miércoles, 27 de marzo de 2024

VIBRACIÓN, José Ovejero


 

JOSÉ OVEJERO, Vibración, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2024, 368 páginas.

   Vibración, con el relato de la desdicha de unos padres que buscan a su hija desaparecida, satisface al lector de novela policial; con las presencias fantasmagóricas y las grietas que vinculan el mundo de los vivos y los muertos, al lector de novela gótica. No obstante, no se conforma con vestir ninguna de esas dos etiquetas, puesto que este artefacto narrativo, con el que nos vuelve a sorprender José Ovejero, alcanza a ser un tratado de geografía humana de todos los habitantes de un espacio, herido en el pasado por todas las agresiones que los hombres han dedicado a esta tierra y, en el tiempo más próximo, una guerra civil (y su aún más terrible posguerra), una central eléctrica —con su consiguiente pantano— y el esqueleto de una central nuclear que nunca entró en servicio. Con todos estos elementos, un localizador de exteriores situaría el hipotético set de rodaje en Valdecaballeros.

   Dos son los Schumann que se dejan oír en esta historia. El Concierto para violonchelo, op.129 de Robert Schumann, que acompaña en su dolor a Sara, y la teoría de la Resonancia de Winfried Otto Schumann (1888-1974), imprescindible para comprender el porqué de los latidos de la tierra.

   De tantas muestras de la excelencia narrativa de José Ovejero, conviene destacar Cámara lenta (pp. 27-30), un prodigio de narración que ralentiza hasta el extremo el relato, Historia (151-168), que, sirviéndose del «fast forward» condensa, de manera magistral, la Historia mediante el encadenado de multitud de historias de todos los hombres y mujeres que nacieron en este pueblo que sigue venerando a San Miguel Arcángel o Guijarros (pp. 73-87) que comienza con una profética salmodia: «Los ricos solo conocen lo suave; los pobres, lo áspero». 

    Y si tras acabar de leer la obra, el vacío del final nos devolviera al principio, en el frontispicio, la cita de James Joyce: «él mismo es el espectro de su propio padre». 

  Somos los hijos quienes pagamos los pecados cometidos por nuestros padres. Este es nuestro eterno retorno.

 

Francisco Rodríguez Coloma [notas]

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Alba Alonso [fotografías]