lunes, 29 de noviembre de 2010

LOS ANIMALES EN EL ARCA, Marco Denevi

LOS ANIMALES EN EL ARCA

Sí, Noé cumplió la orden divina y embarcó en el arca un macho y una hembra de cada especie animal. Pero durante los cuarenta días y las cuarenta noches del diluvio ¿qué sucedió? Las bestias ¿resistieron las tentaciones de la convivencia y del encierro forzoso? Los animales salvajes, las fieras de los bosques y de los desiertos ¿se sometieron a las reglas de la urbanidad? La compañía, dentro del mismo barco, de las eternas víctimas y de los eternos victimarios ¿no desataría ningún crimen? Estoy viendo al león, al oso y a la víbora mandar al otro mundo, de un zarpazo o de una mordedura, a un pobre animalito indefenso. ¿Y quiénes serían los más indefensos sino los más hermosos? Porque los hermosos no tienen otra protección que su belleza. ¿De qué les serviría la belleza en un navío colmado de pasajeros de todas clases, todos asustados y malhumorados, muchos de ellos asesinos profesionales, individuos de mal carácter y sujetos de avería? Sólo se salvarían los de piel más dura, los de carne menos apetecible, los erizados de púas, de cuernos, de garras y de picos, los que alojan el veneno, los que se ocultan en la sombra, los más feos y los más fuertes. Cuando al cabo del diluvio Noé descendió a tierra, repobló el mundo con los sobrevivientes. Pero las criaturas más hermosas, las más delicadas y gratuitas, los puros lujos con que Dios, en la embriaguez de la Creación, había adornado el planeta, aquellas criaturas al lado de las cuales el pavorreal y la gacela son horribles mamarrachos y la liebre una fiera sanguinaria, ay, aquellas criaturas no descendieron del arca de Noé.


Marco Denevi, Falsificaciones, Eudeba, Buenos Aires, 1966.

CUADRO: Eduard Hicks

domingo, 28 de noviembre de 2010

AÚN, Antonio Gamoneda




AÚN

Amé. Es incomprensible como el temblor de los árboles.
Ahora estoy extraviado en la luz pero yo sé que amé.
Yo vivía en un ser y su sangre se deslizaba por mis venas y
la música me envolvía y yo mismo era música.
Ahora,
¿quién es ciego en mis ojos?


Unas manos pasaban sobre mi rostro y envejecían dulcemente. ¿Qué
fue existir entre cuerdas y olvidos?
¿Quién fui en los brazos de mi madre, quién fui en mi propio corazón?

Es extraño: solamente he aprendido a desconocer y olvidar. Es extraño:

todavía el amor
habita en el olvido.

Antonio Gamoneda, Extravío en la luz, Casariego, Madrid, 2008, páginas 42 y 43.

GRABADO: Juan Carlos Mestre

sábado, 27 de noviembre de 2010

DINOMONTESAURIOS, Augusto Monterroso, Pablo Urbanyi, Jaime Muñoz Vargas, José María Merino e Isabel Mellado


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Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Augusto Monterroso
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El dinosaurio
Cuando despertó, suspiró aliviado: el dinosaurio ya no estaba allí.
Pablo Urbanyi
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El corrector
Cuando enmendó, la herrata todavía estaba allí.
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El descarado
Cuando plagió, el copyright todavía estaba allí.
Jaime Muñoz Vargas
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Cien
Al despertar, Augusto Monterroso se había convertido en un dinosaurio. “Te noto mala cara”, le dijo Gregorio Samsa, que también estaba en la cocina.
José María Merino
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Me desperté sin dinosaurio y sin ti. Soy una cucaracha.
Isabel Mellado

ILUSTRACIÓN: Augusto Monterroso

DESVÍO POR OBRAS: David Lagmanovich. La extrema brevedad: microrrelatos de una y dos líneas.

jueves, 25 de noviembre de 2010

DINOSAURIOS, Augusto Monterroso, Raúl Brasca, Eduardo Berti y Fabián Vique

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Augusto Monterroso

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LOS DINOSAURIOS, EL DINOSAURIO

Cada soñador (¿o habría que decir durmiente?) tiene su dinosaurio, aunque lo común es que no lo encuentre al despertar. Soñadores impacientes despiertan siempre antes de que sus dinosaurios lleguen, y dinosaurios impacientes se van antes de que sus soñadores despierten. Lo admirable del cuento de Monterroso consiste en presentar el único caso en el que el tiempo del soñador coincidió con la paciencia de su dinosaurio y la impaciencia de un considerable número de lectores.
Raúl Brasca
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OTRO DINOSAURIO

Cuando el dinosaurio despertó, los dioses todavía estaban allí, inventando a la carrera el resto del mundo.

