miércoles, 25 de abril de 2012

LA NIÑA QUE SE LLAMABA YO, E.E. cummings & Marc Chagall


LA NIÑA QUE SE LLAMABA YO  
  
   Érase una vez una niña que se llamaba Yo.
   —Era una niña muy buena, ¿verdad?
   —Sí, en efecto, muy buena. Así que un día esta niña que se llamaba Yo caminaba completamente sola por un prado verde, verde. ¿Y adivina a quién se encontró?
   —Supongo que a una vaca.
   —Sí, eso es. Una vaca amarilla. Así que ella, muy educada, le dijo a la vaca amarilla: “¿Cómo estás?”. ¿Y qué le responde la vaca?
   —¿Bien, gracias?
   —Sí. Exactamente. Entonces esta niña que se llamaba Yo se puso muy contenta e invitó a la vaca a tomar el té, pero resulta que a la vaca no le gustaba el té. Así que se dijeron adiós, y Yo se marchó sola por el prado verde, verde.
   Yo siguió caminando y se encontró a un caballo blanco que comía hierba tierna. ¿Y qué crees que dijo el caballo?
   —¿Hola?
   —Sí. La niña que se llamaba Yo le dijo hola también. Y los dos rieron y rieron, y cuando acabaron de reír, la niña que se llamaba Yo le dijo al caballo blanco: “Voy a tomar el té. ¿Te gustaría venir conmigo?”. Pero al caballo blanco no le apetecía.
   —¿Quieres decir que no le gustaba el té?
   —Sí, eso es. Así que se dijeron adiós, y Yo se marchó sola por el prado verde, verde. Siguió caminando y caminando hasta que... ¿a quién crees que se encontró Yo tumbado al sol y durmiendo como un lirón?
   —¿A un cerdo, quizá?
   —Sí, en efecto. Un cerdo rosa. ¿Y qué le dijo la niña que se llamaba Yo?
   —Supongo que le diría: ¿Cómo está usted?
   —No, no le dijo eso.
   —¿Le dijo Hola?
   —No, no le dijo Hola.
   —Pues ¿entonces qué le dijo?
   —Le dijo: “Buenos días, señor Cerdo. ¿Duerme usted?”. ¿Y sabes lo que le contestó el cerdo?
   —Supongo que le diría que sí.
   —No. No le dijo eso.
   —Entonces, supongo que le diría que no.
   —No, tampoco le dijo eso.
   —Pues ¿qué le dijo el cerdo?
   —Bueno, no dijo nada porque estaba dormido. Así que Yo se alejó de puntillas para no molestarle porque estaba dormido, y sin hacer ruido se marchó sola por el prado verde, verde. La niña que se llamaba Yo se encontró poco después con un árbol.
   —¿Qué clase de árbol?
   —Un árbol muy grande.
   —¿De verdad?
   —De verdad. ¿Y quién crees que estaba completamente solo debajo de este árbol muy grande?
   —No sé. Dímelo tú.
   —¿Quieres que te lo diga?
   —Sí. ¿Era un pato?
   —No.
   —Bueno ¿entonces qué era?
   —Pues un elefante.
   —¿En serio?
   —Sí. Así es.
   —Bueno. ¿Y qué hacía este elefante debajo del árbol?
   —Comía. Eso es lo que hacía.
   —¿Comía? ¿Y qué comía?
   —Comía plátanos, todos para él solo.
   —¡Ah! ¿Quieres decir que los plátanos crecían en el árbol?
   —Sí, efectivamente. Y él los arrancaba con la trompa, se los llevaba a la boca y se los comía. Eso es lo que hacía.
   —Vale. ¿Y qué hizo la pequeña Yo cuando le vio hacer eso?
   —¿Quieres decir, cuando le vio comer los plátanos?
   —.
   —Le dijo: “Hace un día muy agradable, ¿no te parece?”. Eso es lo que le dijo. Y él le contestó: “Estos plátanos están deliciosos. ¿Quieres uno?”.
   —Creo que fue muy amable por su parte preguntarle si quería un plátano.
   —Así lo creo también yo. Entonces la niña le dijo: “Muchas gracias, pero ahora voy a tomar el té”.
   —¿La niña le preguntó al elefante si quería ir a tomar el té con ella?
  —Así es.
  —¿Y qué contestó él?
  —El elefante le dijo: “Sí, me gustaría mucho ir a tomar el té contigo”.
  —Entonces ¿el elefante fue a tomar el té con ella?
  —No. No fue.
  —¿Y eso? Creía que había dicho que sí quería el té.
  —Sí. Pero entonces dijo: “Creo que será mejor que me coma los plátanos de este árbol, porque si me paro ahora crecerán tan deprisa, que no me dará tiempo a comerlos.”
  —Fue una respuesta magnifica.
  —Sí. Sí que lo fue. Así que la niña que se llamaba Yo le dijo al elefante: “¿Te estás riendo de mí? Debería darte vergüenza”. Y él le contestó: “Sí, me estoy riendo de ti y me avergüenzo de ello”. Entonces se hicieron una mueca de burla, y luego Yo se marchó sola por el prado verde, verde.
  —¿A quién se encontró después?
  —Bueno, no se encontró a nadie durante mucho, mucho tiempo. Pero al cabo de un rato, la niña que se llamaba Yo vio a otra niña como ella.
  —¿Quieres decir que esta otra niña era igual que la niña que se llamaba Yo?
  —Era idéntica a ella.
  —Qué divertido, ¿no?
  —Sí, en efecto. Y Yo le dijo a la otra niña: “¿Cómo te llamas? me gustaría saberlo”. Pero la otra niña no dijo nada.
  —¿Nada?
  —Nada. Entonces Yo dijo simplemente: “¿Quién eres?”.
  —¿Y qué le contestó la otra niña?
  —“Tú. Esa soy yo —dijo la niña—. Me llamo Tú porque soy Tú”.
  —¿Supongo que la niña que se llamaba Yo se sorprendería?
  —La niña se sorprendió mucho.
  —¿Y qué pasó entonces?
  —Entonces Yo le dijo a Tú: “¿Te gustaría tomar el té?”. Y Tú contestó: “Sí, sí que me gustaría”. Así que Tú y Yo vinieron a mi casa y preparamos un magnífico té caliente y un delicioso pan con mantequilla, con mucha, mucha mermelada. Y aquí acaba esta historia.

E.E.Cummings, Cuentos, Casariego, Madrid, 2010, pp. 57-65.