MURIÓ LA VERDAD
La verdad muerta centellea como recién nacida. Imposible distinguir, del montón de adoradores, a los vivos de los muertos. Todos llevan por cara una careta, un nombramiento por nombre, para protegerse de una dolorosa succión por dentro. Alimentan la lombriz de su vacío con la misma gana. Feliz sardina acorralada, yo te canto y te saludo. Una sombra ilumina a otra sombra, una luz oscurece a otra luz, y los espectros del horror qué traman. Yo retrato vuestro afán de regresar a las tinieblas. Desastrados antifaces de los dioses. Monstruos embozados. Os vigilo, larvas de la guerra.
JUAN CARLOS MARSET
KRAWIETZ, Alejandro y LEÓN, Francisco, La otra joven poesía española, Igitur, Tarragona, 2003, p. 54.
La verdad muerta centellea como recién nacida. Imposible distinguir, del montón de adoradores, a los vivos de los muertos. Todos llevan por cara una careta, un nombramiento por nombre, para protegerse de una dolorosa succión por dentro. Alimentan la lombriz de su vacío con la misma gana. Feliz sardina acorralada, yo te canto y te saludo. Una sombra ilumina a otra sombra, una luz oscurece a otra luz, y los espectros del horror qué traman. Yo retrato vuestro afán de regresar a las tinieblas. Desastrados antifaces de los dioses. Monstruos embozados. Os vigilo, larvas de la guerra.
JUAN CARLOS MARSET
KRAWIETZ, Alejandro y LEÓN, Francisco, La otra joven poesía española, Igitur, Tarragona, 2003, p. 54.
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