lunes, 22 de septiembre de 2025

[SE PUEDE MUY BIEN VIVIR...], Christian Bobin




Se puede muy bien vivir una vida que uno no vive.

Se pude soportar indefinidamente lo que uno no soporta. 

 

 

CHRISTIAN BOBIN, Corazón de nieve, El Gallo de Oro, Bilbao, 2023, p. 22. 

&

Muntean & Rosenblum 

LITERATURA Y CANON DE BELLEZA

 


DEFINICIÓN DE LITERATURA

   Si a una persona se le encomienda la tarea de buscar literatura, lo esperable es que no pierda mucho tiempo en dirigirse a una librería.

   Es frecuente pensar que la literatura sólo está contenida en los libros, cuando, la literatura conoce, en la actualidad (y siempre ha conocido), múltiples soportes: los muros pintados desde 1996 por Acción Poética, las paredes o los contendores de basura sobre los que escribe Neorrabioso, los guiones radiofónicos, de películas o series de Televisión, canciones (rap, hip hop, rock...), periódicos, discursos o, incluso, algunas conversaciones en las que los interlocutores privilegien la belleza del lenguaje.

   Además, conviene recordar que la literatura es anterior a la aparición de la imprenta e incluso a la escritura, como evidencia el hecho de que los pueblos ágrafos atesoren —también nuestros antepasados analfabetos— repertorios de canciones, relatos, leyendas u oraciones.

   En suma, podemos afirmar que la literatura existe desde tiempos inmemoriales, desde el momento en el uso del lenguaje, —tal vez litúrgico (recitar y rezar proceden de recitāre citar de nuevo)—, pesó más que el contenido del mensaje, la forma, bella y memorable, que adoptaban las palabras.

   ¿Qué define a la literatura?
   La literatura es un arte, por lo tanto procura la belleza.
   Ante una obra literaria (como ante cualquier obra de arte) el espectador disfruta, en primer lugar, una «experiencia estética» y, en segundo lugar, es posible que llegue la «experiencia intelectual».
Aristóteles y Platón denominan estética (griego «aisthētikē», latín «aesthetica») a la capacidad de percibir la belleza. El lector, durante la lectura o escucha, podrá mostrarse bien indiferente o bien percibirá la fealdad o la belleza del texto en sí.
   Posteriormente podrá llegar la fase intelectual en la que el lector manifestará su comprensión parcial o total de la obra en sí.
   Es probable que en nuestras lecturas, escuchas o visionados de obras literarias disfrutemos con obras que lleguen a decepcionarnos cuando intentemos racionalizar lo contemplado y, por supuesto, habrá grandes obras literarias que nos resulte costoso gozar durante la lectura, pero que aporten mucho valor a nuestra comprensión de mundo.
 
   Todas las manifestaciones artísticas, también la literatura, están condicionadas por un mutante canon de belleza.
   Esta medida varía por diversos motivos: el tiempo, el espacio y el factor social (individuo frente a sociedad).
 
a) el factor «tiempo»
 
   Si reparamos en el paso del tiempo, es fácil advertir que antaño merecían la consideración de literatura formas como las hagiografías (biografías de santos) o libros de oraciones, que no gozarán ahora de esa sanción en un mundo que, aunque judeocristiano, propende al agnosticismo y al ateísmo.
   También es evidente que ahora consideramos literatura, manifestaciones estéticas que no existían en el pasado (cine, videoclip, novela gráfica, videojuego...) o que no merecían esa consideración cultural.
   Siempre existieron formas narrativas hiperbreves, pero será a principios del siglo XXI cuando el microrrelato adquiera estatuto de cuarto género narrativo. También siempre la literatura ha abierto la puerta al erotismo, pero solo a partir de los años 60 del siglo XX (Henry Miller, Anaïs Nin, D.H. Lawrence...) obtiene el respeto del que goza en la actualidad la novela erótica, que, junto a la novela negra, ya no son consideradas manifestaciones degradadas de cultura popular, pues, desde la posmodernidad —principios de los años 80 del siglo XX— ya no existe semejante frontera entre cultura de élite y cultura popular, como demuestran las producciones cinematográficas de Quentin Tarantino, Umberto Eco, o la elevadísima calidad literaria de las series de televisión como la shakespeariana Breaking Bad, Chernobil o La casa de papel. Las buenas series de televisión son tal vez otra gran aportación del siglo XXI a un canon que ya se había visto ampliado cuando una de las entidades prescriptoras de mayor prestigio internacional, la sueca Fundación Nobel, concedió en 2015 el Nobel de Literatura a la periodista bielorrusa  Svetlana Alexiévich y un año después al cantante Bob Dylan.
Ambos autores no habían publicado libros.
 
