He pasado muchas horas de aprendizaje en centros a los que nadie desea ir. Los pasillos y salas de espera de los hospitales son libros que me instruyen. Las personas que limpian, los administrativos o las enfermeras se adentran en mí; convertidos en páginas, han iluminado mi ignorancia. Otras lecciones me esperan con formas variadas. Las veo detrás de una mascarilla, en los guantes esterilizados, en los pliegues de una bata. El conocimiento gotea de las agujas. Está sentado, sin fuerzas, en un consultorio. Se emboza con la sábana que cubre una camilla. Algunas palabras que me orientan son un medicamento líquido encerrado en un gotero. Para que las estudie, nuevas frases se han posado en la oficina de urgencias, el botiquín, la bandeja, el archivo, la mesa operatoria, el lavabo. He bebido despacio un agua con sabor a quirófano. Al abrir las ventanas de una habitación, leo también las páginas exteriores. Lo anodino era sólo la torpeza con que fui anestesiando mi vida diaria. Desciendo por las escaleras de las aulas. Salgo dispuesto a retener lo aprendido. En las proximidades de los hospitales circulan las ambulancias de la filosofía.
FRANCISCO JAVIER IRAZOKI, Palabra de árbol, Hiperión, Madrid, 2021.
&
Chema Madoz
0 comments:
Publicar un comentario