HISTORIAS
DE LA NARCOSALA
Dos
veces al mes los adictos se ponían en cola para conseguir su metadona. Primero
tenían que seguir la línea amarilla para hacerse un análisis de orina. La orina
tenía que estar limpia para tener derecho a recibir más metadona, de modo que
en el aparcamiento había gente que se ganaba la vida plácidamente vendiendo su
pis. Estoy seguro de que esto hacía casi inútiles las líneas de colores, pero
dado que los emprendedores de la orina no me caían bien, no les pregunté cómo
lo veían ellos. Otro buen truco de los que hacían cola en la línea amarilla
para conseguir aquello que esperaban conseguir allí era re volver la metadona
dentro de sus bocas melancólicas y astutas y fingir que se la tragaban, para
después escupirla y venderla en la calle. Le sacaban margen aun si tenían que
comprar pis para vender metadona. Por eso una empleada tenía que hacerlos
hablar después de que tragaran. Cuando hablaban, ella comprobaba el interior de
la boca para asegurarse de que el líquido había bajado por aquellas reticentes
gargantas.
WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, pp. 24-25.
&
Eva Hesse
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