El lanzador de cuchillos sentía roer en su interior a la rata de ojos amarillos. Miró a la mujer rubia del bañador azul, con la espalda plegada al tablero verde, con la que formaba pareja desde hacía más de veinte años. Pensó de pronto con espanto, que aquella mujer era demasiado confiada.
¿Acaso no conocía ella la leyenda del gran roedor de ojos amarillos? Se preguntaba el lanzador, empapada en sudor la mano que sostenía el puñal.
¿Acaso no conocía ella la leyenda del gran roedor de ojos amarillos? Se preguntaba el lanzador, empapada en sudor la mano que sostenía el puñal.
JULIA OTXOA, Kískili-Káskala, Vosa, Madrid, 1994, página 26.
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