b) el factor «espacio»
   
   No debe costar mucho imaginar cuántas podrían ser las divergencias en el gusto literario de sociedades alejadas en el espacio, puesto que, incluso en un mundo globalizado como el nuestro, todavía sobran los ejemplos.
   En una dictadura comunista como la de China, la censura limita el acceso a determinadas obras, por lo tanto, en su concepto de belleza literaria es difícil imaginar que acepten la literatura erótica. Además, su potentísima y milenaria tradición literaria y sus limitadas comunicaciones con la cultura norteamericana y europea, permiten suponer que estén más alejados de, por ejemplo, las fórmulas novelísticas occidentales, que otros países también asiáticos como Japón.
   Todos los países presentan singularidades en su producción literaria. Japón, por ejemplo, exportó al resto del mundo el haiku y, más recientemente, el manga. En Francia existe un mayor consumo de ensayo literario que, por ejemplo, en España, donde ciertos géneros hiperbreves como el aforismo cuentan con menos seguidores que en Italia. Algo parecido podría decirse sobre el teatro, un subgénero literario cuasi moribundo en nuestro país.
   El éxito editorial mundial del japonés Haruki Murakami no lo ha convertido aún en un autor mayúsculo en su país, algo que no puede sorprender, puesto que los referentes más evidentes de su literatura son más universales que locales.
   Un cineasta como el norteamericano Woody Allen tiene dificultades para producir y estrenar en su país sus películas, y, sin embargo, goza de todo el respeto —y éxito de público— en Europa.
   Los culebrones, producciones de bajo presupuesto nacidas en Sudamérica, tardaron en penetrar en España, donde merecen la consideración de productos estéticos de la cultura popular destinados a un público mínimamente exigente.
   En otro aspecto, recuérdese que los productores de la exitosa serie La casa de papel tuvieron que modificar su metraje para optar al éxito internacional.
 
c) el factor social: Ortodoxia y heterodoxia. El gusto de la sociedad frente al gusto del individuo. Cultura de élite y cultura popular.
 
   En todas las sociedades existe un consenso sobre los valores que sirven para cohesionar a la sociedad. Esos valores, que condicionan nuestra percepción de las cosas, determinan el «imaginario colectivo».
   En la actualidad solo a una minoría extremadamente retrógrada le parecen aberrantes las relaciones amorosas homosexuales. En esos usos sociales, el dogma es la tolerancia. Lo ortodoxo (el uso común) consiste en el respeto de la libre elección personal de cada individuo, mientras que lo heterodoxo sería despreciar, como sucedía antaño, lo que hoy simplemente consideramos «parafilias».
   Sirva este preámbulo para señalar que la consideración social de la literatura afecta a su valoración.
   Actualmente (aunque es una tendencia que arranca desde finales del siglo XX), los hábitos de consumo y producción literaria pueden hacer pensar que bajo el término «literatura» solo caben las novelas (uno de los cuatro subgéneros narrativos: novela, novela corta, cuento y microrrelato), puesto que la mayoría de los libros vendidos en España son novelas, hasta el punto de que, en el imaginario colectivo actual «novelista» equivalga a «escritor». Una de las preguntas que más frecuentemente padecen poetas y dramaturgos es «cuándo publicarán una novela».
   Que el consumo literario mayoritario sea de novela, no impedirá a un lector de poesía, aforismos, microrrelatos o bestiarios considerarse lector de literatura.
   En todas las sociedades existen diferencias sociales que explican el distinto acceso a la formación intelectual, por ello, incluso en una época como la actual, que presume de democratización de la cultura, sigue existiendo una cultura de la élite y una cultura popular, aunque, desde finales de los ochenta del siglo XX, es muy frecuente que esa frontera haya dejado de ser abismal, puesto que muchos creadores posmodernos han volcado su erudición en moldes de cultura popular para llegar a un número mayor de público.
   Al fin y al cabo, todos los productos culturales están sometidos a la dictadura del mercado, que solo permite existir a aquellas manifestaciones artísticas de las que obtiene réditos.

lunes, 19 de mayo de 2025

ENCUENTRO CON DAVID ROAS

Un accidente por el que un lector desprevenido pueda caer arrastrado al abismo de los prejuicios: que abra, por azar, Niños en su mitad, y lea la palabra «pupa» en la página 56. 
 
