sábado, 8 de febrero de 2020

LENGUAJE ENSAMBLADOR, Raquel Vázquez

RAQUEL VÁZQUEZ, Lenguaje ensamblador, Renacimiento, Sevilla, 2019.



   «Las palabras nunca son «sólo palabras»; importan porque definen los contornos de lo que podemos hacer». Con esta cita de Slavoj Žižek se abre Lenguaje ensamblador, [Renacimiento, Sevilla, 2019], un libro orgánico en el que la mayoría de los poemas reflexionan sobre los límites del lenguaje en la comprensión de lo que todos, convencionalmente, convenimos en llamar mundo. El lenguaje nos permite nombrar las cosas, pero, conviene saber que «Hay cosas que suceden / sin lenguaje siquiera para poder tocarlas».
   La estructura externa del libro está marcada por cuatro secciones que desarrollan las secuencias de las que precisa el lenguaje ensamblador (término de programación informática) al que alude el título del libro: Codificación; Compilación; Ejecución – Salida de errores; y Ejecución – Salida estándar.
   Arranca la sección de Codificación con El banquete, un poema que radiografía la mezquindad de sociedad contemporánea en la que el género humano padece dos tipos de condena. A los insensibles e insensatos les basta con creer que la opulencia les sacia, que el consumo absoluto y tenaz es un síntoma de vitalidad; creer que la reproducción de unas consignas viralmente impuestas sustituyen al pensamiento.
   No menor es la condena de los conscientes: ver «los contornos de lo que podemos hacer», ver la inanidad el mundo y, en consecuencia, morir de hambre de esperanza.
   Gravitando sobre este marco general se suceden también poemas que describen experiencias individuales del hablante lírico en las que se expresa el dolor de vivir: en Scrabble el jugador solo dispone de las letras necesarias para componer las palabras insomne o inmenso, y traslada: en la partida, para el que no ha tenido la suerte de contar en el reparto con una r y una a («tu equipaje es el que te corresponde» leemos más adelante), la ausencia del amor correspondido multiplica la eternidad del insomnio.
   Las palabras verbalizan el mundo que la mirada construye desde el deseo: («persevera una hiedra pixelada / allí donde respira —aunque no la alcancemos— / una planta de luz». Por ello, para aliviar la herida, solo cabe «cerrar fuerte los ojos».
   Las palabras sirven, con sus límites, para aproximarse a decir el mundo. Duele no poder decir tanto como lo que no se dice.



TERCER ARMÓNICO

Otra noche en la que las campanas doblan
por lo que no se dice.

El silencio es un carillón helado.

   Si parafraseásemos el poema ESPEJOS podríamos concluir que el lenguaje, al decir, construye el mundo; también la mirada al congelar encuadres. Pero, lo no dicho y lo no contemplado, lleva al hablante lírico a sentir nostalgia de todas las pinceladas de belleza que no nacieron ni sabrán nacer.
  Todas estas experiencias de vida de las que se nos habla en la secuencia Codificación; se comprimen en Compilación:

TIEMPO DE FIBONACCI

Contrarreloj;
tras el cristal, la lluvia.

Sed infinita.

   Basta ese terceto para calibrar el deseo, la fractura que ocasiona «el sueño de soñar un cielo aparte».
   De este grupo de poemas, destacaría, Fotograma y Ucronía. En Fotograma la escena descrita se tiñe de nostalgia: una persona se aproxima al abismo del pasado contemplando unas fotografías. El dolor de vivir desata la siguiente percepción: hay más vida en la imagen muerta del pasado que en la mano viva del que le ofrece lal nostalgia del pasado al ojo que la contempla.
   Para que Ucronía fuese un sereno y contenidamente exultante poema de amor bastaría con aplicar las siguientes estrategias discursivas: reconvertir el tiempo verbal del condicional al pasado y cambiar tan elocuente título.
   Otra de las citas de las sirve Raquel es de Christian Bobin: «No sabemos nunca lo que llegan a ser las palabras que pronunciamos, las frases que escribimos». También de Bobin: «Los que salvan nuestra vida no saben que nos salvan».
   En las secuencias que siguen al proceso de codificar (comprender el mundo) y comprimir (acumular experiencias: padecer o gozar la vida), les sucede Ejecución – Salida de errores; y Ejecución – Salida estándar.
   Somos fruto del error: somos un error. Leemos en BUG (ERROR DE SOFTWARE): de la constatación de la imperfección surge el deseo encontrar «esa palabra que atraviese todos los muros de palabras». También, cuando no existe el fallo, en la salida estándar, la vida pronto nos recuerda que «existir es [o fue] solo una promesa».
   «Cada ser es un himno destruido», dice E. M. Cioran, pero, a pesar de toda la desolación, es probable que «algún día un silencio nos dirá de memoria».

FRC