LA HERIDA
No importa cuánto duela:
hay que esculcar en la herida
para extirpar lo que la infecta.
Y cada vez que se escarba
la llaga queda más limpia, sí,
pero también se hace más amplia.
Pronto ha de llegar el día
en que no quede ya borde
que a ella y a mí nos distinga:
toda yo seré carne abierta,
sangre roja expuesta al mundo,
y aún ha de quedar algo dentro,
ni materia ni memoria,
que contamine la úlcera.
Descubriremos ahí mi infinitud,
pues infinito es el polvo
que de mí proviene
y a mí regresa y en mí termina
para enturbiar el humor negro
que del alma brota: yo
soy la herida y la infección;
corte profundo, suciedad inmensa.
No ha de convertirme en cicatriz el tiempo:
si la grieta es condición de vida,
solo la muerte puede cerrarla.
MARÍA ELENA HIGUERUELO, Los días eternos, Rialp, Madrid, 2020, pp. 49-50.
&
Gina Pane
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