TÉ O CAFÉ
En cierta ocasión, mi madre puso agua a hervir para hacer té, pero casi de inmediato mi padre dijo que, pensándolo bien, prefería tomar café.
—Está bien— aceptó mi madre, y arrojó el agua que ya estaba hirviendo en la pava para poner en el fuego agua nueva. Yo, al verlo, me desternillé de risa, pero mi padre dijo que él reconocía una gran diferencia entre el agua para hacer té y el agua para hacer café.
—Puede ocurrir que, si no se cambia el agua, el café sepa un poco a té.
HARRY MULISCH, Dos mujeres
EDUARDO BERTI (Editor), Historias encontradas, Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2009, p. 23.
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