jueves, 31 de octubre de 2013

PAPÁ SE DESPIERTA CANSADO EN LA OSCURIDAD, Sandra Cisneros



PAPÁ SE DESPIERTA CANSADO EN LA OSCURIDAD

   Se murió tu abuelito, dice Papá una mañana temprano en mi cuarto. Está muerto, y como si en ese momento él acabara de escuchar la noticia, mi valiente Papá se apachurra como abrigo, y llora, y no sé qué hacer.
   Yo sé que tendrá que irse, que tomará un avión a México, allá estarán todos los tíos y tías y se tomarán una foto en blanco y negro frente a la tumba con flores en forma de lanzas en un florero blanco porque así despiden a los muertos en ese país.
   Como soy la mayor, Papá me ha avisado primero y ahora me toca dar la noticia a los demás. Tengo que decirles por qué no podemos jugar. Les tendré que pedir que hoy se estén quietos.
   Papá, sus gruesas manos y sus gruesos zapatos, que se despierta cansado en la oscuridad, que se peina el pelo con agua, bebe su café y antes de que despertemos ya se ha ido, hoy está sentado en mi cama.
   Y yo pienso qué haría si mi Papá muriera. Rodeo a mi padre con mis brazos, y lo abrazo, lo abrazo, lo abrazo.


SANDRA CISNEROS, La casa de Mango Street, Seix Barral, Barcelona, 2004.
&
Makoto Saito

miércoles, 30 de octubre de 2013

LA COHERENCIA, Rafael Argullol

Veo con claridad todo lo que pude ser y no he sido, cada una de las encrucijadas que he dejado atrás y sus caminos ciegos. Y lo que era azar es elección.
(La coherencia)

&
Juan Vidaurre

martes, 29 de octubre de 2013

[DOS PERSONAS QUE SABEN...], Benjamín Prado



Dos personas que saben que se mienten no se hacen daño.

BENJAMÍN PRADO, Qué escondes en la mano, Alfaguara, Madrid, 2013, p. 18.
&
Lorenzo Lotto

lunes, 28 de octubre de 2013

LA PERA, Jane Kenyon

LA PERA

Hay un momento en la madurez
en que te aburres, encolerizado
por tu mente mediocre,
aterrorizado.

Ese día el sol
deslumbrante te quema
y te hace sentir más desolado.

Pasa sutilmente como cuando una pera
se pudre de dentro afuera
y tú tal vez no lo adviertes
hasta que es demasiado tarde.

JANE KENYON, De otra manera, Pre-Textos, Valencia, 2007, p. 83.
&
Eduardo Úrculo

domingo, 27 de octubre de 2013

I'LL BE YOUR MIRROR, Lou Reed


SERÉ TU ESPEJO

Seré tu espejo
Reflejaré lo que eres en caso de que no lo sepas
Seré el viento, la lluvia y el ocaso
La luz en tu puerta para mostrarte que estás en casa
Cuando pienses que la noche ha visto tu mente
Déjame estar para mostrarte que estás ciego
Por favor baja las manos porque puedo verte
Me resulta difícil creer que no sepas
La belleza que eres
Pero si no, déjame ser tus ojos
Una mano para tu oscuridad para que no tengas miedo
Cuando pienses que la noche ha visto tu mente
Que en tu interior estás retorcido y a disgusto
Déjame estar para mostrarte que estás ciego
Por favor baja tus manos porque puedo verte 



THE VELVET UNDERGROUND & NICO, The Velvet Underground & Nico, Polydor, 1967. 





[S., QUE ES GUARDA FORESTAL...], José Jiménez Lozano




   S., que es guarda forestal, me dice que hace menos de un mes se encontró al pie de una encina un libro que una urraca estaba arrastrando a alguna parte, porque ya se sabe que estas aves son irremediablemente cleptómanas, y las mujeres que se ponían a coser a la solana sabían que, si se descuidaban un poco, una urraca se las llevaba por delante un carrete, o las tijeras mismas. ¡Quién sabe! A lo mejor tienen un museo de antropología cultural de los humanos, porque ¿para qué puede querer una urraca un carrete de hilo, unas tijeras o en este caso un libro?
   El guarda forestal me lleva a su casilla de guardia y me muestra el libro, una pequeña edición de kiosko de la magnífica Luz de agosto de Faulkner, con las hojas alabeadas por la humedad: pero no me extraña que las urracas se lo quisieran llevar, la verdad.



JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, Advenimientos, Pre-Textos, Valencia, 2006, pp. 36-37.

sábado, 26 de octubre de 2013

[LEWIS ESCRIBIÓ UNA CARTA...], Alice Munro


   Lewis escribió una carta al periódico. La primera parte, moderada y docta, describía la transformación de los continentes, la apertura y cierre de mares y los poco auspiciosos comienzos de la vida. Microbios antiguos, océanos sin peces y cielos sin aves. Florecimiento y destrucción, el reino de los anfibios, los reptiles, los dinosaurios; el cambio del clima, los primeros, pequeños mamíferos vacilantes. Ensayo y error, los primates tardíos y poco promisorios entrando en escena, los humanoides irguiéndose sobre las patas traseras y pergeñando el fuego, afilando piedras, marcando su territorio y al cabo, en un arrebato reciente, construyendo barcas, pirámides y bombas, creando lenguas y dioses, sacrificándose y asesinándose unos a otros. Luchando por si el verdadero dios se llamaba Yahvé o Krishna (aquí el lenguaje empezaba a recalentarse) o si estaba bien o mal comer cerdo, hincándose de rodillas para aullar plegarias a un vejete domiciliado en el cielo y de lo más interesado en ganar guerras y partidos de fútbol. Por último, asombrosamente, deduciendo un puñado de cosas, empezando a saber algo sobre sí mismos ya el universo que habitaban, hasta decidir que más les convenía echar a la basura ese arduo conocimiento, traer de nuevo al vejete, obligar a todo el mundo a arrodillarse, predicar otra vez las antiguas estupideces y, por qué no, ya que estaban, restablecer la llanura de la Tierra.
    Atentamente, Lewis Spiers.
   El redactor jefe del periódico, que no era de la ciudad, acababa de graduarse en la Escuela de Periodismo. Estaba contento con el clamor y siguió publicando respuestas («Nadie burla a Dios», firmada por todos los miembros de la congregación de la Capilla de la Biblia; «Argumentos vulgares», del tolerante pero apenado pastor de la Iglesia unificada, a quien dolían especialmente los términos estupideces y vejete), hasta que el dueño de la cadena le comunicó que ese tipo de reyerta anticuada y extemporánea ahuyentaba a los anunciantes. A bajarla persiana, dijo.
   Lewis escribió otra carta, esta vez de dimisión.


ALICE MUNRO, "Consuelo", en Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio, RBA, Barcelona, 2003, pp. 111-112.
&
William Blake

viernes, 25 de octubre de 2013

RECORDAR, Jesús Aguado



RECORDAR

vives ahí

entre el tiempo y el tiempo cuando te asomas
 
las palomas se espantan 
y te dejan sus migas

agachada las comes y nerviosa

y regresas al hueco 
entre el tiempo y el tiempo 
donde cuidas la vida

que no vivimos nunca


 JESÚS AGUADO, La insomne. Antología esencial, FCE, Madrid, 2013, p. 108.
&
Pierre Bonnard

jueves, 24 de octubre de 2013

[TRATAMOS DE CONVENCER A LOS DEMÁS...], José Mateos



   Tratamos de convencer a los demás de la verdad, no porque sea verdad, sino porque la defendamos nosotros. Y entonces hasta la verdad parece menos verdad.


JOSÉ MATEOS, La razón y otras dudas, Pre-Textos, Valencia, 2007, p. 117.
&
Shane Drinkwater

