Íbamos por nuestra tercera botella de vino cuando anunció que iba a enseñarme las fotos de su novia. Para mi sorpresa, las fotografías que esparció sobre la mesa mostraban a una mujer desnuda exhibiéndose sin pudor. Él se inclinaba sobre mi hombro animándome a que tomara nota de cada detalle: su entrepierna, el culo, los pechos, hasta que comencé a excitarme. Era una situación extraña. La esposa embarazada de mi amigo dormía en la habitación de al lado. Las fotos estaban esparcidas sobre la mesa del comedor. Lo menos había como cien. Yo miraba y escuchaba. De vez en cuando, se oían los ronquidos de la mujer.
CHARLES SIMIC, El monstruo ama su laberinto, Vaso Roto, Madrid, 2015, p. 28.
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Helmut Newton
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