A los niños de Niños, nadie les dice cucú, tras tras, ni les canta con voz meliflua este dedito compró un huevo, éste lo frió y blablablá... No hay en Niños ni paternalismo ni blandenguería. A los niños de Niños nadie se atreve a llamarles cuchifritín, mientras les pellizca los mofletes. ¡Que no se te ocurra pellizcarle el moflete a ningún niño de Niños!
Porque esa pupa de la página 56, no es de las de «sana, sana, culito [o colita] de rana». No.
 
Huevo, larva, pupa, adulto. Esas son cada una de las partes que componen este libro en el que David Roas analiza las distintas etapas por las que atraviesan los que se embarcan en la crianza. 

Niños no es una colección de relatos. Es una monografía sobre el pánico que rodea una de las experiencias más estimulantes a las que se pueda atrever el ser humano: otorgar la vida, darse en vida.
 
David Roas, especialista en literatura fantástica y de terror, exhibe un abanico de experiencias terribles con las que expone al lector ante un sinfín de miedos.
Todos sabemos que el miedo es ese ingrato, pero imprescindible compañero, que nos mantiene alerta. Y es así como, sin miedo al miedo, seguimos, al menos durante un tiempo, con vida.
 
Francisco Rodríguez Coloma
&
Laura Rodríguez Manso

 

miércoles, 16 de abril de 2025

ENCUENTRO CON ANDRÉS NEUMAN: Hasta que empieza a brillar

ANDRÉS NEUMAN, Hasta que empieza a brillar, Alfaguara, Madrid, 2025.

En 2011, la Editorial Turner publicó el ensayo de Inmaculada de la Fuente, El exilio interior. La vida de María Moliner.  

En 2013, el Teatro de la Abadía, estrenó El diccionario, obra por la que Manuel Calzada Pérez, mereció el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2014.

En el 2016, se estrenó María Moliner, una ópera contemporánea de Antoni Parera, con libreto de Lucía Vilanova. 

Vicky Calavia publicó en 2017 el largometraje documental María Moliner. Tendiendo palabras 

Son estos ejemplos de que, aunque, es cierto que la muy relevante figura de Doña María Moliner no ha sido debidamente elevada al altar que le corresponde en el imaginario colectivo, sí ha suscitado, en los últimos años, el interés de significativos artistas y ensayistas.

La nueva novela de Andrés Neuman, Hasta que empieza a brillar (Alfaguara, Madrid, 2015), se añade a esta justa reivindicación de Doña María Moliner

Andrés Neuman consigue, con diversas estrategias narrativas, que el lector halle más focos de interés que el poderosísimo personaje principal de la mujer, a la que Gabriel García Márquez atribuyó en su famoso obituario La mujer que escribió un diccionario (El País, Madrid, 10 de febrero de 1981) «remendar calcetines»1

 La novela se sostiene sobre una viga maestra: La visita I [pp. 15-17], La visita II [pp. 77-80], La visita III [pp. 159-162], y La visita IV [pp. 259-261]. 

La visita constituye un relato marco o, mejor aún, un ácido diálogo teatral con felices y poéticas acotaciones.

Otoño de 1972. 

Vivienda familiar. Calle Moguer, Madrid.

Doña María Moliner recibe en su casa a su amigo de juventud, Dámaso Alonso, Sito. Una visita incómoda. 

Los ha dejado deliberadamente solos su hija Carmina, que ha salido a pasear con su dependiente padre. «Igual que algunos de tus colegas, cada día más ciego», le dirá a Dámaso cuando este pregunte por su marido, Fernando.

Dámaso ha venido para consolarla por no haber sido admitida como académica de la RAE. Doña María responde al anuncio del Presidente de la Real Academia de la Lengua con una de las herramientas del perdedor: la mordacidad.

Su posición, Dámaso lo sabe, es extremadamente débil: es consciente de lo que él representa en un país en el que un «ogro seboso y chivato» siempre vence. Y ambos lamentan que este no sea el país que podría haber llegado a ser. 

Para parapetarse en su defensa, Sito se refugia en la nostalgia y evoca una juventud común durante la Guerra Civil, por eso afloran los versos de Lorca: «El sueño va sobre el tiempo flotando como un velero... El tiempo va sobre el sueño hundido hasta los cabellos...». La memoria no le falla. «Ojalá no me acordara tanto».

