lunes, 22 de febrero de 2021

[HE PASADO MUCHAS HORAS...], Francisco Javier Irazoki

 


   He pasado muchas horas de aprendizaje en centros a los que nadie desea ir. Los pasillos y salas de espera de los hospitales son libros que me instruyen. Las personas que limpian, los administrativos o las enfermeras se adentran en mí; convertidos en páginas, han iluminado mi ignorancia. Otras lecciones me esperan con formas variadas. Las veo detrás de una mascarilla, en los guantes esterilizados, en los pliegues de una bata. El conocimiento gotea de las agujas. Está sentado, sin fuerzas, en un consultorio. Se emboza con la sábana que cubre una camilla. Algunas palabras que me orientan son un medicamento líquido encerrado en un gotero. Para que las estudie, nuevas frases se han posado en la oficina de urgencias, el botiquín, la bandeja, el archivo, la mesa operatoria, el lavabo. He bebido despacio un agua con sabor a quirófano. Al abrir las ventanas de una habitación, leo también las páginas exteriores. Lo anodino era sólo la torpeza con que fui anestesiando mi vida diaria. Desciendo por las escaleras de las aulas. Salgo dispuesto a retener lo aprendido. En las proximidades de los hospitales circulan las ambulancias de la filosofía.
 
 

FRANCISCO JAVIER IRAZOKI, Palabra de árbol, Hiperión, Madrid, 2021. 

Chema Madoz

miércoles, 24 de junio de 2020

[EL PERIÓDICO ME MUESTRA...], Christian Bobin

   El periódico me muestra su muerte. Sólo me lo encontré una vez, hace mucho, y en diagonal. ¿Por qué entonces esta ligera pena? Quizás porque nadie nos es indiferente y porque cada persona con la que nos cruzamos entra por nuestra espalda a nuestro corazón a hacerse una habitación, aunque sea modesta, en desvanes a los que no solemos subir. Nuestro corazón es más gran señor que nosotros. 

CHRISTIAN BOBIN, Las ruinas del cielo, Sibiriana, Zaragoza, 2012, p. 90.
&
Jim Dine

domingo, 24 de mayo de 2020

[MORIR ES UN SABOR...], Christian Bobin


Morir es un sabor que todos conocemos,  un pan de luz ante el que somos los gorriones asustados.

CHRISTIAN BOBIN, Las ruinas del cielo.

sábado, 8 de febrero de 2020

LENGUAJE ENSAMBLADOR, Raquel Vázquez

RAQUEL VÁZQUEZ, Lenguaje ensamblador, Renacimiento, Sevilla, 2019.



   «Las palabras nunca son «sólo palabras»; importan porque definen los contornos de lo que podemos hacer». Con esta cita de Slavoj Žižek se abre Lenguaje ensamblador, [Renacimiento, Sevilla, 2019], un libro orgánico en el que la mayoría de los poemas reflexionan sobre los límites del lenguaje en la comprensión de lo que todos, convencionalmente, convenimos en llamar mundo. El lenguaje nos permite nombrar las cosas, pero, conviene saber que «Hay cosas que suceden / sin lenguaje siquiera para poder tocarlas».
   La estructura externa del libro está marcada por cuatro secciones que desarrollan las secuencias de las que precisa el lenguaje ensamblador (término de programación informática) al que alude el título del libro: Codificación; Compilación; Ejecución – Salida de errores; y Ejecución – Salida estándar.
   Arranca la sección de Codificación con El banquete, un poema que radiografía la mezquindad de sociedad contemporánea en la que el género humano padece dos tipos de condena. A los insensibles e insensatos les basta con creer que la opulencia les sacia, que el consumo absoluto y tenaz es un síntoma de vitalidad; creer que la reproducción de unas consignas viralmente impuestas sustituyen al pensamiento.
   No menor es la condena de los conscientes: ver «los contornos de lo que podemos hacer», ver la inanidad el mundo y, en consecuencia, morir de hambre de esperanza.
   Gravitando sobre este marco general se suceden también poemas que describen experiencias individuales del hablante lírico en las que se expresa el dolor de vivir: en Scrabble el jugador solo dispone de las letras necesarias para componer las palabras insomne o inmenso, y traslada: en la partida, para el que no ha tenido la suerte de contar en el reparto con una r y una a («tu equipaje es el que te corresponde» leemos más adelante), la ausencia del amor correspondido multiplica la eternidad del insomnio.
   Las palabras verbalizan el mundo que la mirada construye desde el deseo: («persevera una hiedra pixelada / allí donde respira —aunque no la alcancemos— / una planta de luz». Por ello, para aliviar la herida, solo cabe «cerrar fuerte los ojos».
   Las palabras sirven, con sus límites, para aproximarse a decir el mundo. Duele no poder decir tanto como lo que no se dice.



TERCER ARMÓNICO

Otra noche en la que las campanas doblan
por lo que no se dice.

El silencio es un carillón helado.

   Si parafraseásemos el poema ESPEJOS podríamos concluir que el lenguaje, al decir, construye el mundo; también la mirada al congelar encuadres. Pero, lo no dicho y lo no contemplado, lleva al hablante lírico a sentir nostalgia de todas las pinceladas de belleza que no nacieron ni sabrán nacer.
  Todas estas experiencias de vida de las que se nos habla en la secuencia Codificación; se comprimen en Compilación:

TIEMPO DE FIBONACCI

Contrarreloj;
tras el cristal, la lluvia.

