UN DESPISTE ESTÚPIDO EN LA OSCURIDAD
Imperceptible.
Un despiste estúpido en la oscuridad. Entró en casa y cerró la puerta. Se dejó caer sobre el sofá rompiendo sus articulaciones. Gimió agitado, dejando escapar pedacitos de pulmón sobre la alfombra. En la cocina, por el reguero de sangre fresca, estaban preparando la cena. Cerró el ojo con párpado e intentó analizar la situación y sus consecuencias. Los gritos de sus hijos mientras mordían a la mascota le impedían concentrarse. Se puso de pie y llegó al espejo roto junto a la cómoda. Quizá en su reflejo todo era como antes. Ahí encontró su cara a jirones y los dos maseteros a la vista. Comenzó a respirar. Con cuidado de no arrancar demasiada piel se remangó la camisa hasta dejar al aire la zona en la que sintió el pinchazo. Observó el punto rojo, elevado, latiendo sobre un pedazo de músculo pegado a su cúbito. Sintió dolor. Cojeó hasta el pomo de la puerta y, antes de salir de allí, miró el salón donde había pasado la muerte. En la calle se escucharon sus primeras sílabas, apenas comprensibles, mientras su familia ataba a la mesa el alimento. Su corazón latió al oír los gritos y sintió miedo al comprender que nunca podría mirar atrás.
Manuel Espada & Rosana Alonso (ed.), De antología, Talentura, Madrid, 2013, p. 251.
Ilustración: Mark M. Mellon
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