sábado, 2 de agosto de 2014

HISTORIAS DE LA NARCOSALA, William T. Vollmann


HISTORIAS DE LA NARCOSALA

   Dos veces al mes los adictos se ponían en cola para conseguir su metadona. Primero tenían que seguir la línea amarilla para hacerse un análisis de orina. La orina tenía que estar limpia para tener derecho a recibir más metadona, de modo que en el aparcamiento había gen­te que se ganaba la vida plácidamente vendiendo su pis. Estoy seguro de que esto hacía casi inútiles las líneas de colores, pero dado que los emprendedores de la orina no me caían bien, no les pregunté cómo lo veían ellos. Otro buen truco de los que hacían cola en la línea amarilla para conseguir aquello que esperaban conseguir allí era re volver la metadona dentro de sus bocas melancólicas y astutas y fin­gir que se la tragaban, para después escupirla y venderla en la calle. Le sacaban margen aun si tenían que comprar pis para vender metadona. Por eso una empleada tenía que hacerlos hablar después de que tragaran. Cuando hablaban, ella comprobaba el interior de la boca para asegurarse de que el líquido había bajado por aquellas reticentes gargantas.


WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, pp. 24-25.
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Eva Hesse