lunes, 23 de octubre de 2023

MODALIDADES DE FICCIÓN

 


RUPTURA


Se casaron.

El quería ir a México a hacer la ruta del mezcal; ella, desde muy niña, había deseado pasar la luna de miel en Disneylandia.

 

    Jesús Alonso


LA IRRESISTIBLE ASCENSIÓN DE ARTURITO UI


La confusión se apoderó del parque. La madre, a du­ras penas conteniendo el llanto, reprochaba amarga­mente a su marido el que éste cediera siempre ante los caprichos del niño. El padre, cabizbajo, aguantaba estoi­camente la perorata de su esposa. El primogénito obser­vaba cómo su hermanito, asido de un globo desproporcionadamente grande para su tamaño, se iba rápidamente elevando. El policía, pistola en mano, esperaba impa­ciente una decisión para actuar. Pero ¿qué hacer? Si no disparaba, el niño se perdería irremediablemente en al­gún lugar de la estratosfera, pero si se decidía a hacer fuego... Finalmente, el abuelo, en un arrebato de casta de viejo coronel, y ante la pasividad general, decidió: «Mejor un muerto en la familia que un desaparecido». Y dio orden de disparar. El globo reventó con un seco ruido apenas perceptible. Segundos después el niño re­gresaba, estrellándose contra el adoquinado.

 Jorge Anglada Perletti


  


El mago hizo desaparecer al voluntario.

Dicen que pasó el resto de su vida en una celda en­sayando desesperadamente la segunda mitad del número.

 Antonio Simón Echeberria



LUNA


Jacobo, el niño tonto, solía subirse a la azotea y espiar la vida de los vecinos. Esa noche de verano el farmacéutico y su señora estaban en el patio, bebiendo un refresco y comiendo una torta, cuando oyeron que el niño andaba por la azotea.

¡Chist! —cuchicheó el farmacéutico a su mujer—. Ahí está otra vez el tonto. No mires. Debe de estar espiándonos. Le voy a dar una lección. Sígueme la conversación, como si nada...

Entonces, alzando la voz, dijo:

Esta torta está sabrosísima. Tendrás que guardarla cuando entremos: no sea que alguien se la robe.

¡Cómo la van a robar! La puerta de la calle está cerrada con llave. Las ventanas, con las persianas apestilladas.

Y... alguien podría bajar desde la azotea.

Imposible. No hay escaleras; las paredes del patio son lisas...

Bueno: te diré un secreto. En noches como ésta bastaría que una persona dijera tres veces "tarasá" para que, arrojándose de cabeza, se deslizase por la luz y llegase sano y salvo aquí, agarrase la torta y escalando los rayos de la luna se fuese tan contento. Pero vámonos, que ya es tarde y hay que dormir.

Se entraron dejando la torta sobre la mesa y se asomaron por una persiana del dormitorio para ver qué hacía el tonto. Lo que vieron fue que el tonto, después de repetir tres veces "tarasá", se arrojó de cabeza al patio, se deslizó como por un suave tobogán de oro, agarró la torta y con la alegría de un salmón remontó aire arriba y desapareció entre las chimeneas de la azotea.

    Enrique Anderson Imbert, El milagro y otros cuentos.


EL PIJAMA


Me llamo Cristina. Tengo 10 años. Vivo en una casa gigante y tengo una habitación para mí sola, en el techo tengo una ventana bien grande. Por las noches me gusta dormirme contemplando las estrellas. Mi mamá dice que las estrellas son los botones del pijama del niño Jesús y que éste, por las noches, nos guarda en un bolsillo para que durmamos felices y tranquilos. Mi mamá dice que la Luna es un roto que tiene el pijama porque el niño Jesús es más pobre que yo. Mi mamá dice que las noches de invierno, cuando hay nubes, es porque el niño Jesús se pone su pijama de franela para que además durmamos calentitos. Mi mamá dice que algunas noches de invierno llueve porque el niño Jesús es más pequeño que yo, que en el cielo no hay pañales (aunque se ve que sí pijamas), y que algunas veces no se aguanta. Mi mamá tuvo una educación de mierda. Cristi.

    Antonio García, Babelia, 18 de mayo de 2002, página 9.

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 Helen Frankenthaler