Eduardo Berti
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EL DINOSAURIO EDUCADO

Cuando despertó, el dinosaurio le dijo: "Buenos días".

martes, 23 de noviembre de 2010

LOS BLOQUES, Hipólito G. Navarro


LOS BLOQUES

Los del piso de arriba están ya a punto de echarlo su casa -se la tienen sentenciada desde hace meses: taconeos, portazos, lo peor las incomprensibles bolas rodadoras de madrugada- cuando se pone en venta el piso que pisa a los vecinos de arriba. Lo compra. Le va a dar la vuelta a la tortilla. Lo primero es comprar la bolsa de canicas. Por asociación de ideas o de recuerdos, comprar también un trompo. Minutos después se ve adquiriendo el álbum y los sobres de cromos. Dos bolsitas de chuches surtidas. Y ya en otra tienda, se comprende, le viene su nombre en inglés, Peter, y compra el apellido: cincó vienas y dos bollos, ciento setenta, y mira la manera mejor de esconder las monedas de la vuelta a ese tipo que salió de casa hecho una furia a comprar los artilugios para vengarse de unos vecinos que ahora se acuerda y se frota las manos quedan debajo y se van a enterar, vaya lapsus.

HIPÓLITO G. NAVARRO, Los últimos percances, Seix Barral, Barcelona, 2005, p. 316.


ILUSTRACIÓN: Ibáñez

miércoles, 17 de noviembre de 2010

EL DINOSAURIO, Augusto Monterroso, Homburg, Hipólito G. Navarro, Frank Arbelo & Lauro Zavala

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Augusto Monterroso

De non ser polo dinosaurio chegaba tarde outra vez ó choio. Cada día durmo máis.

El Dinosaurio

El dinosaurio estaba ya hasta las narices.
Hipólito G. Navarro

El dinosaurio» de Augusto Monterroso es uno de los textos más estudiados, citados, glosados y parodiados en la historia de la palabra escrita, a pesar de tener una extensión de exactamente siete palabras.
«El dinosaurio» ha merecido ser incluido en al menos una docena de antologías publicadas en Argentina, Chile, España, Italia y México(1), y también ha sido traducido a varios idiomas(2). Este texto ha suscitado una gran diversidad de aproximaciones durante los años recientes, ya sea como motivo literario o bien como motivo de estudio, e incluso como motivo de reflexión política. En este último sentido, la imagen del dinosaurio ha sido identificada en México con ese personaje indiferente y calculador que todos conocemos en la vida cotidiana, que vive del tráfico de influencias y que es una herencia de la cultura política más antigua y primitiva.
Como motivo literario, «El dinosaurio» ha sido objeto de variaciones y ensayos en los que el texto es tomado como referencia inicial para la creación de diversos juegos. Estas variaciones incluyen versiones poéticas, continuaciones del texto, metacuentos y otras variantes a partir del tema propuesto por Monterroso, así como argumentaciones para reconocer textos aún más breves, para adaptar el texto a la ópera o para reconocer su carácter de extrema elipsis. Como motivo de estudio, este texto ha sido analizado para estudiar su dimensión artística(3).
Pero ¿cuál es, en síntesis, la razón por la que este texto tiene tal persistencia en la memoria colectiva? Después de leer los trabajos dedicados a su estudio, podríamos señalar al menos diez elementos literarios:

1) la elección de un tiempo gramatical impecable (que crea una fuerte tensión narrativa) y la naturaleza temporal de casi todo el texto (cuatro de siete palabras),
2) una equilibrada estructura sintáctica (alternando tres adverbios y dos verbos),
3) el valor metafórico, subtextual, alegórico, de una especie real pero extinguida (los dinosaurios) y la fuerza evocativa del sueño (elidido),
4) la ambigüedad semántica (¿quién despertó? ¿dónde es allí?),
5) la pertenencia simultánea al género fantástico (uno de los más imaginativos), al género de terror (uno de los más ancestrales) y al género policiaco (a la manera de una adivinanza),
6) la posibilidad de partir de este minitexto para la elaboración de un cuento de extensión convencional (al inicio o al final),
7) la presencia de una cadencia casi poética (contiene un endecasílabo); una estructura gramatical maleable (ante cualquier aforismo),
8) la posibilidad de ser leído indistintamente como minicuento (convencional y cerrado) o como micro-relato (moderno o posmoderno, con más de una interpretación posible),
9) la condensación de varios elementos cinematográficos (elipsis, sueño, terror) y,
10) la riqueza de sus resonancias alegóricas (kafkianas, apocalípticas o políticas).

