Estaba a gusto en mi agujero.
La ventana daba a una pared de ladrillos.
En el cuarto de al lado había un piano.
De vez en cuando
un anciano inválido
venía a tocar My Blue Heaven.
Pero, en fin, por lo general
era un sitio tranquilo.
Había arañas
en todas las habitaciones,
y moscas atrapadas
en los hilos del humo y la vigilia,
y el aire era tan denso
que no podía verme en el espejo.
A las cinco de la mañana
se oía el ruido de unos pies descalzos.
Era el gitano de la esquina.
el adivino,
que se levantaba a mear
después de una noche de amor.
Una vez oí, incluso,
el sollozo de un niño.
Estaba al otro lado,
tan cerca que pensé,
por un instante,
que era yo el que lloraba.
CHARLES SIMIC, Hotel Insomnio, Nómadas, Gijón, 1998, p. 12. [Traducción de Jordi Doce]
&
Weegee
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