Leo para ver, para ver bien -mejor que en la vida- el deslumbrante dolor de vivir. No leo para que me consuelen, puesto que soy inconsolable. No leo para comprender, puesto que no hay nada que comprender. Leo para ver como la vida sufre en mí.
CHRISTIAN BOBIN, Un simple vestido de fiesta, Árdora, Madrid, 2011, p. 73.
Quien no ha conocido la ausencia nada sabe del amor. Quien ha conocido la ausencia ha asumido el conocimiento de su nada —de ese lejano conocimiento que hace temblar a los animales cuando se aproxima su muerte.
CHRISTIAN BOBIN, Un simple vestido de fiesta, Árdora, Madrid, 2011, p. 103.