poniendo en la ladera de la loma, pero será
su sombra tan discreta como acogedora, estoy
seguro, y tal vez llegue el día en que guarezca
a mi hijo, o al hijo de mi hijo. Se plantan para
ser amparo, no importa cuándo sino como, no importa
el que, sino hacia dónde. Así mis padres
sembraron cada año, así mis abuelos, y antes
y después. Nadie es más que nadie. Frente al viento
perseverar: la rama. No hay ni aquí ni allá, pasamos.
FERMÍN HERRERO, La gratitud, Visor, Madrid, 2014, p. 10.
&
John Kokajko
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