miércoles, 23 de octubre de 2013

BARBIE-COA, Sandra Cisneros


BARBIE-COA

para Licha



   La tuya es la de ojos malignos y cola de caballo. Bañador listado, tacones de aguja, gafas de sol y pendientes de aros de oro. La mía es la del cabello en borbolla. Bañador rojo, tacones de aguja, pendientes de perlas y un armazón de alambre. Pero es todo lo que podemos tener, además de un ajuar extra cada una. El tuyo, «Red Flair», un refinado traje chaqueta línea A con un sombrero estilo Jackie Kennedy, pequeño, redondo y sin alas, guantes blancos, bolso y zapatos de tacón incluidos. El mío, «Solo in the Spotlight», noche de gala, corpiño negro reluciente, sin tirantes, y falda que se ensancha por abajo como una cola de sirena, largos guantes de ceremonia, chal de gasa color rosa y micrófono incluido. De tanto vestir y desnudar, el corpiño negro se ha gastado por la parte donde apuntan las tetitas. Esto y un vestido que inventamos con un calcetín viejo abriéndole agujeros aquí y aquí y aquí y arrollándole el puño para darle un aire sexy y atrevido, de hombros desnudos.
   La historia siempre es la misma. Tu Barbie es compañera de cuarto de mi Barbie, y el novio de mi Barbie viene y tu Barbie se lo birla, ¿correcto? Besos besos besos. Luego las dos Barbies se pelean. ¡Tonta, estúpida, es mío! ¡Vamos, apestosa, qué va a ser tuyo! Sólo que Ken es invisible, ¿entendido? Porque no tenemos dinero para ese muñeco que es un chico con cara de imbécil y las dos preferiremos pedir un ajuar nuevo para Barbie cuando llegue Navidad. Así que salimos del paso con tu Barbie de ojos malignos y mi Barbie de cabello en borbolla y nuestro único ajuar cada una, aparte el vestido-calcetín.
   Hasta el domingo siguiente, cuando paseamos por el mercadillo de cosas de segunda mano que ponen en Maxwell Street, y de pronto, ¡allí!, expuestas en la calle cerca de unas herramientas viejas, unos zapatos de plataforma con los tacones completamente chafados y una papelera de color verde fluorescente y unas hojas de papel de aluminio, unos tapacubos de automóvil, una esterilla de borra violácea, unas gomas de limpiaparabrisas y un sucio capazo de albañil y una lata de café llena de clavos oxidados. ¡Allí! ¿Dónde? Dos estuches de Mattel. Uno con el conjunto «Ejecutiva», enérgico traje de oficina en blanco y negro, chaqueta tres cuartos y falda plisada, chaleco rojo, guantes, zapatos y sombrero a juego incluidos. El otro, «Sweet Dreams», una camisa de dormir de ensueño, plisada, rosa y blanca, con un salto de cama entonado, zapatillas bordeadas de encaje, cepillo del cabello y espejo de mano incluidos. ¿Cuánto valen? Por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, hasta que dicen está bien.
   Tú y yo, por fuera, canturreamos y damos saltitos, pero por dentro lo que damos son aullidos y saltos mortales. Hasta que en el siguiente puesto de venta, junto a cajas de bizcochos y cepillos de baño de color naranja brillante, y guantes de goma y un juego de llaves inglesas, y ramilletes de flores hechas de plumas, y anaqueles de vidrio para las toallas, y estropajos de acero, y discos de Alvin y los Chipmunks, ¡allí! ¡Y allí! ¡Y allí! ¡Y allí! ¡y allí! ¡y allí! ¡y allí! La Barbie Que Dobla Las Rodillas con su nuevo corte de pelo a lo paje. Midge, la mejor amiga de Barbie. Ken, el novio de Barbie. Skipper, la hermana pequeña de Barbie. Tutti y Todd, los gemelitos, hermano y hermana de Barbie y Skipper. Scooter y Ricky, los amigos de Skipper. Alan, el compañero de Ken. Y Francie, la prima MODerna de Barbie.
   Todo el mundo vende hoy juguetes, todos ellos juguetes estropeados por el agua y que huelen a humo. Porque un gran almacén de juguetes de Haisted Street se incendió precisamente ayer (¿lo ves allí?) y todavía sale humo, que se desvanece hacia la autopista de Dan Ryan. Y ahora hay en Maxwell Street una gran liquidación de artículos dañados, hoy, único día.
   Así que nada importa que no consiguiéramos nuestra nueva Barbie Que Dobla Las Rodillas y nuestros Midge y Ken y Skipper y Tutti y Todd y Scooter y Ricky y Alan y Francie en lindos estuches limpios y tuviéramos que comprarlos en Maxwell Street mojados y tiznados. Nada importa que nuestras Barbies huelan a humo cuando te las acercas a la nariz, incluso después de haberlas lavado y lavado y lavado. Y si la muñeca más guapa de todas, Francie, la prima MODerna de Barbie, la de pestañas auténticas, cepillito de pestañas incluido, tiene el pie izquierdo un poco derretido, ¿qué pasa? La vistes su nuevo ajuar «Prom Pinks», de satén espléndido, manto a juego, cinturón dorado, bolso y diadema para el cabello incluidos, y mientras tú no le levantes la falda, ¿entiendes?, nadie se va a enterar.


SANDRA CISNEROS, Érase un hombre, érase una mujer, Ediciones B, Barcelona, 1992, pp.
35-37.
&

martes, 22 de octubre de 2013

ARGUMENTO PARA UN PUEBLO DE VERDUGOS, Gabriel Jiménez Emán


ARGUMENTO PARA UN PUEBLO DE VERDUGOS

   Un hombre inocente es condenado a muerte por un pueblo. El tribunal decide hacerlo decapitar a la vista de todos.
   En el momento de la ejecución, el verdugo se siente culpable y se lo dice al pueblo. El pueblo, alarmado y confuso, propone decapitar al verdugo.
   De la misma forma el nuevo verdugo, en el momento de decapitar al antiguo verdugo, se siente culpable y se lo dice al pueblo.
   Así, ya no parece quedar nadie más en el pueblo que se atreva a ser verdugo de verdugos inocentes.
   Por fin, un hombre se ofrece voluntariamente a hacer de verdugo, y en el momento de la ejecución desvía el hacha hacia la cabeza del gobernador y lo decapita en nombre del pueblo.
   El valeroso hombre resulta ser después hermano del primer hombre inocente, que es a su vez el único verdugo culpable.

GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN, Los dientes de Raquel y otros textos breves, Monte Ávila, Caracas, 1993, p. 69.

lunes, 21 de octubre de 2013

COMEDIA EN EL HADES, Raquel Vázquez


COMEDIA EN EL HADES

Tú te adentras hacia el último viaje.
Yo, disfrazada de Caronte, remo
y te escucho. Me esfuerzo por grabar
en la madera el timbre de tus frases
y silencios, intento que tus ojos
desnuden muy despacio el Aqueronte,
pero Cronos tampoco aquí se acuerda
de interceder por mí.
Sigo remando.
Llegamos a la orilla
y con educación y un frío óbolo
sin dolor te despides de mí ya para siempre.

