TIEMPO ATRÁS
Mi muerte, tiempo atrás, solía
visitarme.
Al principio acudía sin respetar las
horas.
Jamás consideraba ni el lugar ni el
momento.
Con brusca sacudida, lo mismo que al
soldado
al que privan del sueño para ir al
combate,
venía algunas noches mostrándome su
abismo.
Yo, mi vida, mis cosas, yo desaparecía
vertiginosamente, borraban mi
existencia.
Y así es como quedaba hasta el
amanecer,
igual que ese soldado que escucha los
silbidos
de las balas y marcha temblando a las
tinieblas.
Tratándola, aprendí a escucharla con
calma.
Vi que su soledad era igual que la
mía,
que nada más buscaba un poco de
amistad.
Comencé pues a hablarle sin temor, a
tratarla
con el mismo cuidado con que se guía a
un ciego;
le describía todo aquello que
estimaba,
los juegos de los niños, el brillo de
las tejas,
la variedad del mundo reunido en los
mercados,
los horizontes anchos y nuevos de
noviembre,
la danza de la luz invernal en las
olas,
y también las mil formas en que se
halla el silencio.
Cuánta dicha: sin darme cuenta, perdía
así
de vista a aquel soldado que avanza por
la noche.
Aquel yo, aquel soldado y hasta mi
propia muerte
—que ya no me visita— han
desaparecido.
Toco mi eternidad en la vida que pasa.
ANTONIO MORENO, Nombres del árbol,
Tusquets, Barcelona, 2010, páginas 31-32.
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