Doña María, en un amargo adiós, lo acompaña hasta el portal, donde se despedirá de él con «los brazos sobre el pecho para defenderse del frío». Un frío, teñido por el revoloteo de hojas amarillas, que atraviesa también el tuétano del lector.

 

Pivotan sobre esta viga las secuencias 1900-1930 [pp. 19-74], 1930-1950 [pp. 77-155], 1950-1972 [pp. 163-256], y 1972-1975 [pp. 265-277].

Para componer cada una de estas otras cuatro piezas, Andrés Neuman ha elegido un narrador en tercera persona, en apariencia omnisciente, que focaliza el relato desde la perspectiva de María Juana Moliner Ruiz

El relato de la futura mujer insigne, sucede cronológicamente, reflejando cada uno de los hitos de una familia culta, que procuró educar a hijas e hijos en el deseo de saber. Este afán llevará a María y a sus hermanos a perseverar en ese empeño, incluso, desde la adversidad, tras perder una posición económica, relativamente desahogada, por el abandono paterno.

El lector puede advertir en el texto de Neuman un muy notable trabajo de documentación, que sutilmente acompaña al relato, sin ahogarlo con referencias. 

A través de la peripecia vital de Doña María Moliner, podrá rememorar la importancia del Krausismo en la renovación pedagógica del país (Institución Libre de Enseñanza, la Residencia de Estudiantes, la Residencia de Señoritas, las Misiones Pedagógicas) y aproximarse a las figuras más importantes de la Segunda República, la inmediatamente posterior Guerra civil y el abismo de la dictadura. 

No obstante, Neuman acude a la inventio no sólo para reconstruir las vivencias acreditables históricamente, sino también para suponer, por ejemplo, la hermosa y guadianesca relación entre Doña María y Luis Buñuel, retratar una nueva afectividad en las figuras de Carmen Conde y Amanda Junquera o crear el magnífico personaje de Rosario Vílchez.

Hasta que empieza a brillar relata la terrible historia de ese periodo de nuestro país desde la perspectiva de una mujer insigne a la que le fue negado el reconocimiento en vida, porque que Dámaso Alonso no fuese capaz de propiciar que María Moliner se convirtiera en la primera mujer en la RAE, no sólo constituyó para él y, por supuesto, para Doña María Moliner, un fracaso personal, sino que resultó ser otro éxito de la Historia de la Infamia de España.

Y siendo Hasta que empieza a brillar un relato de una época, también es una magnífica radiografía de una mujer con un talento excepcional. Neuman demuestra una maestría narrativa deslumbrante en momentos clave de la novela. 

En la secuencia 1950-1972 el lector acompaña a Doña María en la tarea titánica de la creación de su diccionario. Las constantes reflexiones sobre el lenguaje reflejan de qué manera la lengua reproduce las estructuras del poder. Por ello, la deconstrucción de las definiciones del Diccionario de la Academia resulta ser un elíptico y heroico intento de desmontar el pensamiento de una sociedad dictatorial.   

También brilla la secuencia 1972-1975 en la que Neuman elige la forma del mensaje perfecta para mostrar el terriblemente doloroso balbuceo final. 

El narrador en tercera persona se mantiene en El cristal [281-292], aunque la focalización se traslade a los hijos y nietos de María Moliner. 

Un misterioso epílogo al servicio de la etimología: Cogitare, coitare, cuitar, cuidar

Un triste, pero muy bello final.  


Francisco Rodríguez Coloma

&

ECO & MJPF

 

1

María Moliner -para decirlo del modo más corto- hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. Se llama Diccionario de uso del español, tiene dos tomos de casi 3.000 páginas en total, que pesan tres kilos, y viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y -a mi juicio- más de dos veces mejor. María Moliner lo escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de bibliotecaria, y el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar calcetines. Uno de sus hijos, a quien le preguntaron hace poco cuántos hermanos tenía, contestó: «Dos varones, una hembra y el diccionario». 

domingo, 9 de febrero de 2025

ENCUENTRO CON DIANA ARADAS

 

 

 

 

 

 

 

 

ENCUENTRO CON DIANA ARADAS

 

Emiliana leyó a Baudelaire, Pessoa, Keats, Orwell y Huxley. A Lope y a Bécquer.

Diana Aradas también leyó a Franz Kafka y, por qué no decirlo, a Philippe Claudel.

Nosotros hemos leído a Billy Collins y hemos confirmado, en la crudeza de los autorretratos de William Utermohlen, que la realidad es una construcción personal.