RAQUEL VÁZQUEZ, Luna turbia, Torremozas, Madrid, 2013, p. 53.
&

domingo, 20 de octubre de 2013

MAKECH, Adriana Azucena Rodríguez



MAKECH

   La joya terrible de los mayas despojados de dioses, la pesadilla de Gregorio Samsa: el escarabajo decorado de bisutería y sujeto de una cadenita y un alfiler para prenderlo al regazo de quien tiene valor para engalanarse con él. Una mujer de alto rango se obsesionó por un hombre casado, un militar que aceptó sus favores para abandonarla en cuanto terminó la revuelta de unos indios. La despechada acudió a un brujo que le encomendó ir ataviada con sus mejores joyas para realizar el hechizo que calmaría sus deseos de amor y venganza. La transformó en esta alhaja viviente y monstruosa, la hizo llegar al pecho del amante y así ella pudo estar cerca de su corazón los escasos días que duran los insectos.

ADRIANA AZUCENA RODRÍGUEZ, Postales (Mini-hiper-ficciones), México, Fósforo-Inba, 2013, p. 72.
&

sábado, 19 de octubre de 2013

LA FELICIDAD, Rogelio Echevarría


LA FELICIDAD

Hay miríadas de seres en el Universo
que son felices —y no te conocen.

Millones de personas en la Tierra
son felices —e ignoran que existes.

Muchos también te han visto
y son felices sin amarte.

Y algunos que te amaron
disfrutan de un feliz olvido.

¿Por qué, pues, soy yo el único hombre
para quien tú eres toda la felicidad en el mundo?

ROGELIO ECHEVARRÍA, El transeúnte, Norma, Bogotá, 2000.

&
Man Ray

viernes, 18 de octubre de 2013

[GRACIAS SEÑOR...], R.D. Laing


SONETO 28

Gracias Señor por hacer que unos pocos privilegiados
puedan respirar sin haber de elegir entre perder la vida
o envilecerse penosamente ante aquellos
que han aprendido a discutir con un cuchillo afilado en las manos.

A nadie se la ha garantizado
que todo dogma haya de fundirse,
lo que para ti comienza, puede haber terminado para mí,
puede ser una cosa u otra, no más o menos.

Hemos de recordar para no olvidar:
debemos estar equivocados, aunque tengamos razón,
si las buenas intenciones son las señas para sumergir
el mundo en llamas y encenderlo con nuestra luz.

¡Sí! Todos los infinitos están contenidos en Uno.
Ahórranos las matemáticas del revólver.


R. D. LAING, Sonetos y aforismos, Crítica, Barcelona, 1982, p. 71.
&
AM ARTWOOD

jueves, 17 de octubre de 2013

[EL PROBLEMA...], Roger Wolfe

 


   El problema de declararle la guerra a la vida es que luego te puedes encontrar con que deseas firmar la paz pero la vida no quiere saber nada absolutamente del asunto.

