien abre su mente y alguien sus piernas,
alguien dice "no me dejes nunca"
y alguien dice "no quiero que vuelvas".

En este mismo instante alguien da un abrazo
y alguien un puñetazo,
alguien está sintiendo los ojos del rechazo
por ser demasiado oscuro o inteligente o gordo o afeminado.
Alguien anda abandonado con la mente perdida
y alguien se siente perdidamente enamorado.

En este mismo instante un presidiario
charla consigo mismo, tan solitario.
Una familia numerosa se sienta a cenar.
Lo único que se oye es el telediario.

En este mismo instante alguien está viviendo
su más mágica experiencia
y alguien sube a una ambulancia de camino a urgencias.
Alguien está dando clase,
alguien tumbos.
Alguien está dando las gracias
y alguien gritos de socorro.

En este mismo instante una pareja folla apasionadamente
y un ejecutivo sale de su puesto de trabajo.
Alguien sigue esperando en esa esquina
y alguien camina sin rumbo calle arriba.

En este mismo instante
alguien se despierta
y alguien cierra sus ojos.

La ciudad.


Nach, Mejor que el silencio, 2011.


martes, 11 de noviembre de 2014

AYUDAR A MANDAR GUISANTES , Phllippe Delerm


AYUDAR A MANDAR GUISANTES

   Ocurre casi siempre a esa hora muerta de la ma­ñana en que el tiempo no apunta ya a nada con­creto. Olvidados los tazones y las migas del desayu­no, lejos aún los perfumados borboteos de la comi­da, la cocina es puro sosiego, casi una abstracción. Sobre el hule, un simple trozo de periódico, un montón de guisantes con su vaina, una ensaladera.
   Nunca llegamos al inicio de la operación. Cruzábamos la cocina para ir al jardín, a ver si había pasado el cartero...
   —¿Puedo ayudarte?
   Naturalmente que sí. Podemos ayudar. Pode­mos sentarnos ante la mesa familiar y adoptar de inmediato ese ritmo indolente, relajante, que pa­rece dictado por un metrónomo interior. Es fácil desgranar guisantes. Una presión con el pulgar en la vaina y ésta se abre, dócil, entregada. Algunas, menos maduras, se muestran más reticentes: una incisión con la uña del dedo índice permite en­tonces desgarrar lo verde y notar la humedad y la carne densa, apenas debajo de la piel falsamente apergaminada. Acto seguido, se hacen resbalar las bolas con un solo dedo. La última es tan minús­cula... A veces, dan ganas de hincarle el diente. No es buena, es un poco amarga, pero fresca como la cocina de las once, cocina del agua fría, de las hortalizas mondadas... Muy cerca, junto al fregadero, brillan sobre un trapo unas zanahorias desnudas, acabando de escurrirse.
   Entonces hablamos poquito a poco, y la mú­sica de las palabras también parece venir del in­terior, apacible, familiar. De cuando en cuando, alzamos la cabeza para mirar al otro; pero el otro se ve obligado a mantener la cabeza gacha; tal es el código. Hablamos de trabajo, de proyectos, de fatiga, no de psicología. La operación de desgra­nar guisantes no se presta a explicaciones, sino a ir siguiendo el proceso con cierta morosidad. Po­dría no costar más de cinco minutos, pero nos resulta muy grato prolongar, dilatar la mañana, vaina tras vaina, arremangados. Acariciamos las bolas peladas que colman la ensaladera. Son sua­ves al tacto; todas esas redondeces contiguas for­man como un agua de tierna tonalidad verde, y nos sorprende no mojarnos las manos. Tras un largo silencio de claro bienestar, alguien dice:
    —Sólo falta ir a buscar el pan.

PHILLIPE DELERM, El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida, Tusquets, Barcelona, 2001, pp. 17-18.

lunes, 10 de noviembre de 2014

[LA BRUMA NO SÓLO...], Manuel Villena

La bruma no sólo
emborrona la orilla.
¿Y el pasado?

Manuel Villena
&
Joseph Mallord William Turner

domingo, 9 de noviembre de 2014

[A ESTOS DEDOS...], Kishida Chigyo

A estos dedos
de mis pies, quedamente
les llega el frío.


Kishida Chigyo

SEIKO OTA & ELENA GALLEGO, Kigo. La palabra de estación en el haiku japonés, Hiperión, Madrid, p. 173.
&
Hans Memling

sábado, 8 de noviembre de 2014

[EL ODIO ES MÁS FUERTE QUE EL AMOR...], Vergílio Ferreira



   El odio es más fuerte que el amor. El amor une y el odio separa. Y ese espacio permite organizar una guerra aunque sea un intercambio de tiros. Pero el mayor odio es el que se fundamenta en ese amor contra quien nos lo quiere dar. Y con todo, ese amor se olvida mientras se es­tá odiando. Porque el odio es más fuerte, y si lo justifica­mos con una razón detrás, es porque esa razón nos da la posibilidad de que parezcamos justificables. Por eso, co­mo ya he dicho, muchas veces cortamos las relaciones con alguien y seguimos con las relaciones cortadas cuan­do ya ni sabemos por qué.

VERGÍLIO FERREIRA, Pensar, Acantilado, Barcelona, 2006.
&
Kasimir Malevich

viernes, 7 de noviembre de 2014

VOCABULARIO, Wislawa Szymborska

VOCABULARIO

   —La Pologne? La Pologne? ¿Un frío espantoso, verdad? —me pregunta, y respira con alivio. Son tantos los países que surgen cada dos por tres, que el tema de conversación menos resbaladizo es el clima.
   —Madame —me encantaría responderle—, los poetas de mi país escriben con los guantes puestos. Aunque, a decir verdad, a veces se los quitan: sí, cuando cae una luna de justicia. Con estrofas de alaridos punzantes, único medio de apagar el estruendo del vendaval, cantan la vida sencilla de los pastores de focas. Nuestros clásicos hacen cisuras con carámbanos de tinta en la nieve apelmazada. El resto, los decadentes, lloran la suerte de los copos de nieve. Quien quiere morir ahogado debe hacerse con un pico para agrietar el hielo. ¡Ay, madame, querida madame!
   Eso es lo que me encantaría decir. Pero no recuerdo cómo se dice «foca» en francés. Ni estoy segura de qué palabras corresponden a «carámbano» y a «agrietar».
   —La Pologne? La Pologne? ¿Un frío espantoso, verdad?
   —Pas du tout —respondo glacial

WISLAWA SZYMBORSKA, Paisaje con grano de arena, Círculo de Lectores, Barcelona, 1997, p. 34.
&
Linda Adlestein

jueves, 6 de noviembre de 2014

[VIBRA TRÉMULO...], Manuel Villena

Vibra trémulo,
en la noche, el arrullo
de las sirenas.

Manuel Villena
&
Margaret Atwood