Sed infinita.

   Basta ese terceto para calibrar el deseo, la fractura que ocasiona «el sueño de soñar un cielo aparte».
   De este grupo de poemas, destacaría, Fotograma y Ucronía. En Fotograma la escena descrita se tiñe de nostalgia: una persona se aproxima al abismo del pasado contemplando unas fotografías. El dolor de vivir desata la siguiente percepción: hay más vida en la imagen muerta del pasado que en la mano viva del que le ofrece lal nostalgia del pasado al ojo que la contempla.
   Para que Ucronía fuese un sereno y contenidamente exultante poema de amor bastaría con aplicar las siguientes estrategias discursivas: reconvertir el tiempo verbal del condicional al pasado y cambiar tan elocuente título.
   Otra de las citas de las sirve Raquel es de Christian Bobin: «No sabemos nunca lo que llegan a ser las palabras que pronunciamos, las frases que escribimos». También de Bobin: «Los que salvan nuestra vida no saben que nos salvan».
   En las secuencias que siguen al proceso de codificar (comprender el mundo) y comprimir (acumular experiencias: padecer o gozar la vida), les sucede Ejecución – Salida de errores; y Ejecución – Salida estándar.
   Somos fruto del error: somos un error. Leemos en BUG (ERROR DE SOFTWARE): de la constatación de la imperfección surge el deseo encontrar «esa palabra que atraviese todos los muros de palabras». También, cuando no existe el fallo, en la salida estándar, la vida pronto nos recuerda que «existir es [o fue] solo una promesa».
   «Cada ser es un himno destruido», dice E. M. Cioran, pero, a pesar de toda la desolación, es probable que «algún día un silencio nos dirá de memoria».

FRC

viernes, 29 de noviembre de 2019

[EL TIEMPO PASA...], Christian Bobin

El tiempo pasa. A los veinte años, bailamos en el centro del mundo. A los treinta, erramos dentro del círculo. A los cincuenta, caminamos sobre la circunferencia, evitando mirar tanto hacia fuera como hacia dentro. Después, (y sin que sea relevante), nos convertimos en seres invisibles, un privilegio de ancianos y de niños. 

Christian Bobin
&
Chema Madoz

jueves, 7 de noviembre de 2019

INSURRECCIÓN, José Ovejero

JOSÉ OVEJERO, Insurrección, Galaxia Guttenberg, Barcelona, 2019, 288 páginas.

   Uno de los textos que contiene Mundo extraño [Páginas de Espuma, Madrid, 2018], libro que mereció el XV Premio Setenil al mejor libro de relatos publicado en España, «Los escritores que me gustan» más que una narración es una nítida exposición sobre la Poética del autor. 
   Ovejero confiesa que admira a los escritores que desatan en él la necesidad de escribir, porque cada parcela de belleza esclarecida por el genio de un escritor, desvela la evidencia de todas las oscuridades que en el mundo merecen ser iluminadas. Los escritores que le gustan a la voz de ese texto que ha escrito José Ovejero, apelan al lector para convertirlo en un ser consciente de que la belleza es efímera; por ello, el cometido del escritor, debería ser, expandir la hermosura por el mundo. Tras este contundente aserto, llega la confesión: la voz de ese texto que ha escrito Ovejero admite que, más que una incompetencia para atender a ese cometido (procurar la belleza), su poética obedece a la pertenencia a la estirpe de los que escriben sobre el dolor y el estremecimiento, la de los que describen la fealdad del mundo para que el lector elija entre desear tener ilusiones o ser simplemente un patético iluso. En suma, un escritor que, condenado a envidiar las frases bellas de los otros (que reproducen fogonazos efímeros de la belleza que nos aferra a los comunes con optimismo al mundo), se resarce revelando las verdades incómodas y terribles que acompañan al ser.

   Insurrección va más allá del análisis de las siempre difíciles relaciones entre padres e hijos, más allá del estudio de la psique de una adolescente idealista o de las paradojas del utopismo del movimiento okupa, para situar al lector bien pensante ante un fresco contemporáneo que dibuja las consecuencias del llamado fin de la historia y la muerte de las ideologías (finales del siglo XX) a manos de un capitalismo dedicado a devorar globalmente el tuétano de cada individuo hasta arrojar sus deshechos al vertedero al que llevan el destierro de la clase obrera a las ciudades dormitorio, el desalojo de los viejos habitantes de los cascos históricos convertidos en parques temáticos para turistas, las injusticias laborales, el paro, los EREs, y algunas irracionales sacudidas de violencia, como la de los atentados que diseña el iluminado Alfon.



FRC

domingo, 3 de noviembre de 2019

[DICEN, LOS QUE HAN ALCANZADO LA FAMA...], José Ovejero



Dicen, los que han alcanzado la fama, que quizá eran más felices antes de obtenerla. La fama, dicen los que la han alcanzado, te convierte en un seductor perpetuo, estás volcado todo el tiempo en el otro, en conseguir que siga mirándote y admirándote, y te acabas olvidando de ti mismo, de vivir para ti, no para otros. Te conviertes en un espectáculo ambulante, en un actor que se representa a sí mismo una y otra vez. La fama te chupa el alma, te vuelve servil, te convierte en una imagen sin cuerpo, en un concepto, en una fórmula. La fama es una servidumbre, dicen. 


JOSÉ OVEJERO, Mundo extraño, Páginas de Espuma, Madrid, 2018.
&
Tetsuya Ishida