Nos péchés sont têtus, nos repentir sont lâches.
Charles Baudelaire
“Padre, me acuso de acostarme con usted”. Al otro lado de la rejilla del confesonario se oyó un rebullir de telas y contrariedades. “¿Te arrepientes, hija?”. “Sí, padre”. “Pero ¿te arrepientes de verdad? Ya sabes que Dios Nuestro Señor lo ve todo y a Él no puedes engañarle como a mí”. “Sí, padre”. “Piénsatelo bien antes de decirlo”. “Sí, padre”. En la oscuridad del confesonario se ahogaron unos resoplidos de resignación. “Ego te absolvo a pecatis tuis y no te olvides de volver la semana que viene”.
LUCIANO G. EGIDO, Cuentos del lejano oeste, Tusquets, Barcelona, 2003, p. 63.
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Cristina García Rodero
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