lunes, 6 de junio de 2016

UN MODELO, Felipe R. Navarro



UN MODELO

   Estimado Sr. Edward Hopper:
   Visité su exposición en el Arts Center el pasado sábado.
   Sin embargo, no le dirijo estas líneas para hablarle de pintura. No entiendo de pintura. Me importa una mierda la pintura, francamente.
   Me suena haberles visto a usted y a su mujer de compras en la tienda de comestibles de David Spellman. El mismo David fue quien me dijo que era usted un pintor famoso, y me dio su dirección. También me lo ha dicho mi jefe.
   Mi jefe es el dueño de la gasolinera que está a la salida de Eastham. Creo que incluso alguna vez les he puesto a usted y a su mujer gasolina, me parece que tienen un Buick.
   Estuve viendo su cuadro Eastham Outskirts. También se había fijado en él mi jefe. A mi jefe le gusta la pintura. Él me había hablado de ese cuadro. Por eso he ido a verlo. El del cuadro eres tú, James, me dijo mi jefe. Un hombre con la ropa de  trabajo sentado mirando la carretera y fumando junto a los surtidores. No te pago para que te sientes a incendiar mi gasolinera. James, me dijo mi jefe. Y me ha despedido. Por eso el sábado ñu a ver la exposición, aunque solo busqué ese cuadro para verlo. No debía haberme pintado de ese modo, Sr. Hopper. USTED NO TENÍA DERECHO A PINTARME. David Spellman me dio su dirección, pero mi mujer me ha hecho prometer que no me metería en más problemas de los que ya tenemos. No tengo trabajo y Jenny no hace más que llorar. Ojalá se muera, Sr. Hopper, ojalá arda su casa con usted y todos sus cuadros de mierda dentro. Muérase.

FELIPE R. NAVARRO, Hombres felices, Páginas de espuma, Madrid, 2016, pp. 19-20.
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Edward Hopper