&
 

miércoles, 16 de octubre de 2013

CAZADOR DE PATOS , Juan Pablo Roncone


CAZADOR DE PATOS

  1. La carretera es una línea recta. Cristóbal conduce en silencio. Es enero y viajamos al sur. La abuela de Cristóbal tiene una casita en San Ramón. El sol aún no se esconde. Me duele la espalda. Cristóbal es delgado y de facciones angulosas. Lleva una polera celeste y jeans.
  2. El padre de Cristóbal murió hace dos semanas. Se pegó un tiro en la cabeza.
  3. Cristóbal conoció a su padre a los dieciocho años. Ahora tiene diecinueve. Nunca vivieron juntos.
  4. Cristóbal estudia literatura y yo derecho. Compartimos el gusto por las novelas de Céline y los cuentos de Joyce, la ópera italiana del siglo diecinueve, las mujeres difíciles y el fútbol. Pero diferimos al menos en tres puntos: Cristóbal no cree en Dios, es extremamente disciplinado y piensa que Godard es mejor que Truffaut.
  5. El cielo es naranja. ¿Tienes hambre?, pregunta Cristóbal. Un camión viejísimo nos adelanta. Paremos en la bencinera, digo. Abro una cerveza. Está caliente. El líquido desciende lentamente por mi garganta. Cristóbal estaciona el auto detrás de un camión. Nos bajamos. Hace calor. Caminamos hasta un restaurante, a unos cincuenta metros de la bomba de bencina. Entramos y nos instalamos cerca del bar.
  6. No me gusta dejar Santiago durante las vacaciones. Prefiero dedicarme a escribir y escuchar musica. Pero esta vez la situación era distinta: el padre de Cristóbal murió, y aunque apenas se conocían, pensé que sería bueno acompañar a mi amigo a San Ramón.
  7. No hay muchas personas en el restaurante. Nuestra mesa da a un enorme ventanal. Puedo ver el Toyota blanco de Cristóbal. En el televisor, cerca del bar, dan una película de karatekas. Una mujer gorda mira embobada la pantalla. Tiene cara de rana y ojos café.
  8. Mi padre cazaba patos, dice Cristóbal. Los karatekas de la película se muelen a golpes. Hay un ambiente de penumbra en el restaurante.
  9. Un mozo nos trae la carta. Una botella de pisco, hielo, una coca-cola grande y papas fritas, dice Cristóbal. Enciendo un cigarrillo.
  10. Recuerdo algo que no tiene mucho sentido. La niña que me gusta dejo de acercárseme, según ella, porque solo hablo de opera. Me has contado un millón de veces el final de Peter Grimes, solía decir. Es probable que mis padres y mi hermana piensen lo mismo.
  11. Cristóbal le echa ketchup a sus papas fritas. Bebemos en silencio.
  12. El humo del cigarrillo se mueve entre nosotros. Mi padre se voló los sesos con la escopeta de caza, dice Cristóbal, y muerde una papa frita. La mujer gorda con cara de rana voltea la cabeza y nos mira detenidamente. Luego regresa a la película de karatekas.
  13. Desde que salimos de Santiago, hoy en la mañana, hemos tomado cuatro litros de cerveza. Pero a Cristóbal siempre le ha gustado más el pisco.
  14. Hace muchos años, en el colegio, tuve un compañero de curso que aseguraba tener largas conversaciones con el espíritu de Jimi Hendrix. Una noche, muy tarde, me llamó por teléfono y me dijo que Hendrix estaba en su casa tomando pisco. Y yo le creí.
  15. No sabemos por qué se mato, tartamudea Cristóbal, no había ningún motivo. Afuera, la noche ya inundó la carretera y los cerros. No sé si lo alcancé a querer, concluye.
  16. Imagino a Cristóbal en un bosque espeso. Tiene un gorro de caza y al hombro lleva la escopeta de su padre.
  17. Tengo la escopeta en el auto, dice Cristóbal. Me sirvo otra piscola. ¿Hablas en serio? Si, responde, la traigo porque en San Ramón hay patos. Aplasto mi cigarrillo en el cenicero. ¿Quieres verla?, me pregunta.
  18. Acabamos rápidamente tres cuartas partes de la botella. Cuando me levanto, me doy cuenta de que el alcohol hizo efecto. Casi al mismo tiempo, Cristóbal sonríe y me dice que está borracho. “Ayúdame a ponerme en pie.” Lo tomo de un brazo y lo atraigo hacia mí. Primero un pie y después el otro, digo. La mujer con cara de rana bosteza.
  19. Salimos del restaurante abrazados con un solo brazo, para no tropezar. Un perro ladra. Llegamos con dificultad al Toyota. Las luces de la bencinera nos iluminan. El restaurante se ve mucho más chico desde afuera. Cristóbal introduce la llave con dificultad, la gira y abre la maletera.
  20. Ahí esta, dice, y señala la escopeta. El arma descansa sobre un paño amarillo. Es bonita, digo por decir algo, yo no sé nada sobre escopetas. El perro continúa ladrando. La mujer con cara de rana nos observa por el ventanal. Distingo apenas su figura. El mozo está junto a ella. Tomo la escopeta. Es pesada y fría. Cristóbal tapa el cañón con un dedo.
  21. Una nube avanza sobre nosotros. Es una nubecita gris y espumosa.
  22. Cristóbal guarda la escopeta y cierra la maletera.
  23. Miro hacia el restaurante. La mujer con cara de rana y el mozo ya no están. El perro deja de ladrar. Subimos al auto.
JUAN PABLO RONCONE, Hermano ciervo, Marbot, Barcelona. 2013, pp. 89-93.

martes, 15 de octubre de 2013

PARA OBJETOS SOLAMENTE, Mario Benedetti


PARA OBJETOS SOLAMENTE

Las cosas tienen un ser vital. [Rubén Darío]

   Por el momento nadie entra en la habitación, pero, si alguien entrara, o, mejor aún, si sólo penetrara una mirada, sin tacto, sin gusto, sin olfato, sin oído, sólo una mirada, y decidiera fríamente hacer un ordenado inventario visual de sus objetos, comenzando, digamos, por la derecha, lo primero que habría de encontrar sería un amplio sofá, forrado de terciopelo verde oscuro, ya bastante deteriorado y con dos quemaduras de cigarrillo en el borde del respaldo. Sobre el sofá hay un montón de diarios y revistas, pero la hipotética mirada sólo estaría en condiciones de ver la revista que está arriba de todo, es decir un ejemplar no demasiado nuevo de Claudia, y a lo sumo conjeturar, gracias a las características especiales de su tipografía, que el trozo de periódico que asoma por debajo de otros diarios, aunque no incluye ningún título ni indicación directa, puede pertenecer a BP-Color. También sobre el sofá, a unos treinta centímetros de los diarios y revistas, hay un libro boca abajo, con un cortapapeles metido entre sus primeras hojas. En uno de los ángulos hay una mancha verdosa, con varios granitos más oscuros, como de yerba. En la pared que está detrás del sofá hay un almanaque de la Panadería La Nueva. La hoja que está a la vista es de noviembre 1965 y tiene dos anotaciones hechas con bolígrafo azul, y una más con bolígrafo rojo. Las azules corresponden al día 4 (Beatriz, 15.30) y al día 13 (M. ¿O.K.? OK); la roja está en la línea del día 19 (Ensayo gral.) El sofá llega hasta la segunda pared. Junto al tramo inicial de la misma hay una banqueta de madera con un cenicero repleto de puchos, todos torcidos de la misma manera y sin manchas de carmín. Más allá está un ropero de roble, modelo antiguo pero todavía en buenas condiciones, sin espejo exterior, con una hoja cerrada y otra abierta. Por el espacio que deja la hoja abierta puede distinguirse ropa de hombre, prolijamente colgada de sus perchas: un impermeable gris, un gabán de cuello amplio, varios sacos que quizá sean trajes completos, ya que los pantalones o chalecos pueden estar ocultos bajo los sacos. El ropero tiene tres cajones, todos cerrados, aunque del tercero surge un pliegue blanco de ropa, que presumiblemente corresponde a una camisa. En el suelo, junto a una de las patas del ropero, hay un papel irregularmente rasgado, algo así como la mitad de una hoja de carta, color crema, que alguien hubiera partido en dos. Está escrito con una letra menuda y muy pareja, de curvas suaves, con los puntos de las jotas y las íes muy por encima de su ubicación clásica. Si la mirada quisiera detenerse a leer, podría comprobar que las palabras, y trozos de palabras, que contiene el papel, son los siguientes:

   
   Después del ropero, casi sin espacio que los separe, hay una mesita de pino, sin cajones, con una portátil negra, un despertador chico, de cobre, un block de notas en cuya primera página hay sólo una palabra (chau), dos bolígrafos de la misma marca y un portarretrato con la fotografía de una mujer joven que en el ángulo inferior derecho tiene una leyenda: A Fernando, con fe y esperanza, pero sin caridad. Beatriz. Junto a la mesita, una cama (tendida, una placa, de bronce) cuya cabecera se apoya en la segunda pared, el flanco derecho sigue la línea de la pared tercera. La colcha blanca cubre también la almohada. Sobre la colcha blanca, tres objetos: un encendedor, un cepillo de ropa, un programa de teatro doblado en dos. Sólo está a la vista la mitad inferior, donde consta el reparto: Vera: Amanda Blasetti. Jacinto: Fernando Montes. Octavio: Manuel Solano. Rita: María Goldman. Ernesto: Benjamín Espejo. Debajo de la cama, un par de mocasines marrones. En el rincón que forman la tercera y la cuarta pared, hay un tocadiscos. Sobre el plato, un disco de doce pulgadas, detenido no obstante, si la mirada quisiera detalles, podría comprobar que se trata del volumen III del álbum de Bessie Smith. Debajo del tocadiscos, un casillero con varios álbumes, pero en sus lomos sólo constan números romanos, y además no están en orden. Junto al mueblecito hay una alfombra (medida aproximada: un metro por setenta y cinco centímetros) de lana marrón con franja negra. Sobre ella está depositado el sobre de cartón correspondiente al disco de Bessie Smith. A esta altura, a la mirada le quedarían apenas tres objetos para completar el inventario. El primero es una cocinita a gas, de dos hornillas. No hay nada sobre ellas. Una de las hornillas tiene la llave hacia la izquierda; la otra, hacia la derecha. El segundo objeto es un cuerpo humano, totalmente inmóvil. Es un muchacho. Pelo oscuro, la nuca apoyada en un almohadoncito. Tiene puestas sólo dos prendas. Un short azul claro, y, en el cuello (suelto, sin anudar), un pañuelo rojo de seda. Los ojos están cerrados. No hay el menor movimiento, ni en las fosas nasales ni en la boca. El tercer y último objeto es un trozo de papel color crema, algo así como la mitad de una hoja de carta que alguien hubiera partido en dos, escrito con una letra menuda y muy pareja, de curvas suaves y con los puntos de las jotas y las íes muy por encima de su ubicación clásica. Si la mirada quisiera detenerse a leer, comprobaría que las palabras, y los trozos de palabras, que contiene el papel, son los siguientes:




MARIO BENEDETTI, La muerte y otras sorpresas, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1987. 

lunes, 14 de octubre de 2013

TESIS SOBRE EL CUENTO, Ricardo Piglia


TESIS SOBRE EL CUENTO

I

   En uno de sus cuadernos de notas Chéjov registra esta anécdota: «Un hombre, en Montecarlo, va al Casino, gana un millón, vuelve a su casa, se suicida.» La forma clásica del cuento está condensada en el núcleo de ese relato futuro y no escrito.
   Contra lo previsible y convencional (jugar-perder-suicidarse) la intriga se plantea como una paradoja. La anécdota tiende a desvincular la historia del juego y la historia del suicidio. Esa escisión es clave para definir el carácter doble de la forma del cuento.
   Primera tesis: Un cuento siempre cuenta dos historias.

RICARDO PIGLIA, Formas Breves, Anagrama, Barcelona, 2000.

domingo, 13 de octubre de 2013

sábado, 12 de octubre de 2013

SONETO SOLUBLE, Juan Carlos Mestre



SONETO SOLUBLE

La poesía no es el pararrayos de las lamentaciones
La poesía una chica descarada el mostrador donde se expende mal vino
La poesía nido en el avellano boca de niño que empuja la carretilla de agua salada
La poesía son los tontos galanes con los cordones desabrochados
La poesía estufa de frío iceberg cabeza caliente con barba de perro de aguas
La poesía descacharrada una araña en la leche otro espejo roto por los nervios
La poesía de solapas subidas el inspector de langostas cae en la trampa
La poesía tiro al pichón azucarillo de ojos negros
La poesía aceita los tulipanes excita la fabricación de golondrinas de mar
La poesía tiene ahorros primaverales piernas salvajes un castillo de naipes bajo la manga
La poesía soporta los labios sin cuartel como las casetas de la playa al perseverante obstinado machacón océano
La poesía del día a día se da de codazos con los periódicos
La poesía nocturna que vende desde lejos las intenciones dobles
La poesía es un preparado de marca inventado por un vendedor de trenes de bolsillo en el que la profesora lleva a los escolares a cosas perdidas de vista con un cepillo de iglesia bajo el brazo y una sombrilla bordada de piojos en una botella de náufrago
La poesía os lo repito yo tiene más cuento que Carracuca dios te perdone si meto la pata