Estas razones muestran que los lectores tenemos aún la posibilidad de realizar múltiples lecturas de «El dinosaurio» y seguir tomándolo como motivo literario y como motivo de estudio, pues ése es el privilegio y en eso consiste la placentera responsabilidad de la lectura literaria.
Lauro Zavala
NOTAS


Lauro Zavala nos cede fragmentos del prólogo para El dinosaurio anotado. Edición crítica de «El dinosaurio» de Augusto Monterroso, México, Alfaguara Juvenil / Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco, 2002.

(1). En orden cronológico, éstas son las antologías que han incluido «El dinosaurio»: Antología de cuentos hispanoamericanos, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1972 (Mario Rodríguez Fernández, ed.); Zoo en cuarta dimensión, México, Samo, 1973; El humor más negro que hay, Buenos Aires, 1973 (Rodolfo Alonso, ed.); Bestiarios y otras jaulas, Buenos Aires, Sudamericana, 1977 (Martha Paley de Fracescato, ed.); El libro de la imaginación (Sección «Algunos sueños»), México, 1979 (Edmundo Valadés, ed.); Brevísima relación (Sección «De extraños sucesos»), Santiago de Chile, El Mosquito Editores, 1990 (Juan Armando Epple, ed.); Antología del cuento fantástico hispanoamericano, siglo XX, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1990 (Óscar Hahn, ed.); Antología de la narrativa mexicana del siglo XX, México, Fondo de Cultura Económica, vol. 1, 1991 (Christopher Domínguez, ed.); La mano de la hormiga. Los cuentos más breves del mundo y de las literaturas hispánicas (contraportada), Madrid, Fugaz Ediciones / Alcalá, Ediciones de la Universidad de Alcalá de Henares, 1991 (Antonio Fernández Ferrer, ed.); I racconti piú brevi del mondo, Roma, Edizioni Fahrenheit 451, 1993 (Gianni Toti, ed.); Breve manual para reconocer minicuentos. México, Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco, 1997 (Violeta Rojo, ed.); Relatos vertiginosos. Antología de cuentos mínimos, México, Alfaguara, 2000 (Sección “El dinosaurio”) (Lauro Zavala, ed.). Volver al texto

(2). Éstas son las traducciones al francés y al italiano de Obras completas (y otros cuentos), donde se incluye «El dinosaurio»: Opere complete (e altri racconti), Zanzibar, Milán, 1992 (trad., Hado Lyria); Oeuvres complètes (et autres contes), Editions Patiño, Genève, Suisse, 2000 (trad. Claude Couffon); Oeuvres complètes et autres nouvelles, Editions Actes Sud, Francia, en prensa (trad. Françoise Campo). Por otra parte, Gianni Toti también tradujo «El dinosaurio» al italiano en su antología I racconti piú brevi del mondo, Roma, Edizioni Fahrenheit 451, 1991: «Quando si svegliò, il dinosaurio era ancora lì» (p. 13). Volver al texto

(3). A continuación señalo los principales estudios críticos acerca de «El dinosaurio»: el primero de ellos forma parte del estudio de Will Corral sobre las estrategias paradójicas en la escritura de Monterroso (en el capítulo «Recorrido generativo para la lectura del texto desplazado» en Lector, sociedad y género en Monterroso. Xalapa, Universidad Veracruzana, 1985, pp. 88-90). El trabajo de la especialista argentina Laura Pollastri demuestra cómo este texto es mucho más de lo que parece a primera vista gracias a su rigurosa estructura gramatical («Una casi inexistente latitud» en Revista de Lengua y Literatura, Universidad Nacional del Comahue, Argentina, III, 6, noviembre 1989, 65-70). El español Antonio Fernández Ferrer ofrece muy amenos ejemplos sobre la literatura extremadamente breve en la tradición europea e hispanoamericana, y revela el origen de «El dinosaurio» según las declaraciones de Juan José Arreola («La mano de la hormiga» en La mano de la hormiga. Los cuentos más breves del mundo y de las literaturas hispánicas. Madrid, Fugaz Ediciones / Alcalá, Ediciones de la Universidad de Alcalá de Henares, 1990, pp. 7-13). Por otra parte, David Lagmanovich, otro experto argentino en minificción, señala las virtudes genéricas derivadas de su economía verbal («Regreso al dinosaurio» en Microrrelatos. Tucumán, Cuadernos de Norte y Sur, 1997, 48-52 ). Seidy Rojas nos recuerda las estrategias de la ironía inestable, donde la intención del autor es irrelevante pues sólo cuentan los sentidos que cada lectura proyecta sobre el texto («El único cabo suelto es la historia», fragmento de «Ironía e instabilidad: Reconstruir las historias de Augusto Monterroso» en La Colmena. Revista de la Universidad Autónoma del Estado de México, núm. 19, 1998). Por su parte, el investigador xalapeño José Luis Martínez Morales analiza detenidamente la función semántica y morfosintáctica de cada una de las siete palabras de «El dinosaurio», con lo cual nos encontramos ante el estudio más sistemático y erudito realizado hasta la fecha sobre el texto («Viaje al centro de un dinosaurio» en Cuento y figura. La ficción en México. Tlaxcala, Universidad Autónoma de Tlaxcala, Serie Destino Arbitrario, núm. 17, 1999, 107-120).
ILUSTRACIONES: Frank Arbelo.

