ESTALLIDO
A Enrique Ferrer y Carmen
Cuando ya era innegable
esa prematura sensación de otoño
que se acompasa al frío de las últimas noches de septiembre,
los patos, recién llegados,
se enseñorearon de la orilla izquierda de la ría,
trazando volutas y elipses inconclusas
hasta el momento en el que la luz, aún mortecina,
iba abriéndose a codazos un hueco
por entre las brumas que satinan el alba.
Bajo el agua,
pellizcada en la bajamar por el aleteo de sus patas,
cubierta de arena,
de igual manera que el limo enfanga,
confundiéndolos,
los recuerdos de todo lo vivido,
he ahí la piedra
que antaño aventó a la bandada,
he ahí la piedra
entonces salida de tu mano,
ahora tan lejos.
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