JUAN CARLOS MESTRE, La bicicleta del panadero, Calambur, Madrid, 2012, p. 336.

viernes, 11 de octubre de 2013

[HACER MÚSICA CONTEMPORÁNEA...], Ricardo Piglia





   Hacer música contemporánea es enfrentar las máximas dificultades con las mínimas defensas y en condiciones de extremo aislamiento. La naturaleza no referencial de la música hace ver con claridad lo que no siempre es visible en otras
artes. La música debe más a la tradición musical que a cualquier otra experiencia y esa tradición a veces actúa como un legado que paraliza toda innovación.


RICARDO PIGLIA, "Retrato del artista", Formas breves, Anagrama, Barcelona, 2000, p. 44.


***
En Retrato del artista Piglia glosa la figura de Gerardo Gandini.











jueves, 10 de octubre de 2013

GRAN FINAL, Adolfo Bioy Casares



GRAN FINAL

El viejo literato dijo a la muchacha que en el mo­mento de morir él quería tener un último recuer­do de lujuria.

ADOLFO BIOY CASARES
&
Harold_Cazneaux

miércoles, 9 de octubre de 2013

LA BAILARINA, Patricia Highsmith



LA BAILARINA

   Bailaban maravillosamente juntos, evolucionando de un lado a otro de la pista a los eróticos ritmos del tango, a veces del vals. A la edad de veinte y veintiún años, respectivamente, Claudette y Rodolphe se hicieron amantes. Quisieron casarse, pero su empresario consideró que resultaban más excitantes para los clientes si no estaban casados. Así que permanecieron solteros.
   La sala de fiestas donde trabajaban se llamaba «El Rendez-vous» y era conocida entre cierta clientela de hombres maduros y gastados como una cura eficaz contra la impotencia. Basta con ir a ver bailar a Claudette y Rodolphe, decían todos. Los periodistas, intentando poner un poco de picante en sus columnas, describían su número como sadomasoquista, porque a menudo parecía que Rodolphe iba a estrangular a Claudette. La asía por la garganta y avanzaba, doblándola hacia atrás, o retrocedía —daba igual— manteniendo su presa, sacudiéndola a veces por el cuello, de tal modo que su pelo se agitaba furiosamente. El público contenía el aliento, suspiraba y los contemplaba fascinado. La batería de la banda de tres músicos sonaba más alta e insistente.
   Claudette dejó de acostarse con Rodolphe porque pensaba que la privación estimularía su apetito. Le resultaba fácil excitar a Rodolphe mientras bailaba con él, para luego abandonarle con un movimiento brusco, haciendo mutis acompañada por los aplausos y, en ocasiones, las risas de los espectadores. Bien ajenos estaban al hecho de que le abandonaba de verdad.
   Claudette era caprichosa y no tenía verdaderos planes, pero empezó a salir con un hombre barrigudo llamado Charles, de buen carácter, generoso y rico. Hasta se acostó con él. Charles aplaudía con fuerza cuando Claudette y Rodolphe bailaban, él rodeando con sus manos el grácil cuello blanco, ella doblada hacia atrás. Charles podía permitirse el lujo de reír. Se la iba a llevar a la cama luego.
   Como sus ganancias iban unidas, Rodolphe le planteó el asunto a Claudette: o dejaba de ver a Charles o él no volvería a actuar con ella. O, por lo menos, no actuaría con las manos alrededor de su garganta, como si fuera a ahogarla en un exceso de pasión, que era lo que venían buscando los clientes. Rodolphe lo decía en serio, así que Claudette prometió no acostarse más con Charles. Cumplió su promesa. Charles se distanció; raras veces se le veía por «El Rendez-vous»; en esas ocasiones andaba triste y abatido y, finalmente, no volvió más. Pero Rodolphe se fue dando cuenta poco a poco de que Claudette estaba viéndose con dos o tres hombres. Empezó a dormir con ellos y el negocio prosperó más que con el rico Charles, quien, después de todo, era un solo hombre, con sólo un grupo de amigos a los que poder traer a «El Rendez-vous».
   Rodolphe le pidió a Claudette que terminara con los tres. Ella se lo prometió. Sin embargo, ellos, o sus mensajeros con noticias y flores, continuaron frecuentando el camerino todas las noches.
   Rodolphe, que no había pasado una noche con Claudette desde hacía ya cinco meses, pero cuyo cuerpo se apretaba contra el suyo cada noche ante los ojos de doscientas personas… Rodolphe bailó un tango magnífico una noche. Se apretó contra ella como de costumbre y ella se inclinó hacia atrás.
   —¡Más! ¡Más! —gritó el público, hombres en su mayoría, cuando las manos de Rodolphe oprimían la garganta de ella.
   Claudette siempre fingía sufrir, amar a Rodolphe y sufrir a manos de su pasión durante la danza. Esta vez no se levantó cuando la soltó. Ni él la ayudó, como solía hacer. La había estrangulado, con tanta fuerza que ella no pudo gritar. Rodolphe salió del pequeño escenario y dejó a Claudette allí para que otros la recogieran.

