Siempre hay alguna chica en la oficina que acepta perder su tiempo
cuidando las plantas. Las riega con constancia, se felicita con cada uno
de los brotes nuevos, no permite que las flores mustias deturpen la
belleza del conjunto. Ninguna plaga, ningún intruso.
Es cierto que a veces juguetea con alguna mariquita aparecida entre las hojas. Se toma su tiempo para posarla con delicadeza en la palma de su mano, la deja corretear entre las líneas de la vida, se sonríe contemplando la extraña perfección de la belleza de los élitros...; hasta que alguien reclama su vuelta a la normalidad y recupera la libertad de sus manos abriendo una ventana para arrojar al bichito al vacío.
Es cierto que a veces juguetea con alguna mariquita aparecida entre las hojas. Se toma su tiempo para posarla con delicadeza en la palma de su mano, la deja corretear entre las líneas de la vida, se sonríe contemplando la extraña perfección de la belleza de los élitros...; hasta que alguien reclama su vuelta a la normalidad y recupera la libertad de sus manos abriendo una ventana para arrojar al bichito al vacío.
Ella se llamaba Sandra.
Yo era el insecto.
Manuel Villena
&
Tomasz Skoczen
&
Tomasz Skoczen
1 comments:
Hay bichos indispensables; los escritores son uno de ellos. Saludos desde Guadalajara de Buga, Colombia.
http://www.venitecuento.blogspot.com
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