martes, 16 de noviembre de 2010

AMO EL OTOÑO Y LAS SOMBRAS DEL SENTIDO, Mahmud Darwix


AMO EL OTOÑO Y LAS SOMBRAS DEL SENTIDO


Amo el otoño y las sombras del sentido, me gusta
del otoño la ambigüedad ligera de pañuelos transparentes,
como la poesía en el instante de nacer, cegada por
la incandescencia de la noche
o la oscuridad de la luz. Gatea
pero no da con el nombre de nada

Me gusta la lluvia tímida que sólo moja
a mujeres lejanas.
(En un otoño como éste, los que íbamos de boda
nos cruzamos con un funeral, y el vivo festejó
al muerto y el muerto al vivo.)

Me gusta ver a un rey inclinándose para devolver
la perla de la corona a los peces del lago

Me gusta del otoño la comuna de los colores,
sin trono para el oro humilde de las hojas de los árboles
humildes, como igual se es
en la sed de amor

Me gusta que sea la tregua de dos ejércitos pendientes
de una justa entre dos poetas
enamoradas del otoño,
pero que discrepan en las metáforas.

Me gusta del otoño la complicidad ¡entre
lo visto y lo dicho!


MAHMUD DARWIX, Como la flor del almendro o allende, Pre-Textos, Valencia, 2009, pp.53-55.

ILUSTRACIÓN: Claudia Degliuomini, El otoño, Sieteleguas, Madrid, 2007.

domingo, 14 de noviembre de 2010

ISÓSCELES, Hipólito G. Navarro


ISÓSCELES

Interesa enriquecerse paulatinamente.
Enriquecerse paulatinamente interesa.
Paulatinamente enriquecerse inTeresa.


HIPÓLITO G. NAVARRO, Los últimos percances, Seix Barral, Barcelona, 2005, p. 391.

Cuadro: Omar Ortiz

jueves, 11 de noviembre de 2010

GRATITUD, Eloy Sánchez Rosillo & SERENATA DE SAN DIEGO, Tom Waits



GRATITUD


DURANTE muchos años fui dichoso.
Tal vez lo supe, pero no lo supe,
ni habría podido entonces admitir que lo fuera,
pues quien pretende lo absoluto
no se conforma nunca con la parte,
aunque esa parte sea casi el todo.

Mi patrimonio fue la luz del mundo;
toqué la realidad, tambien soñé,
y tuve amor, tuve en el pecho el canto.

Desde un presente que es manos vacías,
casa desierta, invierno, turbio pecho,
melancólicamente doy gracias por los dones
que no aprecié del todo cuando la vida quiso
que fulgurasen junto a mí,
por los bienes que fueron y que no fueron míos
y que luego perdí sin saber cómo.


ELOY SÁNCHEZ ROSILLO, La certeza, Tusquets, Barcelona, 2005, página 59.



SERENATA DE SAN DIEGO

Nunca vi la mañana hasta que me quedé despierto toda la noche
Nunca vi la luz del sol hasta que apagaste la luz

Nunca vi mi país hasta que estuve fuera demasiado tiempo

Nunca oí la melodía hasta que necesité la canción
Nunca vi la raya de la carretera hasta que te dejé

Nunca supe que te necesitaba hasta que me metí en un lío

Nunca dije "Te amo" hasta que te maldije inútilmente
Nunca sentí las fibras de mi corazón hasta que casi enloquecí

Nunca vi la Costa Este hasta que me fui al Oeste
Nunca vi la luz de la luna hasta que brilló desde tu pecho

Nunca vi tu corazón hasta que alguien trató de robarlo

Nunca vi tus lágrimas hasta que se deslizaron por tu rostro.


TOM WAITS, The heart of the saturday night, Asylum, 1974.

