TANGO DEL LOBO
Primero faltó a la cita la niña de la caperuza roja.
Después, un eclipse oscureció la luna y debió morderse el aullido.
Por último, la manada lo declaró nada feroz, por esas gotas de soledad que le apagaban los ojos, y fue desalojado del bosque.
Hoy lame zapatos en la ciudad y en invierno busca el abrigo del sol como una abuela.
EUGENIO MANDRINI
Velas al viento. Los microrrelatos de La nave de los locos, Cuadernos del Vigía, Granada, 2010, p. 73.
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