PATRICIA HIGHSMITH, Pequeños cuentos misóginos, Alfaguara, Madrid, 1984.
&
Henri Matisse

martes, 8 de octubre de 2013

UN AVIADOR IRLANDÉS PREVÉ SU MUERTE, William Butler Yeats



UN AVIADOR IRLANDÉS PREVÉ SU MUERTE

Estoy seguro de encontrar mi fin
en un alto lugar sobre las nubes;
odio no tengo a aquellos que combato,
amor no tengo a aquellos que defiendo;
Kiltartan Cross es mi patria, los pobres
de Kiltartan mis compatriotas, nada
seguramente cambiará para ellos,
ni más pobre serán ni más felices.
No me obligó a luchar deber ni ley,
ni hombres públicos ni encendidas masas;
un solitario afán de plenitud
llevó a este fragor entre las nubes:
todo lo sopesé, recordé todo,
los años venideros parecían
un gasto de saliva en balde, un gasto
de saliva en balde los años idos
al lado de esta vida, de esta muerte.

WILLIAM BUTLER YEATS, Poesía reunida, Pre-Textos, Valencia, 2010, p. 345.

Traductor: Antonio Rivero Taravillo

lunes, 7 de octubre de 2013

ALIVIO ESPANTOSO, Gertrude Stein






ALIVIO ESPANTOSO

   No encontraron una bolsa que se habían olvidado y no sólo se la quitaron sino que se la llevaron. Se demostró que el lugar había quedado muy parecido a como estaba la vez anterior. Algo no se intercambió, en modo alguno, algo quedó olvidado. Y el resto se dilapidó.

GERTRUDE STEIN, Botones blandos, Abada, Madrid, 2011, p. 42.
&
Momo

domingo, 6 de octubre de 2013

[EL FRUTO ES CIEGO...], René Char


El fruto es ciego. Es el árbol quien ve.



RENÉ CHAR, Las hojas de Hipnos, Visor, Madrid, 1973.
&

sábado, 5 de octubre de 2013

[MI MADRE ME AJUSTA EL CUELLO...], César Vallejo


Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar.

César Vallejo

viernes, 4 de octubre de 2013

EL ELEFANTE HABLADOR, Sir Thomas Browne & Salvador Retana


EL ELEFANTE HABLADOR

   Hay elefantes que han escrito frases enteras, como Eliano cuenta por haberlo visto, y que también han hablado, como narran Opiano y Cristóbal a Costa, y aunque suene al caballo de Aquiles en Homero, esto no nos parece imposible. Además de poseer claro razonamiento, este animal no carece, como otros cuadrúpedos, de la capacidad física de aprender a hablar, o de imitar el habla como lo hacen ciertas aves. Es extraño cómo la curiosidad de los hombres de hoy, tan activa en la instrucción de las bestias, no haya cedido a este artificio, y entre tantas paradojas y simulacros, no haya tratado de enseñar a un elefante a hablar.

Sir Thomas Browne, Pseudodoxia Epidemica, Londres, 1646.


SALVADOR RETANA & ALBERTO MANGUEL, Bestiario, Casariego, Madrid, 2005, p. 128.

jueves, 3 de octubre de 2013

PREGUNTAS Y RESPUESTAS


Del príncipe de Joinville a la actriz Rachel Félix:


“¿Dónde? ¿Cuándo? Cuánto?

De Rachel Félix al príncipe de Joinville:

“Tu casa. Esta noche. Gratis.”

ALBERTO MANGUEL, Breve tratado de la pasión, Lumen, Barcelona, 2008, p. 42.

miércoles, 2 de octubre de 2013

EFECTOS DE LA FALTA DE SUEÑO, Rodolfo Modern



EFECTOS DE LA FALTA DE SUEÑO

   "Daría mis riquezas a cambio de poder dormir bien todas las noches", dijo el opulento comerciante Huan, que padecía insomnio. "Y yo —contestó el mendigo Sung— preferiría ser rico a tener que soñarlo todas las noches".  

Rodolfo Modern
 &
Monica Boyle

RAÚL BRASCA & LUIS CHITARRONI, Antología del cuento breve y oculto, Sudamericana, Buenos Aires, 2001, p. 137.

martes, 1 de octubre de 2013

[CUANDO SE MIRA LOS OJOS DEL GATO...], Ramón Gómez de la Serna & David Vela





Cuando se mira los ojos del gato durante el día parece que se les ha quedado encendida la luz de la alcoba.



DAVID VELA & RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA, Bestiario de greguerías, Acuf, Madrid, 2007, página 20.