Traducción: David F. Abel, Tom Waits. Jazz. Rhythm & Blues, Máscara, Valencia, 1995, p.199.

martes, 9 de noviembre de 2010

LA CENA, Herman Koch

—¿Es cierto que usted en la noche de autos estaba sirviendo las mesas?
—Sirviendo, no. Yo era una simple auxiliar del maître.
—¿Por qué fijó su atención en la mesa de los Logman?
—El señor Serge Logman era un cliente habitual. A mi jefe siempre le gustaba dar trato preferente a los famosos. Logman era el candidato a primer ministro. No necesitaba reservar mesa con antelación. De todos modos, yo esa noche no me fijé en él, sino en su hermano. Paul Logman había sido mi profesor de historia.
—¿Eso fue lo que motivó que no fuese tan discreta como se le exigía en su trabajo?
—Tal vez. Su conducta no sólo motivó mi curiosidad. Hasta en la cocina mis compañeras también se percataron de las discusiones. Otros comensales desatendieron sus platos para mirarlos.
—En su declaración dice haber oído al encausado Paul Logman mencionar ciertas opiniones acerca de la pena de muerte. ¿Podría ser más precisa?
—Hablaban del suceso del cajero automático. En aquellos días cualquier persona hablaba de la mendiga a la que habían quemado. Todo el país había visto el vídeo en televisión. Eso no me sorprendió. Fue el modo de argumentar, igual de demagógico que en sus clases. Eso es algo que yo no podré olvidar.

HERMAN KOCH, La cena, Salamandra, Barcelona, 2010.

sábado, 6 de noviembre de 2010

PROBLEMAS DE PUNTUACIÓN, Víctor Lorenzo Cinca


   La conocí hace unos días, en el parque. Se sentó a mi lado y sacó del bolsillo del abrigo un par de interrogantes, con los que rompimos sin dificultad el hielo. Sin embargo, no pudimos charlar casi nada porque tras esas dos preguntas se marchó a toda prisa, dejando olvidados en el banco de madera tres puntos suspensivos, que me confirmaron que la cosa no debía acabar ahí, y un papelito con una dirección y una hora. A la mañana siguiente, ansioso, acudí puntual a la cita y la encontré de nuevo con un bolso lleno de interrogantes con los que reanudamos la conversación del día anterior, pero también unas cuantas comillas, que utilizó para citar de memoria a mis autores predilectos, y unos guiones largos que colocaba con habilidad para intercalar graciosos comentarios en la conversación. Durante la tarde me mostró rincones de la ciudad que no conocía y en diversas ocasiones tuvo que sacar del bolso unos paréntesis para aclararme detalles que no llegaba a comprender. Como en la ocasión anterior, se esfumó sin decir nada cuando, tras alcanzarme un punto y coma que aseguraba la continuidad de nuestra historia, el bolso quedó vacío. Ayer por la tarde, después de dos días sin vernos, apareció en mi casa sin avisar con una mochila repleta de signos de puntuación. Sin embargo, pronto se terminaron los interrogantes y los paréntesis, y entonces nos quedamos mirando, durante unos segundos, en silencio. Todo estaba dicho.
   Esta mañana me he despertado en mi cama, solo, con los primeros rayos de sol. El suelo del dormitorio estaba salpicado de exclamaciones de diversos colores con las que enmarcamos interjecciones y jadeos durante toda la noche. Ha sido inútil llamarla, porque ya se había marchado de mi apartamento. De camino al baño, he encontrado un punto. Sin embargo, y pese a que llevo horas buscando, no encuentro los otros dos que faltan. Empiezo a sospechar que esto es el final.

VÍCTOR LORENZO CINCA, Grageas 2, 2010. (Realidades para lelos).

DESVÍO POR OBRAS: Internacional microcuentística

martes, 2 de noviembre de 2010

[EN EL TORMENTO DEL ALMA ATORMENTADA...], Luis Mateo Díez

En el tormento del alma atormentada lo que prima es la soledad más absoluta y ninguna conciencia de que ese tormento puede evitarse o merecerse, quiero decir que la desolación arrasa todo lo que pilla con la impiedad de su irracionalidad, y no hay dique ni comprensión mínima, apenas compulsión y un hedor de sueños mal digeridos o de turbios pensamientos que borran la voluntad y vacían hasta la decrepitud la mirada.

Nada se ve, nada hay que ver, la realidad no existe, el mundo hasta dejó de ser un bosque inhóspito.


LUIS MATEO DÍEZ, Azul serenidad o la muerte de los seres queridos, Alfaguara, Madrid, 2010, p. 47.