CAPACIDAD DE ENGAÑO
Me di a la tarea de contar el número de seres marinos que tenía
aquella costa. A las horas me encontré con un grupo de sirenas que
cuchicheaban cerca del muelle, refugiadas en la parte de abajo. Quise
acercarme, pero me tentó la idea de observarlas primero. Con la
curiosidad de quien no cree en estos personajes mitológicos, registré en
mi libreta su apariencia estilizada. Me observaban cada que volvía la
vista. Una de ellas sonrió. Más por educación que por empatía, hice lo
mismo. Las demás se rieron también, agitando la cola y las aletas,
seduciendo al observador. Me apenó ser víctima de su hermosura. Conté:
eran once en total. Pensé que sería interesante tenerlas en una especie
de harén. Las imaginé a mi servicio en una tina gigante, removiendo el
agua y la espuma con sensualidad.
Al volver a la libreta, se habían ido y restaba sólo una, la más alegre.
Me acerqué a entrevistarla, pero me abordó: ¿qué te trae a estas aguas,
guapo?, dijo enseguida, con una voz rasposa, que no encajaba con su
apariencia. Entonces supe que no era una sirena, sino una imitación
pesimamente lograda, que ni siquiera al género correspondía. Igual le
hice una pregunta: ¿por qué engañas haciéndonos creer que eres una de
ellas? Da igual, contestó, algunos prefieren a los tritones. Y se alejó
saltando por las olas.
ROBERTO ABAD, Orquesta primitiva, Tierra Adentro, México D.F., 2015, 104 páginas.
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Evelyn Pickering De Morgan
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