Metes el silencio en tu bolsillo. Lo aprisionas hasta casi ahogarlo,
hasta casi dejarlo sin las más leves fuerzas para expresarse. Apagas la
luz y te tumbas en la cama. Recuerdas, entonces, que te has acostado
sin desprenderte de la ropa. Procedes, a oscuras, a desnudarte. Y cuando
arrojas al suelo, bajo tu cama, los pantalones, el silencio se te
muere en una exclamación última de terror... Bajo tu cama duerme un
amigo que borracho quedara allí cuando todos se fueron acabada ya la
fiesta de tu cumpleaños, Y del susto al verlo murió tu silencio. Ya
condenado estás a seguir hablando con la gente. Comunicación, se llama
esa condena.
JOSÉ LUIS MORENO RUIZ, Ángeles en mis cojones, Moreno Ávila, Madrid, 1989, p. 62.
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