miércoles, 23 de octubre de 2013

BARBIE-COA, Sandra Cisneros


BARBIE-COA

para Licha



   La tuya es la de ojos malignos y cola de caballo. Bañador listado, tacones de aguja, gafas de sol y pendientes de aros de oro. La mía es la del cabello en borbolla. Bañador rojo, tacones de aguja, pendientes de perlas y un armazón de alambre. Pero es todo lo que podemos tener, además de un ajuar extra cada una. El tuyo, «Red Flair», un refinado traje chaqueta línea A con un sombrero estilo Jackie Kennedy, pequeño, redondo y sin alas, guantes blancos, bolso y zapatos de tacón incluidos. El mío, «Solo in the Spotlight», noche de gala, corpiño negro reluciente, sin tirantes, y falda que se ensancha por abajo como una cola de sirena, largos guantes de ceremonia, chal de gasa color rosa y micrófono incluido. De tanto vestir y desnudar, el corpiño negro se ha gastado por la parte donde apuntan las tetitas. Esto y un vestido que inventamos con un calcetín viejo abriéndole agujeros aquí y aquí y aquí y arrollándole el puño para darle un aire sexy y atrevido, de hombros desnudos.
   La historia siempre es la misma. Tu Barbie es compañera de cuarto de mi Barbie, y el novio de mi Barbie viene y tu Barbie se lo birla, ¿correcto? Besos besos besos. Luego las dos Barbies se pelean. ¡Tonta, estúpida, es mío! ¡Vamos, apestosa, qué va a ser tuyo! Sólo que Ken es invisible, ¿entendido? Porque no tenemos dinero para ese muñeco que es un chico con cara de imbécil y las dos preferiremos pedir un ajuar nuevo para Barbie cuando llegue Navidad. Así que salimos del paso con tu Barbie de ojos malignos y mi Barbie de cabello en borbolla y nuestro único ajuar cada una, aparte el vestido-calcetín.
   Hasta el domingo siguiente, cuando paseamos por el mercadillo de cosas de segunda mano que ponen en Maxwell Street, y de pronto, ¡allí!, expuestas en la calle cerca de unas herramientas viejas, unos zapatos de plataforma con los tacones completamente chafados y una papelera de color verde fluorescente y unas hojas de papel de aluminio, unos tapacubos de automóvil, una esterilla de borra violácea, unas gomas de limpiaparabrisas y un sucio capazo de albañil y una lata de café llena de clavos oxidados. ¡Allí! ¿Dónde? Dos estuches de Mattel. Uno con el conjunto «Ejecutiva», enérgico traje de oficina en blanco y negro, chaqueta tres cuartos y falda plisada, chaleco rojo, guantes, zapatos y sombrero a juego incluidos. El otro, «Sweet Dreams», una camisa de dormir de ensueño, plisada, rosa y blanca, con un salto de cama entonado, zapatillas bordeadas de encaje, cepillo del cabello y espejo de mano incluidos. ¿Cuánto valen? Por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, hasta que dicen está bien.
   Tú y yo, por fuera, canturreamos y damos saltitos, pero por dentro lo que damos son aullidos y saltos mortales. Hasta que en el siguiente puesto de venta, junto a cajas de bizcochos y cepillos de baño de color naranja brillante, y guantes de goma y un juego de llaves inglesas, y ramilletes de flores hechas de plumas, y anaqueles de vidrio para las toallas, y estropajos de acero, y discos de Alvin y los Chipmunks, ¡allí! ¡Y allí! ¡Y allí! ¡Y allí! ¡y allí! ¡y allí! ¡y allí! La Barbie Que Dobla Las Rodillas con su nuevo corte de pelo a lo paje. Midge, la mejor amiga de Barbie. Ken, el novio de Barbie. Skipper, la hermana pequeña de Barbie. Tutti y Todd, los gemelitos, hermano y hermana de Barbie y Skipper. Scooter y Ricky, los amigos de Skipper. Alan, el compañero de Ken. Y Francie, la prima MODerna de Barbie.
   Todo el mundo vende hoy juguetes, todos ellos juguetes estropeados por el agua y que huelen a humo. Porque un gran almacén de juguetes de Haisted Street se incendió precisamente ayer (¿lo ves allí?) y todavía sale humo, que se desvanece hacia la autopista de Dan Ryan. Y ahora hay en Maxwell Street una gran liquidación de artículos dañados, hoy, único día.
   Así que nada importa que no consiguiéramos nuestra nueva Barbie Que Dobla Las Rodillas y nuestros Midge y Ken y Skipper y Tutti y Todd y Scooter y Ricky y Alan y Francie en lindos estuches limpios y tuviéramos que comprarlos en Maxwell Street mojados y tiznados. Nada importa que nuestras Barbies huelan a humo cuando te las acercas a la nariz, incluso después de haberlas lavado y lavado y lavado. Y si la muñeca más guapa de todas, Francie, la prima MODerna de Barbie, la de pestañas auténticas, cepillito de pestañas incluido, tiene el pie izquierdo un poco derretido, ¿qué pasa? La vistes su nuevo ajuar «Prom Pinks», de satén espléndido, manto a juego, cinturón dorado, bolso y diadema para el cabello incluidos, y mientras tú no le levantes la falda, ¿entiendes?, nadie se va a enterar.


SANDRA CISNEROS, Érase un hombre, érase una mujer, Ediciones B, Barcelona, 1992, pp.
35-37.
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