En 2011, la Editorial Turner publicó el ensayo de Inmaculada de la Fuente, El exilio interior. La vida de María Moliner.
En 2013, el Teatro de la Abadía, estrenó El diccionario, obra por la que Manuel Calzada Pérez, mereció el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2014.
En el 2016, se estrenó María Moliner, una ópera contemporánea de Antoni Parera, con libreto de Lucía Vilanova.
Vicky Calavia publicó en 2017 el largometraje documental María Moliner. Tendiendo palabras.
Son estos ejemplos de que, aunque, es cierto que la muy relevante figura de Doña María Moliner no ha sido debidamente elevada al altar que le corresponde en el imaginario colectivo, sí ha suscitado, en los últimos años, el interés de significativos artistas y ensayistas.
La nueva novela de Andrés Neuman, Hasta que empieza a brillar (Alfaguara, Madrid, 2015), se añade a esta justa reivindicación de Doña María Moliner.
Andrés Neuman consigue, con diversas estrategias narrativas, que el lector halle más focos de interés que el poderosísimo personaje principal de la mujer, a la que Gabriel García Márquez atribuyó en su famoso obituario La mujer que escribió un diccionario (El País, Madrid, 10 de febrero de 1981) «remendar calcetines»1
La novela se sostiene sobre una viga maestra: La visita I [pp. 15-17], La visita II [pp. 77-80], La visita III [pp. 159-162], y La visita IV [pp. 259-261].
La visita constituye un relato marco o, mejor aún, un ácido diálogo teatral con felices y poéticas acotaciones.
Otoño de 1972.
Vivienda familiar. Calle Moguer, Madrid.
Doña María Moliner recibe en su casa a su amigo de juventud, Dámaso Alonso, Sito. Una visita incómoda.
Los ha dejado deliberadamente solos su hija Carmina, que ha salido a pasear con su dependiente padre. «Igual que algunos de tus colegas, cada día más ciego», le dirá a Dámaso cuando este pregunte por su marido, Fernando.
Dámaso ha venido para consolarla por no haber sido admitida como académica de la RAE. Doña María responde al anuncio del Presidente de la Real Academia de la Lengua con una de las herramientas del perdedor: la mordacidad.
Su posición, Dámaso lo sabe, es extremadamente débil: es
consciente de lo que él representa en un
país en el que un «ogro seboso y chivato» siempre vence. Y ambos lamentan que este no sea el país que podría haber llegado a ser.
Para parapetarse en su defensa, Sito se refugia en la nostalgia y evoca una juventud común durante la Guerra Civil, por eso afloran los versos de Lorca: «El sueño va sobre el tiempo flotando como un velero... El tiempo va sobre el sueño hundido hasta los cabellos...». La memoria no le falla. «Ojalá no me acordara tanto».
Doña María, en un amargo adiós, lo acompaña hasta el portal, donde se despedirá de él con «los brazos sobre el pecho para defenderse del frío». Un frío, teñido por el revoloteo de hojas amarillas, que atraviesa también el tuétano del lector.
Pivotan sobre esta viga las secuencias 1900-1930 [pp. 19-74], 1930-1950 [pp. 77-155], 1950-1972 [pp. 163-256], y 1972-1975
[pp. 265-277].
Para componer cada una de estas otras cuatro piezas, Andrés Neuman ha elegido un narrador en tercera persona, en apariencia omnisciente, que focaliza el relato desde la perspectiva de María Juana Moliner Ruiz.
El relato de la futura mujer insigne, sucede cronológicamente, reflejando cada uno de los hitos de una familia culta, que procuró educar a hijas e hijos en el deseo de saber. Este afán llevará a María y a sus hermanos a perseverar en ese empeño, incluso, desde la adversidad, tras perder una posición económica, relativamente desahogada, por el abandono paterno.
El lector puede advertir en el texto de Neuman un muy notable trabajo de documentación, que sutilmente acompaña al relato, sin ahogarlo con referencias.
A través de la peripecia vital de Doña María Moliner, podrá rememorar la importancia del Krausismo en la renovación pedagógica del país (Institución Libre de Enseñanza, la Residencia de Estudiantes, la Residencia de Señoritas, las Misiones Pedagógicas) y aproximarse a las figuras más importantes de la Segunda República, la inmediatamente posterior Guerra civil y el abismo de la dictadura.
No obstante, Neuman acude a la inventio no sólo para reconstruir las vivencias acreditables históricamente, sino también para suponer, por ejemplo, la hermosa y guadianesca relación entre Doña María y Luis Buñuel, retratar una nueva afectividad en las figuras de Carmen Conde y Amanda Junquera o crear el magnífico personaje de Rosario Vílchez.
Hasta que empieza a brillar relata la terrible historia de ese periodo de nuestro país desde la perspectiva de una mujer insigne a la que le fue negado el reconocimiento en vida, porque que Dámaso Alonso no fuese capaz de propiciar que María Moliner se convirtiera en la primera mujer en la RAE, no sólo constituyó para él y, por supuesto, para Doña María Moliner, un fracaso personal, sino que resultó ser otro éxito de la Historia de la Infamia de España.
Y siendo Hasta que empieza a brillar un relato de una época, también es una magnífica radiografía de una mujer con un talento excepcional. Neuman demuestra una maestría narrativa deslumbrante en momentos clave de la novela.
En la secuencia 1950-1972 el lector acompaña a Doña María en la tarea titánica de la creación de su diccionario. Las constantes reflexiones sobre el lenguaje reflejan de qué manera la lengua reproduce las estructuras del poder. Por ello, la deconstrucción de las definiciones del Diccionario de la Academia resulta ser un elíptico y heroico intento de desmontar el pensamiento de una sociedad dictatorial.
También brilla la secuencia 1972-1975 en la que Neuman elige la forma del mensaje perfecta para mostrar el terriblemente doloroso balbuceo final.
El narrador en tercera persona se mantiene en El cristal [281-292], aunque la focalización se traslade a los hijos y nietos de María Moliner.
Un misterioso epílogo al servicio de la etimología: Cogitare, coitare, cuitar, cuidar.
Un triste, pero muy bello final.
Francisco Rodríguez Coloma
&
ECO & MJPF
María Moliner -para decirlo del modo más corto- hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. Se llama Diccionario de uso del español, tiene dos tomos de casi 3.000 páginas en total, que pesan tres kilos, y viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y -a mi juicio- más de dos veces mejor. María Moliner lo escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de bibliotecaria, y el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar calcetines. Uno de sus hijos, a quien le preguntaron hace poco cuántos hermanos tenía, contestó: «Dos varones, una hembra y el diccionario».
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