Emiliana una vez supo que no todos elegimos, como Emily Dickinson, la soledad y el confinamiento. 

Y no obstante, ya respiremos oxígeno puro en la orilla del océano, ya os conformemos con el leve hilillo de aire que lleva el olor del yodo a la habitación apestillada, para todos la vida es como una caja de cristal. 

A todos nos traiciona, decimos, la memoria. Y no. No hay traición. Es nuestra mente la que acomoda los recuerdos, la que los lima y engarza sobre un relato que deambula torpe, como un borracho sobre arenas movedizas. Y sí. ¡Cuántas veces nos faltan las piezas!

La casa, en la que a Emiliana le parece que no mañanea el día, sólo deja entrar la luz por la ventana que mira al mar. 

Nosotros, que todavía estamos de este lado de la gatera, sabemos del dolor del que dispensa, con delicadeza extrema, los cuidados. Sabemos de la precisión quirúrgica con la administramos nuestra simulación piadosa. Y, sí, también como Emiliana, odiamos los espejos. 

Somos hijasmadres. Somos madreshijas

Aún somos. 

 

Francisco Rodríguez Coloma

&

Ana Tomé

lunes, 23 de diciembre de 2024

ENCUENTRO CON LÚA MOSQUETERA




 






 

Tarde feliz con Lúa Mosquetera
Divertidísima.
Lúa, en su nuevo regreso a [el que siempre será] su instituto, demostró que la cultura es ese intangible tan sagrado que ha de gozar del respeto de los que saben reírse. 
Y sí. Es cierto. 
Lúa ha trasladado a ¡Yo vivo! experiencias vitales desgarradoras que ella ha sabido transmutar en fervor literario. 
Porque, esa breve narración, no cabe duda, contiene excelsas páginas sobre el duelo: relámpagos que iluminan la angustia del que ha sido abandonado por sus seres queridos a la intemperie de la noche oscura.
Pero no menos verdad es que su conversación amena, inteligente y escandalosamente delicada en el tratamiento de tan lacerante experiencia, convierte su saber en un regalo. 
Otro regalo suyo que no olvidaremos.
 
Francisco Rodríguez Coloma
 

miércoles, 1 de mayo de 2024

ENCONTRO CON ISMAEL RAMOS


ENCONTRO CON ISMAEL RAMOS 

A conversa con Ismael flúe sen pausas, ou, mellor dito, sen perdas de tempo. Contra o reloxo.

Queremos falar, desde o entusiasmo, sobre A parte fácil (Xerais, 2023)  / La parte fácil (las afueras, 2023), a súa primeira colección de relatos.

Entre as virtudes de A parte fácil, a inequívoca planificación do libro como un todo (personaxes que, sendo secundarios nunha historia, reclaman os focos na que lles corresponde protagonizar), un abano temático que evita as reiteracións, unha consideración do relato como un lenzo renacentista e a execución poemática do texto, que leva a Ismael a dispor cada unha das súas partes de modo milimétrico no conxunto.

Non hai en A parte fácil personaxes planos.  

As historias secundarias que, nunha primeira lectura, parecen obeceder a intención do autor de crear un Macguffin, resultan ser, no remate do conto, non un prescindible instrumento de distracción, senón a xema coa que, o Ismael Ramos orfebre, pecha o engarce da xoia, xa sexa unha cazola cun guiso de lebre ou un inesperado corte pelo.  

Esa querencia de Ismael Ramos polo detalle explica a complexidade das historias, que obrigan ao lector a reposicionarse cando contempla a escena no seu conxunto. En Unha trampa para coellos un inxenuo lector, na primeira parte do relato, asiste, incrédulo, ás diversas reaccións de tres fillos ante o falecemento da súa nai.  O que semellaba ser unha sátira sobre o desafecto e a ocultación da morte na sociedad contemporánea, remata sendo unha moi lúcida diagnose sobre os terribles efectos da emigración nas relacións parteno-filiais.

O cactus, o bote de melocotóns en almíbar ou a grabación da boda na que aparecemos levando as arras a nosa madriña, testemuñan unha evidencia: «el futuro es un tigre». 

A algúns xa lles ten mordido. 

A outros, aos que seguen a preguntar quen apañou a botella de tequila, axiña lles morderá.

E si, xa antes das 21 horas tiñamos admitido que Amy Hempel leva razón: parar de afundirse non significa non seguir baixo a auga.

 

Francisco Rodríguez Coloma [Texto]

&

Ana Tomé [Fotografías]